31/III/+2020 BEATO BUENAVENTURA DE FORLI, Fraile Servita

31 de marzo
BEATO BUENAVENTURA DE FORLI
Fraile Servita
(1491)

   El Beato Buenaventura Tornielli, nació en Forli, y perteneció a una familia acomodada. Parece que no ingresó a la Orden de los Servitas sino hasta 1448, cuando tenía treinta y siete años de edad, pero su fervor y austeridad de vida pronto le permitieron recuperar el tiempo perdido. Después de su ordenación, se preparó para el trabajo apostólico con un año de retiro y pronto empezó a predicar con maravillosa elocuencia y mucho éxito. Fue comisionado especialmente por el Papa Sixto IV, para emprender esta misión apostólica y sus sermones produjeron una notable reforma de vida en todos los Estados papales y en las provincias de Toscana y Venecia. Hacia fines de 1488, fue elegido vicario general de su orden, oficio en el que dio muestras de sus grandes cualidades administrativas y de su caridad. El, sin embargo, continuó aún su trabajo misionero y apenas había terminado su predicación de Cuaresma en Udine, cuando el Jueves Santo de 1491, fue llamado por Dios, agotado por la edad y las penalidades de la vida que había llevado. Sus reliquias fueron finalmente llevadas a Venecia, donde su culto se acrecentó a causa de las muchas curaciones milagrosas. Este culto fue confirmado en 1911.
   Ver el decreto de confirmación publicado en el Acta Apostolicae Sedis, vol. III (1911), pp. 659-660; y F. Cornebus, Ecclesiae Venetae, vol. II, pp. 34-51.



*Vidas de los Santos, de Butler. Vol. I, ed. 1964

31/III/+2020 BEATA JUANA DE TOULOUSE, Virgen

31 de marzo
BEATA JUANA DE TOULOUSE
Virgen

(Siglo XIV)

   A principios del año 1240, los Hermanos Carmelitas de Palestina se establecie ron en Toulouse. Veinticinco años después, cuando San Simón Stock cruzó Toulouse camino de Burdeos, se le aproximó una mujer llamada Juana, la cual le suplicó que la admitiera en su orden. El prior Juan la admitió, la cubrió con el hábito carmelita y le permitió hacer el voto de perpetua castidad. En lo que fue posible, Juana observó estrictamente la regla de San Alberto de Jerusalén y fue venerada, no sólo como la primera terciaria carmelita, sino como la funda dora de las terciarias. Diariamente frecuentaba la iglesia de los padres y combina ba la penitencia con el amor, privándose casi de las cosas necesarias de la vida para ayudar a los pobres y enfermos. Acostumbraba también dirigir a los jóvenes en las prácticas de la santidad para prepararlos a entrar en la orden carmelita. Solía llevar consigo una imagen del Redentor crucificado, que ella estudiaba como si hubiese sido un libro. La Beata Juana fue sepultada en la iglesia de los carmelitas de Toulouse y a su tumba acudían en gran número todos aquellos que buscaban su intercesión. Fue venerada durante 600 años y su cuerpo fue varias veces custodiado como reliquia, especialmente en 1805, cuando un pequeño libro de oraciones manuscrito fue encontrado a su lado.
   Lo anterior es un resumen de la historia de la Beata Juana, cuyo culto fue confirmado en 1895, según se relata en las lecciones de su fiesta, en el suplemento carmelita del breviario romano, pero ha habido aparentemente considerable confusión. Parece claro que, en realidad, vivió en Toulouse hacia fines del siglo XIV, no del XIII, y que no fue terciaria, sino enclaustrada.
   Ver las lecciones del breviario referentes a lo anterior, y Fr. Bonifatius, Die sel. Johanna van Toulouse, (1897); y Fr. B. Zimmerman Monumenta historica Carmelitana p. 369, y Les Saints déserts des Carmes dechaussés (1927), pp. 17-18, donde el problema se examina.



*Vidas de los Santos, de Butler. Vol. I, ed. 1964

31/III/+2020 SAN ACACIO, Obispo

31 de marzo
SAN ACACIOObispo
(Siglo III)

   Algunos dicen que Acacio fue obispo de Antioquía, en Pisidia, y otros que fue de Melitene, en Armenia menor; otros opinan que ni siquiera fue obispo. Sin embargo, se conserva un relato de su juicio, en un documento cuyo original griego se ha perdido. Según este documento, Acacio fue un poderoso sostén de los cristianos de Antioquía, y, como tal, fue llevado ante el agente consular Marciano. Acacio aseguró que los cristianos eran súbditos leales al emperador y que rezaban a menudo por él, pero cuando se le invitó a un acto de culto al mismo emperador, él se rehusó.
   De ahí se originó una discusión entre Marciano y Acacio que abarcó a los serafines, mitología greco-romana, la Encarnación, la moralidad de los dálmatas, la naturaleza de Dios y la religión de los catafrigios. Al ordenársele que acompañara al oficial a sacrificar en el templo de Júpiter y Juno, Acacio replicó: "Yo no puedo ofrecer sacrificios a alguien que está enterrado en la Isla de Creta. ¿ O es que ha resucitado ?" Entonces Marciano lo acusó de hechicería y quiso saber quiénes eran los amigos que lo ayudaban; y a la respuesta de Acacio de que todo provenía de Dios y que la hechicería era odiosa a los cristianos, objetó que estos debían ser hechiceros, ya que habían inventado una religión. "Vosotros fabricáis vuestros dioses y les teméis, nosotros los destruimos", respondió Acacio. "Cuando no hay albañiles o estos no tienen cantera, entonces vosotros no tenéis dioses. Nosotros tenemos a nuestro Dios, pero nosotros no lo hicimos; El nos hizo porque es nuestro hacedor. Y nos ama porque es padre y en su bondad, El nos ha arrebatado a la muerte eterna".
   Finalmente se quiso obligar a Acacio a descubrir los nombres de otros cristianos bajo pena de muerte y él se negó: "Estoy siendo juzgado y me pedís nombres. Si no podéis vencerme a mí solo, ¿pensáis tener éxito con otros? ¿ Queréis nombres? ¡Muy bien! Me llamo Acacio y he recibido el sobremonbre de Agatángelo ("buen ángel"). Haced lo que queráis". Acacio fue entonces de vuelto a la prisión y los resultados del proceso fueron enviados al emperador Decio quien, se nos dice, no pudo reprimir una sonrisa al leerlos. El resultado fue que Marciano fue promovido a la legación de Panfilia y Acacio recibió el perdón imperial, acontecimiento interesante y desusado.
   San Acacio es llamado mártir, pero no hay evidencia de que en realidad haya sido condenado a morir por la fe, lo que explica que no haya recibido culto alguno en occidente; pero su nombre figura en los calendarios orientales en el 31 de marzo y en otras fechas.
   El Acta Disputationis (propiamente llamada así), se encuentra en el Acta Sanctorum de marzo, vol. III y en Ruinart. El padre Delehaye cataloga estos documentos como de tecera categoría, i.e. como un bordado de lo que fue en otro tiempo un documento digno de confianza: ver sus, Les Passions des Martyrs. Ver también Allard, Histoire des Persé cutions, vol. II y J.Weber, De Actis S. Achatii (1913); pero cf. el juicio desfavorable pronunciado por Delehaye en la disertación de Weber en Analecta Bollandiana, vol. XXXIII (1914), pp. 346-347.



*Vidas de los Santos, de Butler. Vol. I, ed. 1964

31/III/+2020 SAN BENJAMÍN, Mártir

31 de marzo
SAN BENJAMÍN, Mártir
 
(421)
   El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II, puso fin a la cruel persecución de los cristianos que había sido llevada al cabo en Persia durante el reinado de su padre, de modo que la Iglesia había gozado de la paz por doce años, cuando un obispo llamado Abdas, con un celo mal entendido, incendió el Pireo, o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas. El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que Abdas reconstruyera el templo. Este se rehusó a hacerlo; el rey lo mandó matar e inició una perse cución general que se intensificó bajo el reinado de su hijo Varanes y que duró cuarenta años. Teodoreto, que en ese tiempo vivía en las cercanías, hace un espantoso relato de las crueldades practicadas.
   Uno de los primeros mártires fue un diácono llamado Benjamín. Después de que éste fue golpeado, estuvo encarcelado durante un año, pero un emba jador del emperador en Constantinopla obtuvo su libertad, prometiendo bajo su responsabilidad que el santo se abstendría de hablar acerca de su religión. Benjamín, sin embargo, declaró que él no podía cumplir tal condici6n y, de hecho, no perdió oportunidad de predicar el Evangelio. Fue de nuevo aprehen dido y llevado ante el rey. En el juicio, su única respuesta a la acusación fue preguntar al monarca qué pensaría de un súbdito que faltase a su fidelidad y se levantara en armas contra él. El tirano ordenó que se le encajaran cañas entre uña y carne y en las partes sensibles de su cuerpo y que posteriormente se las sacaran. Después de haber repetido esta tortura varias veces, le atravesa ron las entrañas con una estaca nudosa, con el fin de rasgarlo y despedazarlo. El mártir expiró en medio de la más terrible agonía.
   Además de Teodoreto (Historia Eclesiástica, vol. I, c. 38), cuya fuente está reproducida en el Acta Sanctorum, marzo, vol. III, un relato de esos mártires ha sido conservado tanto en tre los sirios como entre los armenios. Ver Peeters en la Analecta Bollandiana, vol. XXVIII (1909), pp. 399-415, que arroja una gran luz sobre ciertas incongruencias en la narración y que muestra que Teodoreto había probablemente usado un original sirio. Cf. también el Historisches Jahrbuch vol. XXXIV (1913), pp. 94 ss.; y Labourt Le Christianisme dans l'Empire pérse, pp. 105-112.

31/III/+2020 SAN GUIDO DE POMPOSA, Abad

31 de marzo
SAN GUIDO DE POMPOSA
Abad
   San Guido nació cerca de Ravena y sus padres estaban orgullosos de él. Prin cipalmente para agradarlos, fue muy cuidadoso en su aspecto exterior y en su vestimenta. Sin embargo, una vez, fue severamente castigado por esta forma de vanidad. Fue a Ravena, donde se celebraba la fiesta patronal de San Apolinar, y, despojándose de sus finas ropas, las dio a los pobres y se vistió las más andrajosas que pudo encontrar. Para vergüenza de sus padres, partió hacia Roma con esta indumentaria y, durante su permanencia allí, recibió la tonsura. Por inspiración divina se puso bajo la dirección de un ermitaño llamado Martín, que vivía en una islita en el río Po. Durante tres años permanecieron juntos y después, el solitario lo envió a la abadía de Pomposa, cerca de Ferrara, para que aprendiera la vida monástica en una gran comunidad. Ese monaste rio y el de San Severo, en Ravena, estaban en realidad bajo la dirección del ermitaño, que decidía el nombramiento de los superiores.
   Los sobresalientes méritos de Guido fueron tales, que mereció altos cargos, y llegó a ser abad, primero de San Severo y después de Pomposa, por nombra miento de Martín, confirmado por la votación de los monjes. Su reputación arrastró a muchos (incluyendo a su padre y a su hermano) a unirse a la comunidad, de suerte que el número de monjes fue duplicado y se hizo necesa rio que Guido construyera otro monasterio para acomodarlos a todos. Después de un tiempo, delegó a otros la parte administrativa de su oficio y se concen tró en el aspecto puramente espiritual, especialmente en la dirección de las almas. En ciertas épocas del año, acostumbraba retirarse a una celda, distante aproximadamente cinco kilómetros de la abadía, donde llevaba una vida de tan intensa devoción e inquebrantable abstinencia, que parecía sostenerse con el ayuno y la oración. Especialmente durante la Cuaresma, trataba su cuerpo con tal severidad, que sus torturas podrían difícilmente superarse y aún así, era extraordinariamente tierno con los monjes, que le tenían gran devoción. San Pedro Damián, que a petición suya, dio lecciones de Sagrada Escritura en la abadía de Pomposa durante dos años, dedicó a San Cuido su libro De Perfectio ne Monachorum. A pesar de haber sido un santo, Guido no escapó a la perse cución. Por alguna razón, Heriberto, arzobispo de Ravena, concibió un odio acerbo contra él y se decidió en verdad a destruir su monasterio. Advertido del ataque que se aproximaba, la única medida de defensa del abad fue un ayuno de tres días en compañía de toda su comunidad. Cuando el arzobispo y sus soldados llegaron a las puertas de la abadía, Guido salió a recibirlos, y con el mayor respeto y humildad, los condujo a la iglesia. El corazón de Heriberto se conmovió: pidió perdón al abad, y prometió protegerlo de allí en adelante. Al final de su vida, San Cuido se retiró a la soledad, pero fue llamado a Pia cenza por el emperador Enrique III, que había llegado a Italia y deseaba consultar al abad, de cuya santidad y sabiduría tenía grandes referencias. El anciano obedeció muy a su pesar y se despidió tiernamente de sus herma nos, diciéndoles que nunca más vería sus rostros. Había llegado a Borgo San Donino, cerca de Parma, cuando fue atacado repentinamente por una enferme dad, de la que murió al tercer día. Se originó una disputa por la custodia de su cuerpo entre Pomposa y Parma. El emperador dirimió la cuestión, haciendo llevar las reliquias a la iglesia de San Juan Evangelista, en Speyer, que más tarde fue rebautizada con el nombre de San Guido-Stift.
   Existe una breve vida en latín que ha sido publicada tanto por los bolandistas, Acta Sanctorum, marzo, vol. III, como por Mabillon.

31/III/+2020 SANTA BALBINA, Virgen

31 de marzo
SANTA BALBINA
Virgen
Vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre
los justos; y los arrojarán en el horno del fuego. Allí
será el llanto y el crujir de dientes.

(Mateo, 13, 49-50).

   Dios, para castigar al tribuno Quirino por la prisión que había hecho sufrir al Papa Alejandro, permitió que su hija Balbina, que era de notable belleza, se viese cubierta de llagas y horriblemente desfigurada. Quirino acudió al santo pontífice, quien sanó a Balbina con sólo tocarla con sus cadenas. El tribuno, convertido por el milagro, murió mártir con el mismo Alejandro, pasado algún tiempo. Balbina consagró su belleza a Dios que se la devolviera, y mostró con su conducta que el cristianismo puede conciliar dos cosas aparentemente difíciles de unir, una rara hermosura y una gran pureza.

MEDITACIÓN
SOBRE LA MEZCLA
DE BUENOS y MALOS


I. En este mundo, los buenos están mezclados con los malos. Así lo ha permitido Dios para que los malos puedan aprovechar los ejemplos de los buenos, y para que los justos tengan ocasión de ejercitar su celo y su paciencia soportando a los pecadores y trabajando en su conversión. No imites a los malos, pero tampoco los desprecies: acaso lleguen a ser más grandes que tú en el paraíso; acaso tú cometas faltas más graves que ellos, puesto que no existe pecado que no puedas cometer, si Dios te abandona a tu propia flaqueza.
   
II. En esta vida el bien está mezclado con el mal, y el mal con el bien. No existe hombre tan desgraciado que de tanto en tanto no tenga consuelos, ya de parte de Dios, ya de los hombres; como tampoco hombre tan dichoso que no tenga alguna pena. Por lo tanto, no esperemos felicidad completa en este mundo. Nuestra única felicidad consiste en conformarnos con la voluntad de Dios. Es el secreto para vivir felices. Los santos lo han sido en medio de la pobreza, de las lágrimas y de las enfermedades, por que sabían que tal era el beneplácito de Dios. Son pobres y aman la pobreza, lloran y aman sus lágrimas, son débiles y se regocijan en su debilidad. (San Salviano).
   
III. En el día del juicio, los malos serán separa dos de entre los buenos, éstos serán colocados a la derecha y destinados para la gloria; aquellos, pos puestos a la izquierda y condenados al infierno. Se verán entonces los crímenes de los réprobos y las virtudes de los santos. Hipócrita, ¿qué dirás, qué harás tú? ¡Todo lo bueno estará en el cielo, todo lo malo en el infierno, y así quedará por toda la eternidad! Piensa en esto y sé precavido mientras tengas tiempo todavía. Pluguiese a Dios que fuesen sabios e inteligentes, así pensarían en sus postrimerías. (Deuteronomio).

El pensamiento del juicio
Orad por la conversión de los pecadores .

ORACIÓN
      Escuchadnos, Señor Salvador nuestro, a fin de que la fiesta de Santa Balbina, virgen, al mismo tiempo que regocije nuestra alma desarrolle en ella los sentimientos de una tierna devoción. Por. J. C. N. S. Amén.

30/III/+2020 SAN RÉGULO, Obispo de Senlis

30 de marzo
SAN RÉGULO, Obispo de Senlis
(250)

   San Regulo es el patrono de la ciudad y diócesis de Senlis, de donde se dice que fue el primer obispo. Probablemente vivió en el siglo III, ya que se habla de él como contemporáneo de otros santos que se sabe florecieron en esa época. La catedral de Senlis fue quemada y con ella desaparecieron todos sus archivos, incluyendo los antiguos registros de los primeros obispos. Según algunos relatos apócrifos, San Régulo fue convertido por San Juan Evangelista y acompañó a San Dionisio Areopagita a Francia, donde, como obispo de Arles, gobernó a los fieles de la colonia cristiana fundada por San Trófimo. Fue después a París en busca de las reliquias de los mártires San Dionisio, San Rústico y San Eleuterio; después emprendió la conversión del pueblo de Senlis. Posiblemente hubo dos obispos con el nombre de Régulo, uno de Arles y el otro de Senlis; y sus historias han sido confundidas; pero en cualquier caso, la relación con San Juan Evangelista es ciertamente una ficción.
   Ver el Acta Sanctorum, marzo, vol III, BHL., fin. 7106-7109; Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. III, pp. 117 y 147.


*Vidas de los Santos, de Butler. Vol. I, ed. 1964

30/III/+2020 BEATO DODO, Anacoreta

30 de marzo
BEATO DODO, Anacoreta
(1472)

   A pesar de su evidente vocación a la vida religiosa, el Beato Dodo fue obliga do por sus padres a contraer matrimonio. Sin embargo, a la muerte de su padre, pudo llevar al cabo sus aspiraciones, ya que su esposa y su madre se retiraron a un convento y él quedó libre para unirse a los monjes premonstra tenses. Con el permiso del abad, se retiró después a un lugar solitario, donde vivió durante cuatro años, teniendo como únicos visitantes a los malos espíritus que se esforzaban en tentarlo. Se trasladó a otro lugar en Frieslandia, llamado Asch o Hasch, donde redobló sus austeridades. Estaba un día postrado ante el crucifijo, cuando la imagen le habló, diciéndole que él debía permanecer largo tiempo sobre la cruz. Poseyó el don de curaciones y muchos enfermos recobraron la salud por sus manos. Siendo de muy avanzada edad, murió aplastado por una pared y se dice que después de su muerte, se le encontraron las llagas de Nuestro Señor sobre su cuerpo. Este primer caso de estigmatización es interesante, porque posiblemente es anterior al de San Francisco; pero es muy probable que las heridas hayan sido causadas por las piedras que le cayeron encima. El relato que dice que Dodo indujo a los frisios a abandonar un gran número de salvajes costumbres paganas, puede referirse a algún otro del mismo nombre. Como anacoreta, él habría tenido apenas ocasión de intervenir, como dice la leyenda que lo hizo, para evitar la práctica de conservar insepultas a las víctimas de asesinato, hasta haberse tomado venganza en los asesinos o en algunos miembros de sus familias.

30/III/+2020 SAN ZÓSIMO, Obispo de Siracusa

30 de marzo
SAN ZÓSIMO, Obispo de Siracusa
(660)

   Los padres de San Zósimo fueron terratenientes sicilianos que dedicaron a su pequeño hijo al servicio de Santa Lucía y lo colocaron, cuando tenía siete años, en un monasterio que llevaba el nombre de la santa, cercano a Siracusa y no lejos de su hogar. Allí su principal ocupación parece haber sido la de cuidar de las reliquias de la santa. La obligación no iba con la manera de ser del niño, acostumbrado como estaba a la vida al aire libre de la granja y, una vez, cuando el abad Fausto le impuso una tarea especialmente desagradable, huyó a su casa. Fue devuelto con humillación y la enormidad de su ofensa le abrumaba. Esa noche, en sueños, vio a Santa Lucía levantarse de su santuario y ponerse de pie junto a él, con un semblante de enojo. Mientras yacía atemorizado, apareció a un lado la hermosa figura de Nuestra Señora que in tercedía por él y prometía, en su nombre, que nunca haría de nuevo tales cosas. Al transcurrir el tiempo, Zósimo se adaptó más a la vida del claustro; las visitas a su hogar se hicieron cada vez más raras y más breves y se acostumbró al régimen regular de oración, alabanza y contemplación, de los demás monjes.
   Durante treinta años vivió casi olvidado. Entonces murió el abad de Santa Lucía y hubo gran incertidumbre y discusión sobre la elección de un sucesor. Finalmente, los monjes acudieron al obispo de Siracusa y le suplicaron que hiciera el nombramiento por ellos. El prelado, después de examinarlos a todos atentamente, preguntó si no quedaba otro monje perteneciente al convento. Entonces se acordaron del hermano Zósimo, a quien habían dejado al cuidado del santuario y de la puerta. Se envió a buscarlo y no bien el obispo puso sus ojos en él, exclamó: "He aquí al que ha escogido el Señor". De esta suerte, Zósimo fue nombrado abad y unos días más tarde, el obispo le ordenó de sacerdote. Su biógrafo cuenta que gobernó el monasterio de Santa Lucía con tal sabiduría, amor y prudencia, que superó a todos sus predecesores y a todos sus sucesores. Cuando la sede de Siracusa quedó vacante, en 649, el pueblo eligió a Zósimo, quien, sin embargo, no quiso ser elevado a tal dignidad, en tanto que el clero elegía a un sacerdote llamado Vanerio, hombre vano y ambicioso. Se acudió al Papa Teodoro, que se decidió por Zósimo y lo consagró. Durante su episcopado, el santo fue notable por su celo en la enseñanza del pueblo y por su generosidad con los pobres; pero es difícil juzgar el valor histórico de las anécdotas que se cree fueron compiladas por un biógrafo contemporáneo. San Zósimo murió alrededor del año 660, a una edad cercana a los noventa años.
   Hay una vida en latín, corta y fragmentaria, publicada en el Acta Sanctorum, marzo, vol. III. Ver también Cayetano, Vitae Sanctorum Sicul., vol. I, pp. 226-231 y notar 181-183. Gams lo describe como un benedictino, pero no es así; Mabillon dice que fue un "basilio".




*Vidas de los Santos, de Butler. Vol. I, ed. 1964

30/III/+2020 BEATO AMADEO, Duque de Saboya

30 de marzo
BEATO AMADEO, Duque de Saboya
(1472)


   El Beato Amadeo de Saboya fue el noveno de este nombre y el tercer duque de aquel Estado; vivió treinta y siete años (1435-1472); reinó solamente siete (1465-1472); y fue inscrito en el catálogo de los bienaventurados dos siglos más tarde bajo el pontificado del Beato Inocencio XI.
   La Saboya fue siempre uno de los lugares más bellos de la región alpina; situada en el centro de Europa, en territorio francés, al occidente de la cadena de los Alpes, guarda dentro de sí las cumbres más elevadas desde el Monte Blanco hasta el monte Thabor. La magnificencia de sus costas, la grandiosidad de su paisaje, su infinita variedad, los contrastes de color y de vida, la melancólica belleza de las ruinas de castillos y monasterios, ofrecen un espectáculo estupendo, que arrebata la admiración. Sus habitantes son conocidos por la bondad de su carácter y por la sencillez de sus costumbres; defendidos del influjo y contacto con otras gentes por la aspereza de sus montañas, han sabido conservar sus primitivas tradiciones. El saboyano es fuerte y alegre; tiene pocas necesidades y sabe desde antiguo solucionárselas por sí mismo; es además religioso y amante de sus instituciones. Cada uno de los siete valles principales de las tierras saboyanas tiene su propia fisonomía en tipos y maneras, hablándose por este motivo de los "siete países saboyanos", variedades de un mismo tipo social montañés.
   La casa de Saboya es una de las familias más antiguas e ilustres, que han reinado en Europa casi hasta nuestros días. Parece ser que su fundador fue Humberto I Blancamano, descendiente de la casa de Sajonia, que vivió en los años 985 al 1048; prestó buenos servicios al rey de Arlés Rodolfo III, y al emperador Conrado el "Sálico", recibiendo en recompensa numerosas tierras y privilegios. A través de los siglos el Estado saboyano fue ensanchando sus límites geográficos; las guerras entre los señores feudales, las alianzas, las capitulaciones matrimoniales y las herencias de nobles, fueron abriendo camino al esplendor de la casa de Saboya. En el siglo XV, durante el largo gobierno de Amadeo VIII, los dominios saboyanos alcanzaron la máxima extensión, comprendiendo entre otros territorios la Saboya, el Piamonte y el País de Vaud. Aunque se había avanzado notablemente en el sentido de sustituir el antiguo régimen feudal por un Estado moderno, sin embargo, aún no había desaparecido la organización feudal, que se desarrolló más en la Saboya que en el Piamonte, con grandes y poderosas casas señoriales, afincadas en los cerrados valles alpinos con escasos centros urbanos.
   Amadeo VIII de Saboya, de sobrenombre "el Pacífico", consiguió en 1416 del emperador Segismundo la transformación del condado en ducado, recibiendo la solemne investidura. Destacaron en este príncipe sus inquietudes espirituales y su amor por la vida ascética, llegando a crear en la corte un acentuado ambiente de religiosidad, dentro del cual discurrieron los primeros años de vida de su nieto el Beato Amadeo IX de Saboya. Amadeo VIII "el Pacífico", después de haber llevado su casa a una altura jamás soñada en tiempos atrás, se dedicó a dejar el gobierno en manos de su hijo Luis II de Saboya y a retirarse a la vida eremítica con algunos de sus mejores amigos y fieles consejeros; fundó la Orden Militar de San Mauricio, a la que señaló como residencia un nuevo monasterio levantado por su mandato en Ripaglia, cerca de Tournon, y entró en el retiro con sus amigos el día 16 de octubre de 1434, vistiendo todos una túnica y capucha grises, llevando como distintivo un cinturón dorado y una cruz también dorada sobre el pecho. La decisión del duque de Saboya causó honda impresión en Europa, y llamó la atención de los Padres del concilio de Basilea, quienes, después de haber depuesto al Papa de Roma Eugenio IV, lo eligieron como sucesor de San Pedro. El duque aceptó la tiara y fue consagrado y coronado el 24 de julio de 1440 con el nombre de Félix V; nueve años más tarde, en bien de la paz de la Iglesia, el antipapa Félix renunció al papado en el concilio de Lausana de 1449; el nuevo pontífice Nicolás V lo preconizó cardenal obispo de Saboya y delegado apostólico en Saboya y parte de Suiza; murió en 1451 y sus huesos hallaron descanso en un magnífico monumento erigido en su nombre en la catedral de Turín.
   Su nieto, el Beato Amadeo IX de Saboya, nació en Tournon el 1 de febrero de 1435, habiendo sido el hijo primogénito de Luis II de Saboya y de Ana de Lusiñán, hija del rey de Chipre. La dulcedumbre del lago de Ginebra, al pie de cuyas colinas se alza el pequeño pueblo de Tournon, comunicó al joven Amadeo su encanto y su poesía, y las cimas nevadas del San Bernardo Y del Monte Blanco infundieron en su alma el amor por todo lo cándido y puro. Sus cristianos padres lo educaron en el santo temor de Dios, juntamente con sus otros diecisiete hermanos. Muy pronto se manifestaron en el príncipe los piadosos sentimientos y una natural inclinación hacia la virtud; de niño, cuando jugaba y paseaba por los jardines de su palacio, gustaba de hincarse de rodillas y elevar sus manos y sus ojos al cielo, dirigiendo a Dios fervorosas jaculatorias; de joven, se apartaba del fastuoso brillo de la corte, prefiriendo la conversación con los pastores y la meditación en la pasión de Jesucristo, arrasándosele los ojos de lágrimas al contemplar el crucifijo. Su semblante siempre risueño, sus maneras apacibles, su estilo a la vez humano y majestuoso, le hicieron muy pronto dueño de todos los corazones. El Beato Amadeo de Saboya tuvo desde los primeros años de su juventud aquélla dulzura, aquel encanto e irresistible simpatía que desprende la santidad verdadera; sin votos de religión, sin hábitos sacerdotales, en medio del bullicio de una corte europea del medioevo, supo llevar a la práctica aquel mandamiento de Jesucristo: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto"; porque la santidad puede y debe hacerse en todos los lugares y tiempos, y en todos los modos de vida, acomodando nuestra voluntad a la voluntad de Dios y guardando sus santos preceptos.
   Después del tratado de Cleppié (1453), a los diecisiete años de edad, Amadeo IX de Saboya contrajo matrimonio con Violante de Valois, también conocida con el nombre de Yolanda de Saboya, hija del rey de Francia Carlos VII y hermana del más tarde también rey de Francia Luis XI, de la cual estaba prometido desde la cuna (1436). Fue Violante una mujer afectuosa, fiel y amante de su casa y familia; ambos esposos estuvieron desde un principio muy unidos, no sólo en la comunidad de vida, sino principalmente en la rectitud de conciencia y en idénticos sentimientos. La castidad matrimonial fue fecunda, habiendo nacido del amor conyugal nueve hijos, a los que sus padres supieron legar, además de los bienes de fortuna, su religión y virtud; una de sus hijas subió a los altares con el nombre de Beata Luisa de Saboya, la cual, muerto su marido, se encerró en un convento de clarisas, siendo autorizado su culto por el Papa Gregorio XVI.
   En el año 1465 el Beato Amadeo IX de Saboya sucedió a su padre en el trono, y con este motivo las virtudes que adornaron al príncipe alcanzaron mayor brillo con la diadema. Desde un primer momento, sabedor de que toda autoridad y poder viene de Dios, se esforzó en imponer en la corte sus piadosas tendencias, volviendo la vida cortesana a lograr el mismo o mayor nivel de religiosidad que tuvo en los tiempos de su abuelo Amadeo VIII "el Pacífico". El ejemplo de los príncipes es siempre poderoso y eficaz en la mejoría de las costumbres; el modo de vida del Beato Amadeo de Saboya impuso en todos sus vasallos un sello tan fuerte de honradez, que por mucho tiempo se vio el vicio desamparado en todos sus Estados. La falta de compostura en el templo, el hablar con menosprecio de la religión, las conversaciones licenciosas en la corte, eran motivo suficiente para incurrir en la desgracia del príncipe, quien siempre se mostró resoluto e intransigente cuando estuvieron por medio los intereses de Dios. Fue norma constante en su vida de gobierno el anteponer el servicio de Dios a todas las restantes cosas. No hubo a la sazón corte más brillante ni mejor arreglada en toda Europa; reinando la paz y la justicia con todos sus derechos, y extendiéndose la vigilancia del príncipe a todos sus Estados con segura política interior.
   Argumento singular de santidad en el Beato Amadeo de Saboya fue su amor a los pobres; teniendo delante de los ojos aquellas palabras de Jesucristo: "Lo que hiciereis con los necesitados, conmigo lo hacéis", solía repetir, para justificar sus afanes en favor de los desvalidos: "Me conduelo tanto de los pobres, que al verlos no puedo contenerlas lágrimas. Si no amase a los pobres, me parecería que no amaba a Dios". Empleó mucha parte de sus riquezas en fundar hospitales y en dotar los ya existentes con mayores rentas, conservándose todavía en el Piamonte y en la Saboya numerosos vestigios de la magnificencia del caritativo príncipe. Con su propia mano atendía a los necesitados, gozando al distribuirles personalmente las limosnas, visitaba a los enfermos en sus humildes viviendas, socorriéndoles con tanto cariño y solicitud, que alguno de ellos llegó a decir, que sólo por haber sido asistido por el santo duque bendecía la hora en que Dios le había postrado en el lecho víctima de penosa enfermedad; llamábanle el padre de los necesitados, y a su palacio, el jardín de los pobres.
   La tradición nos ha conservado una simpática anécdota, que nos descubre hasta dónde llegó la caridad del corazón del Beato Amadeo de Saboya. En cierta ocasión, habiéndole preguntado un embajador de un príncipe extranjero si tenía jauría de perros y si le gustaba la caza como entretenimiento, el duque le contestó: "Tengo otros entretenimientos, en los que me ocupo con mayor placer; deseo que vea el señor embajador con sus propios ojos el, objeto de mis distracciones". Seguidamente el príncipe abrió el balcón de la sala, descubriéndose un gran patio, en el cual iban y tornaban numerosos criados atendiendo y dando de comer a más de quinientos pobres. "Ved ahí señor embajador, mis divertimientos, con los que intento conseguir el reino de los cielos". El embajador intentó diplomáticamente censurar la conducta del santo duque, y le dijo: "Muchas gentes se echan a mendigar por pereza y holgazanería". A lo que respondió el caritativo príncipe: "No permita el cielo que entre yo a investigar con demasiada curiosidad la condición de los pobres que acuden a mi puerta; porque si el Señor mirase de igual manera nuestras acciones, nos hallaría con mucha frecuencia faltos de rectitud". Replicó el embajador: "Si todos los príncipes fuesen de semejante parecer, sus súbditos buscarían más la pobreza que la riqueza". A lo que contestó el Beato Amadeo, de Saboya: "¡Felices los Estados en los que el apego a las riquezas se viera por siempre desterrado! ¿Qué produce el amor desordenado de los bienes materiales, sino orgullo, insolencia, injusticia y robos? Por el contrario, la pobreza tiene un cortejo formado por las más bellas virtudes". Añadió el embajador: "En verdad que vuestra ciencia, en relación con los restantes príncipes de este mundo, es totalmente distinta; porque en todas partes es mejor ser rico que pobre, pero en vuestros Estados los pobres son los preferidos". Continuó el santo duque: "Así lo he aprendido de Jesucristo. Mis soldados me defienden de los hombres; pero los pobres me defienden delante de Dios". Ningún otro príncipe rayó a tanta altura en el ejercicio de la caridad; un día sus ministros le advirtieron que el tesoro se hallaba exhausto a causa de tantas limosnas, y el santo no dudó un momento en entregarles el rico collar de la orden militar que llevaba sobre su pecho, para remediar las necesidades más urgentes de los pobres que acudían a su palacio. Fue siempre clemente y compasivo, sin que estas cualidades le desviaran en ningún caso de la justicia, que administraba con entera rectitud.
   Pero quiso Dios probar su virtud con diferentes y graves adversidades, purificando el alma de su siervo como oro en crisol, para que resplandeciera mayormente su santidad. Porque la virtud tanto más vale, cuanto mayor esfuerzo significa; por ello la santidad es patrimonio de almas heroicas, aunque ayudadas siempre de la gracia divina. Durante toda la vida se vio el Beato Amadeo de Saboya atormentado por frecuentes ataques de epilepsia; esta enfermedad, tan sensible como vergonzosa por los impropios movimientos que causan las contorsiones, le sirvió para ejercitarse en la paciencia cristiana, aceptando con alegría la voluntad del cielo. Solía repetir: "Nada más útil para los grandes y poderosos, que las dolencias habituales, que les sirven de freno para reprimir la vivacidad de las pasiones y templan las dulzuras de esta vida con una amargura saludable". Por razón de esta dolencia, los enfermos atacados de epilepsia vienen acudiendo en sus súplicas al Beato Amadeo de Saboya, desde el momento de su muerte, como a especial abogado, encontrando eficaz ayuda y remedio para su mal.
   Otra fuente de numerosos sinsabores y grandes amarguras para el Beato Amadeo de Saboya fue la defensa de sus Estados, en tiempos en que la ambición de los príncipes multiplicaba las guerras. Rico de virtudes personales, pero pobre de salud, el santo duque hubiera abdicado si la duquesa Yolanda, mujer de gran energía, no se lo hubiera impedido, para asegurar la sucesión de sus hijos, ocupándose ésta directamente del gobierno de Estado por encomienda de su esposo. Conocedores de esta situación de aparente debilidad, algunos príncipes de los Estados colindantes intentaron incrementar sus dominios a costa de la casa de Saboya, e incluso algún familiar del santo duque pretendió destronarlo para ceñirse la corona ducal; unos y otros tropezaron con la entereza del Beato Amadeo de Saboya en la defensa de sus derechos, quien supo poner remedio pacífico a violentas situaciones con la magnanimidad de su corazón. Concedió inmediatamente la libertad al duque Galeazzo María Sforcia, tan pronto como supo que sus soldados lo habían arrestado, sorprendiéndolo al atravesar disfrazado las tierras de Saboya, cuando regresaba desde Francia a sus Estados; sin embargo, no pudo conseguir la amistad del duque, desde antiguo enemigo de la casa de Saboya. Años más tarde, cuando el marqués de Monferrato rechazó el derecho del Beato Amadeo IX de Saboya al homenaje, reclamado en conformidad con el tratado de 1412, dando con ello origen a la guerra en el Piamonte, el duque de Milán, Galeazzo María Sforcia, intervino a favor del marqués; la duquesa Yolanda se alió con Borgoña y Venecia, nombró capitán general de sus tropas a Felipe de Bressa, hermano del duque de Saboya, y logró ayuda de su hermano Luis XI de Francia; mas otra vez el bondadoso corazón del Beato Amadeo se interpuso a favor del duque de Milán, firmó con él nuevos tratados, le dio como esposa a su hermana menor Bona de Saboya, logrando una paz definitiva en 1468. Felipe de Bressa, de carácter levantisco e inquieto, apoyado por el duque de Borgoña, intentó apoderarse del Estado, asediando a Montmélian en 1471, donde se encontraba la corte; pero tan sólo pudo hacer prisionero a su hermano Amadeo, mientras Yolanda se refugiaba en Grenoble, salvando a sus hijos en Francia; la intervención de Luis XI de Francia y la presión diplomática de Milán y Suiza hicieron el acuerdo; Felipe de Bressa dejó que Amadeo retornase con su mujer, devolvió las fortalezas, y obtuvo para sí la lugartenencia por benigna concesión de su hermano ya enfermo de muerte. Yolanda de Saboya condujo ahora al príncipe al Piamonte, estableciéndose en la ciudad de Verceli, en otros tiempos de la corona de Saboya, pero a la sazón en poder del duque de Milán, amparándose en la protección del duque.
   Rodeado de tantas desventuras, el Beato Amadeo de Saboya fortalecía la entereza de su carácter y la bondad de su corazón con los consuelos de la religión; muchas veces fue a pie, acompañado de su esposa, a Chambery, para tributar culto al Santo Sudario, que se venera en aquella ciudad; fue muy devoto de la Santísima Virgen, a la que llamaba su Señora y a la que honraba con frecuentes devociones; hizo a Roma de incógnito una visita, encontrando en aquellos santos lugares paz para su alma e incremento de su piedad, dejando en la iglesia de San Pedro y en otras de la Ciudad Eterna ricos presentes.
   Consumido, en fin, a violencias de tantos rigores, conociendo cercano su acabamiento, llamó a su presencia a los principales señores de su corte, nombró regente de sus Estados a la duquesa, su mujer, fiel compañera, e hizo testamento político con estas palabras: "Mucho os recomiendo a los pobres, derramad sobre ellos liberalmente vuestras limosnas, y el Señor derramará abundantemente sobre vosotros sus bendiciones; haced justicia a todos sin acepción de personas; aplicad todos vuestros esfuerzos para que florezca la religión y para que Dios sea servido". Este fue su testamento, y también el programa de su política durante los pocos años de su reinado. Murió en Verceli en el año 1472 en el día 31 de marzo, fecha en que la Iglesia celebra su fiesta. La noticia de su muerte puso fin a las procesiones públicas rogativas, llevando el luto a todos los lugares de la Saboya y el Piamonte. Fue sepultado en la románica iglesia de San Eusebio de Verceli, debajo de las gradas del altar mayor, confirmando el cielo con numerosos milagros la fama de santidad que ya en vida gozaba Amadeo IX de Saboya.
   Su compaisano San Francisco de Sales un siglo más tarde, haciendo viaje a Roma, quiso pasar por Verceli, para rezar delante de las reliquias del siervo de Dios Amadeo, encontrando alegría para su alma en la iglesia de San Eusebio; y testigo del vivo culto popular, alimentado con los muchos prodigios acaecidos junto a su sepulcro, rogó al papa Paulo V que fuese canónicamente reconocido; pero fue otro siglo después cuando el papa Beato Inocencio XI concedió a Amadeo IX de Saboya los honores de la beatificación, y dio licencia para que se rezase oficio y se dijese misa en su honra dentro de los dominios del duque de Saboya y dentro de Roma en la iglesia de la nación. En el largo espacio de cinco siglos no se ha entibiado la devoción de los pueblos hacia el santo duque, existiendo en la actualidad en casi todos los lugares del antiguo ducado de Saboya numerosos testimonios del culto popular.
   Uno de sus sucesores, Carlos Manuel I (1580-1630), durante su reinado mandó acuñar algunas monedas de plata con la efigie del Beato Amadeo, rodeada de la siguiente inscripción: "Bendice a tu descendencia"; el pueblo llamó a las monedas mayores de nueve florines "Beatos Amadeos", y a las monedas más pequeñas de tres florines simplemente "beatas", nombre que sirvió durante mucho tiempo para designar en general a todas las monedas de plata de pequeño tamaño en los países de Europa.
DOROTEO FERNÁNDEZ RUÍZ


*Año Cristiano, Tomo I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1966.

30/III/+2020 SAN JUAN CLÍMACO, Abad

30 de marzo
SAN JUAN CLÍMACOAbad
El mundo pasa con su concupiscencia.
Mas el que hace la voluntad de Dios
permanece eternamente.

(1 Juan, 2,17).

   San Juan Clímaco subió al cielo por la escala que nos presenta, pues todo lo que enseña en su hermoso libro titulado Escala Espiritual, él mismo lo practicó. Dejó el mundo y se hizo monje a la edad de 16 años. Su vida desde entonces fue una mortificación continua. Empleaba su tiempo en llorar sus pecados, en conversar con Dios, o bien en componer libros destinados a instruir y edificar al prójimo. Fue nombrado abad del Monte Sinaí, y murió a la edad de 80 años apenas transcurrida la primera mitad del siglo VII.

MEDITACIÓN
SOBRE LOS TRES GRADOS
DE LA SUBIDA HACIA DIOS

I. El primer grado de la perfección es el des precio del mundo y de todo aquello que ama el mundo: honores, placeres y riquezas. Vanos son los honores del mundo; criminales sus placeres; peligrosas sus riquezas. ¡Qué difícil es llegar a este grado! ¡Cuánta virtud se necesita para pisotear lo que adoran los hombres! Pero, lo que es difícil no es imposible. sobre todo si consideran que el mundo pasa con su concupiscencia, y que es preferible abandonarlo a él antes que ser por él abandonados.
   
II. El segundo grado es la abnegaci6n de uno mismo. Has de renunciar a tus placeres, a tus más, caras inclinaciones, a tu propia voluntad, has de triunfar de ti mismo en todo. Fácil es decirlo, pero difícil hacerlo. Es necesario, sin embargo, porque nada harías abandonando el mundo, si no renuncias a ti mismo. Es pues menester que, en adelante, sea mi propio enemigo, que me declare la guerra, que luche contra todas las inclinaciones de la naturaleza corrompida.

III. El tercer grado es la conformidad con la voluntad de Dios en todo y en cualquier parte. Si llegaste ya a este estado, di que has encontrado un paraíso en este mundo; serás feliz y habrás encontrado todas las virtudes. Dios mío, enseñadme a hacer vuestra santa voluntad. Si Vos no me enseñáis este secreto, haré yo mi propia voluntad y Vos me abandonaréis; no seréis mi Dios mientras sea yo mi señor. (San Agustín).

El deseo de la perfección
Orad por los que tienen vocación religiosa.

ORACIÓN
 Haced, Señor, os suplicamos, que la intercesión de San Juan Clímaco, abad, nos torne agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus ruegos lo que no podemos esperar de nuestrosmé ritos. Por J. C. N. S. Amén.

29/III/+2020 MISA DEL PRIMER DOMINGO DE PASIÓN

PRIMER DOMINGO DE PASIÓN

Estación en San Pedro
(Doble de 1ª clase - Ornamentos morados )

IntroitoPs. 42, 1-2 
 INTROITUS Ps. 142 -  Judica me, Deus, et discernere causam meam de gente non sancta: ab homine iniquo et doloso eripe me: quia tu es Deus meus et fortitudo mea. - Ps. Ibid. 3 Emitte lucem tuam et veritatem tuam: ipsa me deduxerunt et adduxerunt in montem sanctum tuum et in tabernacula tua.Introito - Júzgame, Dios mío, y separa mi causa de la de una nación impía: del hombre inicuo y falaz líbrame; porque tú eres mi Dios y mi fortaleza. Envía tu luz y tu verdad: ellas me guiaron y condujeron a tu santo monte y a tus tabernáculos. Júzgame
Oración-Colecta
  ORATIO - Quaesumus, omnipotens Deus, familiam tuam propitius respice: ut, te largiente, regatur in corpore; et, te servante, custodiatur in mente. Per Dominum
   R. Amen
  
    Rogámoste, oh Dios . Todopoderoso, mires propicio a tu familia, para que con tu gracia sea dirigida en el cuerpo, y con tu protección sea guardada en el alma. Por Nuestro Señor, etc.   R. Amen.
Epístola
EPISTOLA   Lectio Epistolae beati Pauli apostoli ad Hebraeos (IX, 11-15  - Fratres: Christus assistens pontifex futurorum, per amplius et perfectius tabernaculum non manufactum, id est non hujus creationis, neque per sanguinem hircorum aut vitulorum sed per proprium sanguinem, introivit semel in Sancta, aeterna redemptione inventa. Si enim sanguis hircorum et taurorum, et cinis vitulae aspersus, inquinatos santificat ad emundationem carnis; cuanto magis sanguis Christi, qui per Spiritum Sanctum semetipsum obtulit immaculatum Deo, emundabit conscientiam nostram ab operibus mortuis ad serviendum Deo viventi? Et ideo novi testamenti mediator est: ut morte intercedente, in redentionem earum praevaricationum quae erant sub priori testamento, repromissionem accipiant qui vocati sunt aeternae hereditatis, in Christo Jesu Domino nostro.   Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Hebreos: (Hebr. 9, 11-15) -  Hermanos: Habiendo  venido Cristo como Pontífice de los bienes futuros, atravesó por un tabernáculo más excelente y más perfecto, no hecho a mano, esto es, no de fábrica semejante a la nuestra, ni con sangre de machos cabríos, ni de becerro sino que con la sangre propia entró una sola vez para siempre en el santuario, consiguiendo una redención eterna. Porque si la sangre de los machos cabríos, de lo toros, y la ceniza esparcida de la ternera santifica a los inmundos en orden a purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo el cual a impulsos del Espíritu Santo se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios limpiará nuestra conciencia de las obras muertas de los pecados para servir al Dios vivo? Y por esto Jesús es Mediador de un Nuevo Testamento para que interviniendo su muerte para expiación aun de aquellas prevaricaciones cometidas en tiempo del primer Testamento, reciban la herencia eterna los que han sido llamados en Jesucristo) Señor nuestro. 
Salmodia
    GRADUALE Ps. 142, 9 et 10 Eripeme, domine, de inimicis meis: doce me facere voluntatem tuam. V Ps. 17, 48-49. Liberator meus, Domine, de gentibus iracundis: ab insurgentibus in me exaltabis me: a viro inicuo eripies me.   Tractus V. (Ps. 128, 1-4Saepe expugnaverunt me a juventute mea. V. Dicat nunc Israël: saepe expugnaverunt me a juventutem mea. V. Etenim non potuerunt mihi: supra dorsum meum fabricaverunt peccatores. V. Prolongaverunt iniquitates suas: Dominus justus concidit cervices peccatorum.   Gradual - Sal. 142 - Líbrame, de mis enemigos: enséñame a hacer tu voluntad. Señor, Tú que me libras de las gentes malvadas; Tú me ensalzarás sobre los que se levantan contra mí; del hombre malvado me librarás.Tracto -  Muchas veces me combatieron desde mi juventud. Dígalo ahora Israel: muchas veces me combatieron desde mí juventud. Pero no prevalecieron sobre mí. Sobre mis espaldas fabricaron los pecadores. Me hicieron sentir largo tiempo su crueldad; pero el Señor cortó la cerviz de los pecadores.
Evangelio
USequéntia sancti Evangélii secúndum Joanem. Jn 8, 46-59. In illo témpore: Dicebat Jesus turbis Judaeorum: Quis ex vobis arguet me de peccato? Si veritatem dico vobis, quare non creditis mihi? Qui ex Deos est, verba Dei audit. Propterea vos non auditis, quia ex Deo non estis. Responderunt ergo Judaei, et dixerunt ei: None bene dicimus nos, quia Samaritanus es tu, et daemonium habes? Respondit Jesus: Ego daemonium non habeo: sed honorifico Patrem meum, et vos inhhonorastis me. Ego autem non quaero gloriam meam: est qui quaerat, et judicet. Amen, amen dico vobis: si quis sermonem meum servaverit, mortem non videbit in aeternum. Dixerunt ergo Judaei: Nunc cognovimus quia daemonium habes. Abrham mortuus est, et prophetae; et tu dicis: Si quis sermonem meum servaverit, non gustabit mortem in aeternum. Numquid tu major es patre nostro Abraham, qui mortuus est? et prophetae mortui sunt. Quem teipsum facis? Respondit Jesus: si ego glorifico meipsum, gloria mea nihil est: est Pater meus, qui glorificat me, quem vos dicitis quia Deus vesterest, et non cognovistis eum: ego autem novi eum: et si dixero, quia non scio eum, ero similis vobis, mendax. Sed scio eum, et sermonem ejus servo. Abraham pater vester exsultavit, ut videret diem meum: vidiit. et gavius est. Dixerunt ergo Judaei ad eum: Quinquaginta annos nondum habes, et Abraham vidisti? Dixit eis Jesus: amen, amen dico vobis, antequam Abraham fieret, ego sum. Tulerunt ergo lapides, ut jacerent in eum; Jesus autem abscondit se, et exivit de templo. Credo.  Continuación del Santo Evangelio según San Mateo ( Juan 8, 46-59) - En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas de los judíos: "¿Quién de vosotros me con- vencerá. de pecado? ¿Si os digo la verdad, por qué no me creéis? El que es de Dios, oye las palabras de Dios. Por eso, vosotros no las oís, porque no sois de Dios". Los judíos respondieron: "¿No decimos bien que eres un samaritano, y que estás endemoniado?" Jesús respondió: "Yo no estoy poseído del demonio, sino que honro a mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado a mí. Pero yo no busco mi gloria: hay quien la promueva y la vindique. En verdad, en verdad, os digo que quien observare mi doctrina, no morirá. jamás." Los judíos le dijeron: "Ahora conocemos que estás poseído de algún demonio. Abrahán murió, y los profetas, y tú dices: 'Quien observare mi doctrina no morirá. eternamente'. Por ventura, ¿eres mayor que nuestro padre Abrahán, el cual murió, que los profetas, que también murieron? Tú, ¿por quién te tienes?" Jesús les respondió: "Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada vale; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios, y no le conocéis; mientras que yo le conozco. y si dijese que no le conozco, sería tan mentiroso como vosotros. Mas, le conozco, y observo sus palabras. Abrahán, vuestro Padre, deseó con ansia ver mi día. Lo vió, y gozó mucho". Y los judíos le dijeron: "¿Aun no tienes cincuenta años, y has visto a Abrahán?" Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo, que antes que Abrahán fuera criado, existo yo." Tomaron entonces piedras para lanzárselas, mas, Jesús, se escondió, y salió del templo. Credo.   
    OFFERTORIUM Ps. 92 Confitebor tibi, Domine, in toto corde meo: retribue servo tuo; vivam, et custodiam sermones tuos: vivifica me secundum verbum tuum, Domine   Ofertorio -  Te alabaré, Señor, con todo mi corazón: da el premio a tu siervo; viviré y guardaré tus palabras: dame vida según tu promesa.
Oración-Secreta
    Haec  munera, quaesumus, Domine, et vincula nostrae provitatis absolvant, et tuae nobis misericordiae dona concilient. Per Dominum nostrum.  Rogámoste, Señor,  que estos dones, no sólo rompan los vínculos de nuestra maldad, sino que nos atraigan los dones de tu misericordia. Por Nuestro Señor, etc.  
Prefacio de Pasión y de la Santa Cruz
    Vere dignum et justum est, aequum et salutare nos tibi semper, et ubique gratias agere: Domine sancte, Pater omnipotens, aeterne Deus. Qui salutem humani generis in ligno Crucis constituisti: ut unde mors oriebatur, inde vita resurgeret: et qui in kigno vincebat, in ligno quoque vinceretur: per Christum Dominum nostrum. Per quem majestatem tuam laudant Angeli, adorant Dominationes, tremunt Potestates. Caeli caelorumque Virtutes ac beata Seraphim, socia exultatione concelebrant. Cum quibus et nostras voces, ut admitti jubeas deprecamur, supplici confessione dicentes:  Sanctus, Sanctus, Sanctus, etc.   Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, el darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor Santísimo, Padre Todopoderoso, Dios Eterno: Que pusiste la salvación del género humano en el árbol de la cruz, para que de donde salió la muerte, de allí renaciese la vida, y el que en un árbol venció, en un árbol fuese vencido; por Cristo, Nuestro Señor. Por quien los Ángeles alaban a tu Majestad, las Dominaciones la adoran, la temen las Potestades. Los cielos, y las Virtudes de los cielos, y los Serafines, con recíproca alegría la celebran. Rogámoste, que con sus alabanzas, recibas las nuestras, diciendo con humilde confesión: Santo, Santo, Santo etc.
   COMMUNIO  Hoc corpus, quod pro vobis tradetur: hic calix novi testamenti est in meo sanguine, dicit Dominus: hoc facite, quotiescumque sumitis, in meam commemorationem.
   Comunión. - Este es el Cuerpo que será entregado por vosotros; este Cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre, dice el Señor: "Haced esto cuantas veces lo toméis, en memoria mía".
Oración-Postcomunión
     POSTCOMMUNIO - Adesto nobis, Domine Deus noster: et quos tuis mysteriis recreasti, perpetuis defende subsidiis. Per Dominum nostrum Jesum Christum   Atiéndenos, Señor Dios nuestro, y defiende con perpetuos auxilios a los que has restaurado con tus Misterios. Por Nuestro Señor. etc

29/III/+2020 SAN LUDOLFO, Obispo de Ratzeburgo

29 de marzo
SAN LUDOLFO, Obispo de Ratzeburgo
(1250)

   Aunque en realidad San Ludolfo no murió por la fe, es a menudo honrado como mártir, porque soportó pacientemente la persecución, la desgracia y el destierro por la expansión y libertad de la Iglesia. Fue canónigo regular de la Orden Premonstratense y se le eligió obispo de Ratzeburgo en 1236. Conti nuó llevando la vida de un monje y dio la regla de San Norberto a su capítulo catedral; construyó y dotó al monasterio benedictino para monjas de Rehna, que por largo tiempo conservó y veneró su memoria. Tuvo a menudo dificultades con el duque Alberto de Sachsen-Lauenberg, que lo encarceló, maltrató y finalmente lo desterró. En Wismar, sin embargo, fue recibido, y atendido hospitalariamente por el duque Juan el Teólogo. Murió en 1250, a resultas del mal trato recibido con anterioridad. San Ludolfo fue canonizado en el Si glo XIV y es venerado en Wismar y en Mecklenburg.
   Ver Acta Sanctorum, marzo, vol. III, y el Kirchenlexikon, s. v. Ratzeburg.




*Vidas de los Santos, de Butler. Vol. I, ed. 1964

29/III/+2020 SAN BERTOLDO, Monje

29 de marzo
SAN BERTOLDO, Monje
(1195)

   Según autoridades posteriores e indignas de confianza, San Bertoldo nació en Limoges y estudió teología en París, donde fue elevado al sacerdocio. Con su pariente Aimerico, que después llegó a ser patriarca latino de Antioquía, acom pañó a los cruzados hacia el oriente y, se encontraba en Antioquía en el tiempo en que ésta fue sitiada por los sarracenos. Se dice que tuvo una revela ción divina, por la que se le dio a conocer que el sitio de la población era un castigo por los pecados y especialmente por la vida licenciosa de los soldados cristianos. Bertoldo se ofreció en sacrificio e hizo voto de que si los cristianos eran salvados de ese gran peligro, dedicaría el resto de su vida al servicio de la Santísima Virgen. En una visión se le apareció Nuestro Señor acompañado de Nuestra Señora y San Pedro, llevando en sus manos una gran cruz lumi nosa; el Salvador se dirigió a Bertoldo y le habló de la ingratitud de los cristianos, en pago por todas las bendiciones que habían llovido sobre ellos. Debido a las insistencias y advertencias del santo, los ciudadanos y los soldados fueron movidos a penitencia. Aunque estaban débiles por los ayunos y priva ciones, salieron completamente victoriosos cuando tuvo lugar el siguiente asal to y la ciudad y el ejército fueron liberados. Todo esto, sin embargo, es una leyenda.
   Lo cierto es que por los esfuerzos de un Bertoldo, pariente del patriarca Aimerico, se formó una congregación de sacerdotes en el Monte Carmelo. Se dice que Bertoldo llevó a su comunidad muchos de los dispersos ermitaños latinos que habían habitado anteriormente en la comarca. Más aún, gracias a su desprendimiento y santidad, fue un ejemplo para la Orden de los Carme litas, de la que es llamado a menudo fundador. Parece haber sido probable mente su primer superior, y haber sido alentado por Aimerico, quien nunca fue, como se ha afirmado, legado de la Santa Sede. La vida de Bertoldo trans currió, en gran parte, en la oscuridad y no hay mucho que relatar acerca de él, excepto el haber emprendido la construcción y reconstrucción de edificios monásticos y el haberlos dedicado en honor del profeta Elías. Así lo informó después Pedro Emiliano al rey Eduardo I de Inglaterra, en una carta fechada en 1282. San Bertoldo gobernó la comunidad por cuarenta y cinco años y pa rece haber permanecido allí hasta el tiempo de su muerte, que ocurrió alrede dor del año 1195.
   El padre Papebroch el bolandista, escribiendo en el Acta Sanctorum, marzo, vol. III, sostenía que San Bertoldo fue el primer superior de la orden carmelitana y que los ermitaños que él reunió a su alrededor no tenían más comunicación con EIías, que el hecho de haber vivido cerca del Monte Carmelo y haber venerado su memoria. Esta afirmación llevó a una deplorable y acre controversia que ya ha durado más de dos siglos, pero todos los estudiosos están de acuerdo en que la opinión del bolandista estaba plenamente justifica da. Falta evidencia histórica que pueda establecer cualquier clase de conti nuidad entre el grupo de ermitaños carmelitas de San Bertoldo y los "Hijos de los Profetas".
   Ver B. Zimmennan, Monumenta Historica Carmelitana, pp. 269-276, en la Catholic Encyclopedia, vol. III, pp. 354-356, y an DTC., vol. II, cc. 1776-1792; el Acta Sanctorum, marzo, vol. III; Analecta Ord. Carmel, vol. III, pp. 267-368 ss; C. Kopp, Elias und Chris tentum aul dem Karmel (1929); y Fr. Francois, Les plus vieux téxtes du Carmel (1945).



*Vidas de los Santos, de Butler. Vol. I, ed. 1964

29/III/+2020 SANTOS MARCO y CIRILO, Mártires

29 de marzo
SANTOS MARCO y CIRILO, Mártires
(365)

   La Iglesia oriental conmemora en este día a San Marco, obispo de Aretusa en el Monte Líbano. Baronio, en el Martirologio Romano, substituyó a San Cirilo de Heliópolis, excluyendo a Marco como a un maestro de dudosa ortodoxia. La confesión de fe de San Marco es en sí misma intachable, pero entre los anate mas que le siguen hay un pasaje ambiguo que puede fácilmente entenderse en sentido herético. Probablemente se debe a que ha sido incorrectamente trans mitido y los bolandistas han vindicado la ortodoxia del obispo. De todas mane ras, los encomios que le tributan San Gregorio Nazianceno, Teodoreto y Sozome no al relatar sus sufrimientos, nos hacen concluir que aun cuando se manchó en algún tiempo con el semiarrianismo, se adhirió en seguida a la estricta ortodo xia y expió completamente cualquier anterior vacilación.
   Durante el reinado del emperador Constantino, Marco de Aretusa demo lió un templo pagano y construyó una iglesia, convirtiendo a muchos a la fe cristiana. Al hacer esto, se granjeó el resentimiento de la población pagana, que, sin embargo, no pudo vengarse mientras el emperador fuera cristiano. Su oportunidad llegó cuando Juliano el Apóstata ocupó el trono y proclamó que todos aquellos que hubieran destruido templos paganos deberían reconstruirlos o pagar una fuerte multa. Marco, que no podía ni quería obedecer, huyó de la furia de sus enemigos, pero enterándose de que algunos de sus fieles habían sido aprehendidos, regresó y se entregó. El anciano fue arrastrado por los cabe llos a lo largo de las calles, desnudado, azotado, arrojado en una sentina de la ciudad y después entregado al arbitrio de jóvenes escolares para que lo punzaran y desollaran con agudos estiletes. Ataron sus piernas con correas tan apretadas, que le cortaron la carne hasta el hueso, y le arrancaron las orejas con pequeños cordeles. Finalmente, lo untaron de miel y encerrándolo en una especie de jau la, lo suspendieron en alto al medio día, bajo los ardientes rayos del sol de verano, para que fuera presa de las avispas y moscones. Conservó tanta calma en medio de sus sufrimientos, que se mofó de sus verdugos por haberlo elevado más cerca del cielo, mientras ellos se arrastraban sobre la tierra. A la larga, la furia del pueblo se tornó en admiración y lo dejaron en libertad, en tanto que el gobernador acudía a Juliano para recabar su perdón. Eventualmente,
el emperador lo concedió, diciendo que no era su deseo dar mártires a los cris tianos. Aún el retórico pagano, Libanio, parece haberse dado cuenta de que la crueldad que provocó tal heroísmo solamente fortaleció la causa cristiana, imploró a los perseguidores que desistieran en su persecución. Nos cuenta el historiador Sócrates que la población de Aretusa quedó tan impresionada con la fortaleza del obispo, que muchos pidieron ser instruidos en una religión capaz de inspirar tal firmeza, y que muchos de ellos abrazaron el cristianismo. Así, Marco fue dejado en paz hasta el fin de su vida y murió durante el rei nado de Joviano o el de Valente. San Cirilo fue diácono de Heliópolis, ciudad cercana al Líbano. Durante el reinado de Constancio, destruyó muchos ídolos y se mereció el odio de la población pagana. Al advenimiento de Juliano, los paganos se lanzaron contra él y le dieron muerte, desgarrándole el vientre y, según se cuenta, devorándole el hígado.
   Ver el Acta Sanctorum, marzo, vol. III, y Delehaye, Synax. Constant., pp. 565-568.



*Vidas de los Santos, de Butler. Vol. I, ed. 1964

29/III/+2020 SANTOS JONÁS y BARAQUISIO, Mártires

29 de marzo
SANTOS JONÁS y BARAQUISIO, Mártires
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   Al tiempo que Sapor, rey de Persia, perseguía cruelisimamente a los cristianos, vivían en una aldea llamada Jasa dos hermanos llamados Jonás y Baraquisio, los cuales llegando a la villa que se llama Baraiaboth, fueron a visitar a los cristianos que estaban presos y hallaron nueve que estaban ya condenados a muerte. Y viéndolos muy atormentados y maltratados, les dijeron: "Hermanos, no temamos cosa alguna; en nombre de nuestro Jesús crucificado, sustentemos una batalla para alcanzar la sempiterna corona". Animados con estas palabras los santos presos, padecieron el martirio y recibieron la palma y vestidura inmortal de la gloria. Después de esto fueron acusados los dos santos hermanos ante unos crueles magos que hacían oficio de jueces, los cuales les intimaron obediencia al rey, y reverencia al sol, al fuego y al agua. "No tengo que ver, dijo Jonás, con el sol, luna ni estrellas, ni con el fuego ni el agua, que son vuestros dioses, ni es Sapor ningún rey inmortal para que se haya de obedecer más que al verdadero Dios. Sólo creo en el Padre, Hijo y Espíritu Santo; verdadera Trinidad que conserva todo el universo". Mucho se enojaron los magos oyendo esto; y luego mandaron que le atasen un pie a una cuerda y lo pusiesen desnudo al hielo toda la noche. Venido el día siguiente, llamaron a Baraquisio, a quien tenían apartado de su hermano, y le dijeron que por qué no sacrificaba a los dioses como ya lo había hecho su hermano Jonás. San Baraquisio dijo: "Lo que ha hecho mi hermano haré también yo" y añadió que mentían en todo, porque la verdad a quien seguía, no le dejaría a su hermano hacer un nefando sacrificio. Irritáronse los mentirosos jueces con esta respuesta, y para que no hablase más, le hicieron beber plomo derretido, y le volvieron a
 la cárcel dónde le tuvieron colgado de un pie. Trajeron luego ante sí a Jonás y y dijéronle: "¿Cómo  te ha ido esta noche con la helada? Tu hermano Baraquisio ha negado a tu Dios, y tu, obstinado, aún persistes en tu parecer?" Respondió e] mártir: "Creedme, reales príncipes, que jamás mi Dios me había dado noche tan sosegada y tan buena; y sé también para mi consuelo, -que mi hermano ha negado al demonio y que ha estado firme en Cristo". Mandaron. traer los magos un husillo y prensa y le prensaron como hacen con el orujo, rompiéndole todos los huesos, y de esta manera el invictísimo y glorioso Jonás entregó su bendita alma al Señor. Concluido esto atormentaron de varias maneras a sú hermano Baraquisio metiéndole agudas cañas por las carnes, apretáronle después en la prensa, y le echaron pez derretida en la garganta, y con esto alcanzó como su her mano la gloria del martirio.

REFLEXIÓN
   ¿Has observado cómo en el combate de estos dos santos hermanos. querían aquellos impíos jueces apartar les de la fe con embustes y mentiras? Propias han sido siempre estas armas de los enemigos de Dios; mas los fieles servidores de Cristo los vencieron con su cristiana entereza. ¿Por qué, pues, has de hacer algún caso de las falsas razones que ahora vuelven a traer los impíos. y herejes para desquiciar a los católicos de la verdadera fe? ¿Por ventura no me rece mayor crédito Jesucristo, Señor nuestro, que todos los hombres falibles y miserables de este mundo? ¿No vale más el testimonio de la Iglesia que el de toda la turba de los impíos ignorantes y viciosos?

ORACIÓN
   Concédenos, Señor, que así como reconocemos tu fortaleza soberana en la confesión de tus gloriosos mártires. Jonás y Baraquisio, así experimentemos su poderosa intercesión ante el acata miento de tu divina Majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



*Flos Sanctorum de la Familia Cristiana (Las Vidas de los Santos y Principales Festividades del Año, ilustradas con otros tantos grabados y acompañadas de piadosas reflexiones y de las oraciones litúrgicas de la Iglesia) por P. Francisco De Paula Morell, S. J., Ed. Difusión, S. A., Buenos Aires.

INTRODUCCIÓN

Acerca de la Santa Misa