LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ
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Si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen María, ya que por medio de ella recibió a Cristo, de modo semejante le debe a San José, después de ella, una especial gratitud y reverencia. San Bernardo de Siena Sermón 2 |
No hay devoción alguna -si se exceptúa la que todo cristiano ha de profesar siempre a Jesús y a María- que sea más grata a Dios, ni más sólida en sí misma, ni más fecunda en frutos materiales y espirituales para los hombres, que la devoción al glorioso Patriarca San José. Los teólogos y santos están de acuerdo en afirmarlo.
La Seráfica Virgen, Santa Teresa de Jesús, que tantas veces había sentido su amorosa protección en el cuerpo y en el alma, se convierte en el más ferviente apóstol de esta devoción, protestando que "si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana se alargara en decir muy por menudo las mercedes que le había hecho este glorioso Santo, así ella como otras personas". (Vida, capítulo 6, n. 8).
Con todo no deja de recomendarnos, con el más vivo encarecimiento, que "aunque tengamos muchos santos por abogados, hemos de ser particularmente devotos del bendito San José, por lo mucho que alcanza de Dios" (Avisos). Trazándonos, en el capítulo sexto de Vida, el más exaltado panegírico que jamás se haya escrito en honor del Santo Patriarca, y apuntando las más eficaces razones, avaladas por su propia experiencia, para movernos a profesarle sincera y tierna devoción.
"Querría yo persuadir a todos -escribe la santa- fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona, que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan" (Vida, cap. 6, n. 7).
"No me acuerdo hasta ahora, -continúa- haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma, que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, de este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas, y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, (que como tenía nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar), así ahora en el cielo hace todo cuanto le pide" (Ibid. n.6)
"En especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas; que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los Ángeles, en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellas".
"Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome a este glorioso Santo por maestro y no errará el camino".
"Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción". (Vida, cap. 6, n. 8).
Tal es el tono encarecido, el peso de las razones, y el fogoso apasionamiento, con que la gran Doctora Mística nos recomienda la devoción al Esposo dulcísimo de María y Padre virginal de Jesús.
El mundo católico es deudor, sin disputa alguna, a la insigne Reformadora del Carmelo, del incremento y difusión que ha obtenido en la Iglesia, el culto ferviente del Santo Patriarca, a partir de aquélla fecha hasta nuestros días.
Hoy podemos decir que su devoción es, -después de Jesús y María- la devoción más tierna y universal. La devoción, en una palabra, de todo el mundo cristiano. Porque todos: teólogos y escritores, predicadores y aartistas, poetas y músicos, patronos y obreros, obispos y sacerdotes, religiosos y seglares, sanos y enfermos, ricos y pobres, hombres y mujeres, chicos y grandes, niños y ancianos, le consagran, sin distinción, las súplicas más fervientes de sus labios y los afectos más puro de su alma.
Entre las diversas prácticas, bendecidas e indulgenciadas por la Iglesia, con que las almas piadosas acostumbran a honrar al bendito Patriarca San José, merecen destacarse las siguientes:
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