LA SAGRADA IMAGEN *
"La Virgen de Luján y su santuario, síntesis histórica y evocaciones" R. P. Guerault C. M., 1962
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Talla sin revestir, muestra la imagen de terracota
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Talla revestida con tela, tal como se venera tradicionalmente.
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La Imagen de Nuestra Señora de Luján es de suyo, endeble y muy pequeña. Sólo alcanza a 38 centímetros de altura. Está modelada en arcilla cocida (terracota) material que de por sí tiende con el tiempo a la paulatina desintegración. En su aspecto general cabe compararla con las tradicionales "Inmaculadas de Murillo", sin ninguna de sus cualidades artísticas sobresalientes. Refleja, sin embargo, contemplada de cerca, un encanto peculiar que se experimenta indefectiblemente pero que no es dable describir. Es ese misterioso "Qué sé yo" que deslinda lo trascendental de la ordinario. Transcribimos a continuación la descripción que de ella hace el historiador Scarella: "El rostro es óvalo. El semblante grave y al mismo tiempo risueño, concilia a la vez benevolencia con su irresistible atractivo, y respeto debido a la majestad de Reina y Gran Señora". "La frente es espaciosa; los ojos grandes, claros y azules; las cejas negras y arqueadas; la nariz algo aguileña; la boca pequeña y recogida, los labios iguales y encarnados cual rosa; las mejillas sonrosadas y las demás facciones proporcionadas." "Dirige la mirada algún tanto hacia la derecha... El color del rostro, aunque muy agraciado, es un tanto moreno... pero parece que tiene ese color como consecuencia de su mucha antigüedad." "Tiene sus delicadas manos, asimismo bien formadas, juntas y arrimadas al pecho en actitud de quien humildemente ora." "Su vestimenta se compone de un manto azul, hoy muy des colorido, sembrado de estrellas blancas; teniendo debajo una túnica encarnada pero muy amortiguada por el tiempo." "Los pies de la Santa Imagen descansan sobre unas nubes, desde las cuales emerge la media luna que tradicionalmente se pone a las plantas de la Virgen Inmaculada, y luego como jugueteando inocentemente entre aquellas nubes, descuellan cuatro cabecitas de querubines, con sus pequeñas alas desplegadas de color ígneo." Tal es la descripción de Scarella que, verosímilmente la pudo contemplar, antes de que el P. Salvaire la hiciera recubrir con una coraza de plata para impedir su disgregación. Antes de realizar esta operación se sacaron los moldes que permitieron su reproducción auténtica. Desde un principio, y de acuerdo a las usanzas de la época, se la cubrió con vestiduras superpuestas según las posibilidades del momento. Dan testimonio de ello "los abrojos y cardillos" que el Negrito Manuel desprendía de los "vestiditos" de la Imagen luego de sus misteriosas andanzas nocturnas. Con variedad comprensible en las formas, predominó siempre la que ostenta en la actualidad y con los colores que la caracterizan: la túnica blanca y el manto azul-celeste. El P. Salvaire no sólo la dotó de riquísima vestimenta en 1887, sino que además la levantó sobre una peana de bronce dorado que tiende a destacarla mejor: le adosó la bien lograda rayera gótica en la que se lee la inscripción "Es la Virgen de Luján la primera fundadora de esta Villa"; logró para Ella la Corona Imperial bendecida por León XIII, y completó el ornato con la aureola de doce estrellas; todo lo cual confiere al conjunto un sin igual encanto que se percibe con sólo mirar. Desde los albores de su culto allá por los años de 1630 hasta el día de hoy, toda la gama de dolores, esperanzas, satisfacciones y alegrías que tejen la vida de los humanos han tenido ante Ella su más lógica y sincera expansión. La apretada urdimbre de sú plicas y acciones de gracias forman el más preciado manto de esta Reina de amor. En Luján y ante esa Imagen pequeñita recibe constantemente una confirmación hecha de milagros la afirmación de San Bernardo: "Jamás se oyó decir que ninguno de cuantos acudieron a vuestra protección haya sido abandonado de Vos". Siga, pues, el pueblo cristiano, acuciado como está por la convicción de sus necesidades y de su dependencia de lo alto, acudiendo a las plantas de la Virgen de Luján, la espontánea medianera ante Dios, y conocerá la dicha y los benéficos efectos que experimentan aquellos que se honran de pertenecer al número de los súbditos de la Reina del Plata. |
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