INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 22 DE AGOSTO.

El Inmaculado Corazón de la B. V. María.

Doble de 2da clase.- Ornamentos blancos.


El culto litúrgico del <<Purísimo Corazón de María>> había sido ya sugerido por los Padres de la Iglesia en sus comentarios del Cantar de los Cantares: fue asociado al del Sagrado Corazón de Jesús por S. Juan Eudes en el siglo XVII. Sin embargo, no fue sino a principios del XIX cuando Pío VII comenzó a otorgar a algunos lugares una fiesta en su honor, fijándola en el Domingo después de la octava de la Asunción. Pío IX la dota de una misa y de un oficio propios (Misa Omnis gloria). Esta festividad se celebraba también, en otras partes, al Domingo o (después de la reforma del Misal en 1920 conforme al espíritu de San Pío X) al Sábado después de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. S. S  Pío XII que, el 8 de Diciembre de 1942, había consagrado el género humano al << Inmaculado Corazón de María >> extendió a toda la Iglesia, el 4 de Mayo de 1944, un nuevo oficio del << Inmaculado Corazón >> y lo fijó, no en un Domingo, sino en el mismo día de la octava de la Asunción.
Después de su entrada en los cielos, el Corazón de María sigue ejerciendo a favor nuestro su amorosa intercesión. El amor de su Corazón (Epístola) se dirige primero a Dios y a su Hijo Jesús, pero se extiende también con solicitud maternal sobre todo el género humano que Jesús le confió al morir (Evan. Com.) ; y así alabámosla por la sublime santidad de su Inmaculado Corazón (Gradual, Ofert.), rogándole (Introito, Oraciones) que nos alcance << la paz de las naciones, la libertad de la Iglesia, la conversión de los pecadores, el amor de la pureza y la práctica de las virtudes >> (Decreto del 4 de Mayo de 1944).

MISA.--  Introito, Hebr. 4, 16. 
Introitus - Adeámus cum fidúcia ad thronum grátiæ, ut misericórdiam consequámur, et grátiam inveniámus in auxílio opportúno
Ps 44:2
Eructávit cor meum verbum bonum: dico ego ópera mea regi. V. Glória Patri.
   Introito - Lleguémonos confiados al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para ser socorridos en el momento oportuno.- Ps. Eructó mi corazón una palabra buena; digo yo: mis obras son para el Rey. V. Gloria al Padre.
Oración-Colecta
  Oratio-  Omnípotens sempitérne Deus, qui in Corde beátæ Maríæ Vírginis dignum Spíritus Sancti habitáculum præparásti: concéde propítius; ut ejúsdem immaculáti Cordis festivitátem devóta mente recoléntes, secúndum cor tuum vívere valeámus.
Per Dominum nostrum Jesum Christum...

Pro Ss. Timotheo, Hippolyto et Symphoriano, Martyribus
Auxilium tuum nobis, Dómine, quǽsumus, placátus impende: et, intercedéntibus beátis Martýribus tuis Timótheo, Hippolýto et Symphoriáno, déxteram super nos tuæ propitiatiónis exténde.
Per Dominum nostrum Jesum Christum...
   Oh Dios omnipotente y eterno, que preparaste en el Corazón de la bienaventurada Virgen María una morada digna del Espíritu Santo: concédenos propicio que, celebrando devotamente la fiesta de su inmaculado Corazón, podamos vivir según tu Corazón. Por Nuestro Señor Jesucristo, etc.
R. Amen.

Por Ss. Timoteo, Hipólito y Sinforiano, Mártires.
Suplicámoste, Señor, que, aplacado, nos concedas tu auxilio, y por la intercesión de tus santos Mártires Timoteo, Hipólito y Sinforiano, extiendas sobre nosotros tu diestra propicia. 
Por Nuestro Señor Jesucristo...
   
Epístola
Lectio 
Léctio libri Sapiéntiæ.
Eccli 24:23-31
Ego quasi vitis fructificávi suavitátem odóris: et flores mei, fructus honóris et honestátis. Ego mater pulchræ dilectiónis, et timóris, et agnitiónis, et sanctæ spei. In me grátia omnis viæ et veritátis: in me omnis spes vitæ, et virtútis. Transíte ad me omnes qui concupíscitis me, et a generatiónibus meis implémini. Spíritus enim meus super mel dulcis, et heréditas mea super mel et favum. Memória mea in generatiónes sæculórum. Qui edunt me, adhuc esúrient: et qui bibunt me, adhuc sítient. Qui audit me, non confundétur: et qui operántur in me, non peccábunt. Qui elúcidant me, vitam ætérnam habébunt.
R. Deo gratias.
   Yo, como la vid, di frutos de suave olor; y mis flores son frutos de gloria y de honestidad. Yo soy Madre del amor hermoso, y del temor, y de la sabiduría, y de la santa esperanza. En mí está toda la gracia del camino y de la verdad, en mí toda la esperanza de vida y de virtud.
¡Venid a mí todos los que me deseáis, y saciaos de mis frutos! porque mi espíritu es más dulce que la miel, y mi heredad más suave que el panal; mi memoria durará por todas las generaciones de los siglos. Los que me comen tendrán todavía hambre, y los que me beben tendrán todavía sed. El que me escucha, no será confundido; y aquellos que obran por mí, no pecarán.
Los que me den a conocer, conseguirán la vida eterna.
R. Deo gratias.
Graduale -Ps 12:6
Exsultábit cor meum in salutári tuo: cantábo Dómino, qui bona tríbuit mihi: et psallam nómini Dómini altíssimi
Ps 44:18
Mémores erunt nóminis tui in omni generatióne et generatiónem: proptérea pópuli confitebúntur tibi in ætérnum. 
Luc 1:46; 1:47

Allelúja, allelúja. 
Magníficat ánima mea Dóminum: et exsultávit spíritus meus in Deo salutári meo. Allelúja.
   Gradual - Se regocijará mi corazón en tu Salvador; cantaré al Señor por los bienes que me ha hecho y alabaré el nombre del Altísimo.
Ps 44:18 Recordarán tu nombre de generación en generación: por lo cual los pueblos te alabarán eternamente.

   Aleluya, aleluya - V. Mi alma glorifica al Señor; y mi espíritu se regocijó en Dios, mi Salvador, Aleluya. 

Después de Septuagésima se omite el Aleluya con su versículo; y en su lugar se dice:

Tractus. Prov. 8, 32-35.
- Nunc ergo, filii, audíte me: Beáti qui costódiunt vias meas. Audíte disciplínam et estóte sapiéntes, et nolíte abjícecere eam. V. Beátus homo qui audit me, et qui vígilat ad fores meas quotídie, et obsérvat ad postes óstii mei. V. Qui me invénerit, invéniet vitam, et háuriet salútem a Dómino
Tractus. Prov. 8, 32-35. 
- Y ahora, hijos míos, escuchadme: dichosos los que guardan mis caminos.
Escuchad mis instrucciones, y sed cuerdos, y no queráis rechazarlas. V. Dichoso el hombre que me oye y vela a mis puertas cada día, y está de acecho en los postigos de mi puerta. V. Quien me hallare, hallará la vida, y alcanzará del Señor la salvación.

En TIEMPO PASCUAL, se deja el Gradual y se dice:

Allelúia, allelúia. V. Luc. I, 46-47.
Magníficat ánima mea Dóminum: et exsultávit spíritus meus in Deo salutári meo. Allelúia. V. Beátam me dícent omnes generatiónes, quia ancíllam húmilem respéxit Deus. Allelúia.
Aleluya, aleluya. V. Luc. I, 46-47.
Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocijó en Dios mi Salvador. Aleluya. V. Me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque miró Dios a su humilde esclava. Aleluya.

Evangelio
Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem XIX, 25-27
In illo témpore: Stabant juxta crucem Jesu mater ejus, et soror matris ejus María Cléophae, et María Magdaléne. Cum vidísset ergo Jesus matrem, et discípulum stantem, quem diligébat, dicit matri suae: Múlier, ecce filius tuus. Deínde dicit discípulo: Ecce mater tua. Et ex illa hora accépit eam discípulus in sua.-

Credo.
Continuación del Santo Evangelio según  San Juan XIX, 25-27
En aquel tiempo: Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver, pues, Jesús a su madre y al discípulo amado que estaba en pie, dice a su Madre: <<Mujer, ahí tienes a tu hijo.>> Luego dice al discípulo: <<Ahí tienes a tu Madre,>> Y desde aquella hora recibióla el discípulo en su casa.-

Credo.
   OFFERTORIUM Luc 1:46; 1:49
Exsultávit spíritus meus in Deo salutári meo; quia fecit mihi magna qui potens est, et sanctum nomen ejus.
   Ofertorio -  Mi espíritu se regocijó en Dios, mi Salvador, porque ha hecho en mí grandes cosas el que es poderoso; y su nombre es santo.
Oración-Secreta
Majestáti tuæ, Dómine, Agnum immaculátum offeréntes, quǽsumus: ut corda nostra ignis ille divínus accéndat, cui Cor beátæ Maríæ Vírginis ineffabíliter inflammávit.
Per eundem Dominum nostrum Jesum Christum...Pro Ss. Timotheo, Hippolyto et Symphoriano, Martyribus
Accépta tibi sit, Dómine, sacrátæ plebis oblátio pro tuórum honóre Sanctórum: quorum se méritis de tribulatióne percepísse cognóscit auxílium.
Per Dominum nostrum Jesum Christum...
   Al ofrecer, Señor, a tu divina majestad el Cordero inmaculado, te pedimos que inflame nuestro corazón aquel divino amor que abrasó de un modo inefable el Corazón de la santísima Virgen.
Por Nuestro Señor Jesucristo...

Por Ss. Timoteo, Hipólito y Sinforiano, Mártires.
Séate acepta, Señor, la oblación de tu pueblo fiel en honor de tus Santos, por cuyos méritos confiesa haber recibido auxilio en la tribulación. 
Por Nuestro Señor Jesucristo...

   Prefacio de la Sma. Virgen   
Praefatio 
de Beata Maria Virgine
Vere dignum et justum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubique grátias ágere: Dómine sancte, Pater omnípotens, ætérne Deus: Et te in Festivitate beátæ Maríæ semper Vírginis collaudáre, benedícere et prædicáre. Quæ et Unigénitum tuum Sancti Spíritus obumbratióne concépit: et, virginitátis glória permanénte, lumen ætérnum mundo effúdit, Jesum Christum, Dóminum nostrum. Per quem majestátem tuam laudant Angeli, adórant Dominatiónes, tremunt Potestátes. Coeli coelorúmque Virtútes ac beáta Séraphim sócia exsultatióne concélebrant. Cum quibus et nostras voces ut admitti jubeas, deprecámur, súpplici confessióne dicéntes:
Sanctus, Sanctus, Sanctus...
   Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias en todo tiempo y lugar oh Señor Santo, Padre todopoderoso y eterno Dios. Y el alabarte, bendecirte y glorificarte en la fiesta de la bienaventurada siempre Virgen María, que, habiendo concebido a tu único Hijo por virtud del Espíritu Santo, dio a luz, conservando siempre la gloria de su virginidad, a la Luz eterna, Jesucristo nuestro Señor. Por quien los Ángeles alaban a tu Majestad, las Dominaciones la adoran, y las Potestades la temen. Los Cielos y las Virtudes de los cielos, y los bienaventurados Serafines celebran juntos tu gloria transportados de mutuo regocijo. Haz, Señor, que unamos nuestras voces con las suyas diciéndote con humilde confesión: Santo, Santo, Santo, etc.
 Communio 
Joann 19:27
Dixit Jesus matri suæ: Múlier, ecce fílius tuus: deinde dixit discípulo: Ecce mater tua. Et ex illa hora accépit eam discípulus in sua.
   Comunión. - Jesús dice a su Madre: <<Mujer, ahí tienes a tu hijo.>> Luego dice al discípulo: <<Ahí tienes a tu Madre.>> Y desde aquella hora recibióla el discípulo en su casa.
Oración-Postcomunión 
Postcommunio 
Divínis refécti munéribus te, Dómine, supplíciter exorámus: ut beátæ Maríæ Vírginis intercessióne, cujus immaculáti Cordis solémnia venerándo égimus, a præséntibus perículis liberáti, ætérnæ vitæ gáudia consequámur.
Per Dominum nostrum Jesum Christum...
Pro Ss. Timotheo, Hippolyto et Symphoriano, Martyribus

Divíni muneris largitate satiáti, quǽsumus, Dómine, Deus noster: ut, intercedéntibus sanctis Martýribus tuis Timótheo, Hippolýto et Symphoriáno, in ejus semper participatióne vivámus.
Per Dominum nostrum Jesum Christum...
Postcomunión. - Confortados con tus divinos presentes, te suplicamos, Señor, encarecidamente que, por la intercesión de la bienaventurada Virgen María, de cuyo inmaculado Corazón hemos celebrado la festividad, nos libres de los peligros de la vida presente, para que consigamos los gozos de la eterna. 
Por Nuestro Señor Jesucristo...

Por Ss. Timoteo, Hipólito y Sinforiano, Mártires.
Postcomunión. - Saciados con la largueza del don divino, suplicámoste, Señor y Dios nuestro, que, por la intercesión de tus santos Mártires Timoteo, Hipólito y Sinforiano, vivamos de su continua participación. 
Por Nuestro Señor Jesucristo...


Si hubiere de celebrarse el 22 de Agosto una fiesta local de primera o de segunda clase que no fuese una fiesta mariana, se remitirá la festividad del Inmaculado Corazón al primer día libre.
En la misa de la fiesta local, se hace conmemoración del día de la octava de la Asunción y se dice el Prefacio de la Sma. Virgen (Et te in Assumptióne), a no ser que esta misma misa, o una conmemoración que tuviere la preferencia sobre la de la Asunción, lleve un Prefacio propio.

4TO DÍA DE LA OCTAVA DE LA ASUNCIÓN

18 DE AGOSTO

Cuarto día de la Octava de la Asunción

Semidoble.- Ornamentos blancos.

No perdamos de vista a la Virgen, Madre y Señora nuestra. Es verdad que en cuerpo y alma subió a los cielos; pero con ello no hemos perdido una madre cariñosa. Sigue mirando por sus hijos de la tierra, y es además << la omnipotencia suplicante >>, porque puede ante Dios todo cuanto quiere. ¿Quién podrá desesperar teniendo tan buena y tan poderosa madre? Confíe el justo; confíe también el pecador, y acuda a ella, exponiéndole sus miserias. Es madre, y por lo mismo, no le causan repugnancia sus propios hijos. 
El cuerpo virginal de María no conoció la corrupción y fue trasladado al cielo. La armonía soberana que rige todas las obras del Altísimo, exigía la Asunción en cuerpo y alma de la Virgen Inmaculada. Para admitirla basta tener un poco de corazón, como ya lo decía el gran Benedicto XIV.


ESCRITOS VARIOS

ESCRITOS VARIOS

TELÉFONOS DE EMERGENCIA

TELÉFONOS DE EMERGENCIA 
Son más efectivos que el 911
,


 
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Triste ............................................................
................................ Juan 14
Pecador o que has pecado ............................................................... Salmo 51
En peligro inminente ...................................................................... Salmo 91
Que la gente te ha fallado ............................................................... Salmo 27
Que Dios esta lejos de ti ...................................................... Salmo 139
Necesidad de estimular tu fe ............................................... Hebreos 11
Solo y temeroso .............................................................................. Salmo 23
Preocupado .................................................................... Mateo 8:19-34
Herido y criticado .......................................................... 1 Corintios 13
Con dudas de la cristiandad .................................. 2 Corintios 5:15-18
Fuera de lugar ......................................................... Romanos 8:31-39
Necesitado de paz ....................................................... Mateo 11:25-30
A Dios más pequeño que el mundo ..................................................... Salmo 90
La necesidad de Cristo como tu seguro .................... Romanos 8:1-30
Si sales de viaje ..................................................................... Salmo 121
La falta de valor para realizar una tarea ................................ Josué 1
Deprimido ............................................................................ Salmo 27
Tus cuentas bancarias en ceros ............................................. Salmo 37
Perdida tu fe en la humanidad ...................................... 2 Corintios 13
Que las personas no son amigables ............................... Juan 15: 12-27
Perdida tu esperanza ........................................................... Salmo 126
Que no hay justicia ............................................................................... Salmo 19
Sin frutos en tu vida .................................................................................. Juan 15
Necesitado del secreto de la felicidad ................... Colosenses 3:12-17
Con una gran oportunidad o haz descubierto algo ........................................................................................ Isaías 55
Sin saber como actuar ...................................................... Romanos 12
Que tu salario es bajo ...................................................Mateo 20: 1-16

OTROS NUMEROS:

Para enfrentar el miedo ...................................................................................Salmo 3
Para seguridad .................................................................. Salmo 121:3
Para certidumbre ........................................................ Marcos 8:35-36
Para reafirmarte .............................................................. Salmo 145:18
.
Todos estos números son directos
No se requiere asistencia de la Operadora
Cuando creas que todo ha fallado,
solamente dile a tu Padre:
.
   Padre nuestro, que estas en el cielo, santificado sea Tu nombre; venga a nosotros Tu reino; hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día, dánosle hoy, perdónanos  nuestras deudas,  así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación mas líbranos del mal. Amen.
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ALIMENTA TU FE Y LA DUDA MORIRÁ DE HAMBRE!

LA PRIMERA MISA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

LA PRIMERA MISA EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES*

PRIMERA MISA EN BUENOS AIRES
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   Este cuadro, de José Bouchet, uno de los fundadores del arte argentino, reproduce un momento también fundacional en la vida de la ciudad. 
   La primera misa en Buenos Aires representa el sentido misional de la conquista, en la que se amalgaman los valores espirituales de España con la América indígena.

   Tiene un sentido alegórico, amén de descriptivo, pero con una licencia artística y pictórica que lo lleva a no describir la realidad de los hechos. Estéticamente valiosa es, desde el punto de vista histórico, puramente imaginativa. En efecto: un conjunto central de conquistadores españoles participa con recogimiento de la supuesta primera misa.

   Los españoles que aparecen en el cuadro no son guerreros de mandoble, sino una mezcla de soldados y modestos labriegos que habían venido desde Asunción en busca de nuevos horizontes y de fortuna mediante el trabajo honrado.

   Ya habían concluido los absurdos sueños de El Dorado y del Rey Blanco. Las realidades geográficas los impulsaban a buscar fortuna mediante la labor cotidiana. Una valerosa mujer, Ana Díaz, los acompaña. Una india representa, tal vez en opinión del artista, la simbiosis de las dos razas
(1).

   A su vez, el fundador, capitán general Juan de Garay, vizcaíno valeroso y querido por su gente, de pie, erecto y firme, oye la misa con humildad. Mientras, a lo lejos, el artista supone entre nubes el perfil de la futura Buenos Aires. Los vivos colores de la paleta de Bouchet, el equilibrio de la escena, su grandiosidad en medio del silencio y de la soledad del ambiente a orillas del río como mar le dan un carácter imponente. La ciudad quedaba fundada.

Por Juan José Cresto 
    

  • *  Tomado de un artículo aparecido en la Revista de "La Nación", el domingo 27 de marzo de 2005. La nota es nuestra.
  • (1) Juan de Garay, había venido desde Asunción con 63 compañeros, de los cuales solamente 10 eran españoles, habiendo  participado algunos de ellos en 1936 de primera fundación del malogrado don Pedro de Mendoza. Eran cabezas de familia, de tal modo que el total de individuos que venían a instalarse rondaban los 300. Hubo fundaciones de ciudades, que son hoy prósperas capitales de provincias, que se iniciaron con menos de un centenar de pobladores. Garay vino en el barco «San Juan de Buenaventura», a la vez que su yerno, Hernando Arias de Saavedra, lo hizo por tierra con un pequeño grupo, trayendo el primer arreo de vacunos.

¿EL HABITO NO HACE AL MONJE?

¿EL HABITO NO HACE AL MONJE? *
  
 Para justificar los cambios vestimentarios que se van introduciendo en los medios religiosos y sacerdotales siempre en un sentido secularizador como un aspecto, y no el de menor importancia, de la "Reforma conciliar", se invoca ordinariamente el conocido aforismo "el hábito no hace el monje". Se habla de autenticidad, de lo superfluo de los signos exteriores, de la adaptación al "mundo moderno", para llegar a la gravísima conclusión de que es preferible la desacralización de las manifestaciones religiosas y el abandono del "triunfalismo" de la Iglesia que, por razones que nos han parecido siempre incomprensibles, se considera censurable.
   Todas las razones que se alegan para justificar estas tendencias anómalas o aberrantes son siempre altamente sospechosas y sería interesante investigar el origen y el trasfondo de estas campañas nefastas. Hemos tenido recientemente conocimiento de un documento antiguo, pero revelador, que creemos de interés como pieza de convicción en el proceso que algún día, Dios mediante, se abrirá para dilucidar las responsabilidades de estas tendencias y acciones secularizadoras. Se trata de un texto parlamentario de la Cámara de Diputados de Francia que reproduce una intervención del diputado Ferdinand Buisson, que defendía su proyecto contra las ordenes religiosas en sesión de la Cámara, del 4 de marzo de 1904. Decía así (texto del Boletín Oficial):
   "...Conozco el proverbio que dice: el hábito no hace el monje. Pues bien, yo sostengo que es el hábito el que hace al monje. El hábito es, en efecto, para el monje y para los demás, el signo, el símbolo perpetuo de su separación, el símbolo de que no es un hombre como todos los demás...
   "Este hábito es una fuerza... es la fuerza del dominio de un amo que no suelta nunca a su esclavo. Y nuestra finalidad es precisamente el arrancarle su presa.
   "Cuando el hombre haya abandonado este uniforme de la milicia en la que está alistado, encontrará la libertad de ser su propio amo; no tendrá ya una Regla que le oprima todo el tiempo, toda su vida; no sentirá ya la presencia de un superior al que tiene que pedir órdenes... ya no será el hombre de una Congregación, se convertirá tarde o temprano en el hombre de la familia, el hombre de la ciudad, el hombre de la humanidad.
   "Será necesario que el religioso secularizado se dedique a ganar su vida como todo el mundo. No pidamos más, así será libre.
   "Quizás durante algún tiempo permanecerá fiel a sus ideas religiosas. No nos preocupemos, -dejémosle laicizarse él mismo solo, la vida le ayudará."
   Sería fácil (y lógico) imaginar razonamientos análogos y tan convincentes como éstos, si se quisiesen justificar las numerosas reformas desacralizadoras realizadas por el aparato eclesiástico postconciliar: comunión en la mano, supresión del velo de las mujeres, eliminación de ornamentos e imágenes en los templos, cambios en el calendario, nuevos "Ordo missae" protestantizantes, etcétera, etcétera, etcétera... Todas estas reformas, todas las campañas realizadas para forzar a los fieles a admitirlas, son siempre aplaudidas por los enemigos de la Religión, como hacía el diputado francés "traga-curas" de principios de siglo, para preconizar el abandono del traje talar y de los hábitos religiosos.
   A pesar de la crudeza y de la agresividad del texto de Ferdinand Buisson no podemos menos que rendir un homenaje a su franqueza, valentía y claridad de conceptos. Ahora los enemigos de la religión, que destruyen desde dentro de la Iglesia, carecen de esas tres cualidades, actúan en la sombra, disfrazan sus propósitos con razonamientos complicados y confusos que engañan como cortina de humo. Como dice el refrán: "Buenas palabras y ruines hechos engañan a sabios y necios".
JULIO GARRIDO
De la Real Academia de Ciencias
de España

  •  Revista "ROMA", Nº 48, Mayo de 1977

ATRACTIVO DE LA MISA TRIDENTINA

ATRACTIVO
DE LA

MISA TRIDENTINA

por el Cardenal Alfons M. Stickler

LA MISA TRIDENTINA O LITURGIA DE SAN PÍO V

   La Misa Tridentina es el rito de la Misa fijado por el Papa Pío V a solicitud del Concilio de Trento y promulgado el 5 de diciembre de 1570. Este Misal contiene el antiguo rito Romano, del que fueron eliminados varios agregados y alteraciones. Cuando se la promulgó, se preservaron otros ritos que habían existido por lo menos durante 200 años. Por lo tanto, es más correcto llamar a este Misal la liturgia del Papa San Pío V.
FE Y LITURGIA 
EL SACRIFICIO DE LA MISA,.
CENTRO DE LA LITURGIA CATÓLICA
   Desde el comienzo mismo de la Iglesia, la fe y la liturgia han estado íntimamente conectadas. Una clara prueba de esto puede hallarse en el propio Concilio de Trento. Este Concilio declaró solemnemente que el sacrificio de la Misa es el centro de la liturgia Católica, en oposición a la herejía de Martín Lutero, quien negaba que la Misa fuese un sacrificio. Sabemos, a partir de la historia del desarrollo de la Fe, que esta doctrina ha sido fijada con autoridad por el Magisterio en la enseñanza de papas y concilios. También sabemos que en la totalidad de la Iglesia, y especialmente en las iglesias orientales, la Fe fue el factor más importante para el desarrollo y la formación de la liturgia, particularmente en el caso de la Misa. Existen argumentos convincentes en este sentido desde los primeros siglos de la Iglesia. El Papa Celestino I escribió a los obispos de la Galia en el año 422: Legem credendi, lex statuit supplicandi; lo que en adelante se expresó comúnmente por la frase lex orandi, lex credendi (la ley de la oración es la ley de la fe). Las iglesias ortodoxas conservaron la Fe a través de la liturgia. Esto es muy importante porque en la última carta que escribió el Papa hace siete días dijo que la Iglesia Latina debe aprender de las iglesias de Oriente, especialmente sobre la liturgia ...
DECLARACIONES CONCILIARES:
DOCTRINALES Y DISCIPLINARIAS
   Un tema a menudo descuidado lo constituye los dos tipos de declaraciones y decisiones conciliares: las doctrinales (teológicas) y las disciplinarias. En la mayoría de los concilios hemos tenido ambas, doctrinales y disciplinarias.
   En algunos concilios no ha habido declaraciones o decisiones disciplinarias; y a la inversa, ha habido algunos concilios sin declaraciones doctrinales, con declaraciones solamente disciplinarias. Muchos de los concilios de Oriente después del de Nicea trataron sólo cuestiones de fe.
   El Segundo Concilio de Tolón, del año 691, fue un concilio estrictamente oriental, para declaraciones y decisiones exclusivamente disciplinarias, porque las iglesias de Oriente habían sido dejadas de lado en los concilios precedentes. Esto actualizó la disciplina para las iglesias orientales, especialmente para la de Constantinopla.
   Esto es importante porque en el Concilio de Trento tenemos claramente ambas: capítulos y cánones que pertenecen exclusivamente a la fe y, en casi todas las sesiones, después de los capítulos teológicos y cánones, cuestiones disciplinarias. La diferencia es importante. En todos los cánones teológicos tenemos la declaración de que cualquiera que se oponga a las decisiones del Concilio queda excluido de la comunidad: anatema sit.
   Pero el Concilio nunca declara anatema por razones puramente disciplinarias; las sanciones del Concilio son sólo para las declaraciones doctrinales.
EL CONCILIO DE TRENTO Y LA MISA
   Todo esto es importante para nuestras reflexiones actuales. Ya hemos señalado la conexión entre fe y oración (liturgia) y especialmente entre fe y la forma más elevada de la liturgia, el culto común. Esta conexión tiene su expresión clásica en el Concilio de Trento, que trató el tópico en tres sesiones: la decimotercera de octubre de 1551, la vigésima de julio de 1562 y, especialmente, la vigésimo segunda en septiembre de 1562, que produjo los capítulos y cánones dogmáticos del Santo Sacrificio de la Misa.
   Existe, además, un decreto especial concerniente a aquellas cuestiones que deben ser observadas y evitadas en la celebración de la Misa. Esta es una declaración clásica y fundamental, autorizada y oficial, del pensamiento de la Iglesia sobre el tema.
   El decreto considera primero la naturaleza de la Misa. Martín Lutero había negado de forma clara y pública su misma naturaleza declarando que la Misa no era un sacrificio. Es verdad que, para no perturbar al fiel común, los reformadores no eliminaron inmediatamente aquellas partes de la Misa que reflejaban la verdadera Fe y que se oponían a sus nuevas doctrinas. Por ejemplo, mantuvieron la elevación de la Hostia entre el Sanctus y el Benedictus.
   Para Lutero y sus seguidores, el culto consistía principalmente en la prédica como medio de instrucción y edificación, mezclado con oraciones e himnos. Recibir la Santa Comunión era sólo un episodio secundario. Lutero todavía mantenía la presencia de Cristo en el pan en el momento de su recepción, pero negaba firmemente el Sacrificio de la Misa. Para él el altar nunca podía ser un lugar de sacrificio. A partir de esta negación, podemos entender los errores consiguientes en la liturgia protestante, que es completamente diferente de la de la Iglesia Católica. También podemos entender por qué el Concilio de Trento definió aquella parte de la Fe Católica que concierne a la naturaleza del Sacrificio Eucarístico: es una fuerza salvadora real. En el sacrificio de Jesucristo el sacerdote substituye a Cristo mismo. Como resultado de su ordenación él es un verdadero alter Christus. Mediante la Consagración, el pan se transforma en el Cuerpo de Cristo y el vino en Su Sangre. Esta realización de Su sacrificio es la adoración de Dios.
   El Concilio especifica que éste no es un nuevo sacrificio independiente del sacrificio único de Cristo sino el mismo sacrificio, en el que Cristo se hace presente en forma incruenta, de manera tal que Su Cuerpo y Su Sangre están presentes en substancia permaneciendo bajo la apariencia de pan y vino. Por lo tanto, no existe un nuevo mérito sacrificial; más bien, el fruto infinito del sacrificio cruento de la Cruz es efectuado o realizado por Jesucristo constantemente en la Misa.
   De esto se deriva que la acción del sacrificio consiste en la Consagración. El Ofertorio (por el cual el pan y el vino se preparan para la Consagración) y la Comunión son partes constitutivas de la Misa, pero no son esenciales. La parte esencial es la Consagración, por la cual el sacerdote, in persona Christi y de la misma manera, pronuncia las palabras consagratorias de Cristo.
   De esta manera, la Misa no es y no puede ser la simple celebración de la Comunión, ni una simple persona la que represente a Cristo y, del mismo modo, pronuncie las palabras de consagración de Cristo.
   En consecuencia, la Misa no es y no puede consistir simplemente en una celebración de Comunión, o en un simple recuerdo o memorial del sacrificio de la Cruz, sino en hacer verdadero y presente este mismo sacrificio de la Cruz.
   Razón por la cual podemos entender que la Misa es una renovación efectiva del sacrificio de la Cruz. Es esencialmente una adoración a Dios, ofrecida sólo a Él. Esta adoración incluye otros elementos: alabanza, acción de gracias por todas las gracias recibidas, dolor por los pecados cometidos, petición de las gracias necesarias. Naturalmente, la Misa puede ser ofrecida por una o por todas estas distintas intenciones. Todas estas doctrinas fueron establecidas y promulgadas en los capítulos y cánones de la Sesión 22ª del Concilio de Trento.
ANATEMAS DEL CONCILIO DE TRENTO
   De esta naturaleza teológica fundamental de la Misa derivan varias consecuencias. En primer lugar, el Canon Missae.
   En la liturgia Romana, siempre ha habido un único Canon, introducido por la Iglesia hace varios siglos. El Concilio de Trento estableció expresamente en el capítulo 4, que este canon está libre de error, que no contiene nada que no sea pleno de santidad y de piedad y nada que no eleve a los fieles a Dios. Está compuesto sobre la base de las palabras de Nuestro Señor mismo, la tradición de los apóstoles y las normas de los papas santos. El canon 6 del capítulo 4 amenaza con la excomunión a aquellos que sostengan que el Canon Missae contiene errores y por lo tanto, deba ser abolido.
   En el Capítulo 5 el Concilio estableció que la naturaleza humana requiere de signos exteriores para elevar el espíritu a las cosas divinas. Por tal razón, la Iglesia ha introducido ciertos ritos y signos: la oración silenciosa o hablada, las bendiciones, las velas, el incienso, las vestiduras, etc. Muchos de estos signos tienen su origen en prescripciones apostólicas o en la tradición.
   A través de estos signos visibles de fe y piedad se acentúa la naturaleza del sacrificio. Los signos fortalecen y estimulan a los fieles a meditar sobre los elementos divinos contenidos en el sacrificio de la Misa. Para proteger esta doctrina, el Canon 7 amenaza con la excomunión a aquel que considere que estos signos exteriores inducen a la impiedad y no a la piedad. Esto es un ejemplo de lo que traté más arriba: esta clase de declaración, con el canon de sanciones, tiene mayormente un significado teológico y no solamente un sentido disciplinario.
   En el Capítulo 6 el Concilio destaca el deseo de la Iglesia de que todos los fieles presentes en la Misa reciban la Santa Comunión, pero establece que si sólo el sacerdote que celebra la Misa recibe la Santa Comunión esta Misa no debe ser denominada privada y, por ello, criticada o prohibida. En este caso, los fieles reciben la Comunión espiritualmente y, además, todos los sacrificios ofrecidos por el sacerdote como ministro público de la iglesia se ofrecen por todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. En consecuencia, el Canon 8 amenaza con excomunión a todos aquellos que digan que tales Misas son ilícitas y por lo tanto deben ser prohibidas (otra aseveración teológica).
TRENTO Y EL LATÍN. EL SILENCIO
   El Capítulo 8 está dedicado al lenguaje particular del culto en la Misa. Se sabe que en el culto de todas las religiones se emplea un lenguaje sagrado. Durante los primeros tres siglos de la Iglesia Católica Romana, el idioma era el griego, que era la lengua más comúnmente empleada en el mundo latino. A partir del siglo IV el latín se transformó en el idioma común del Imperio Romano. El latín permaneció durante siglos en la Iglesia Católica Romana como la lengua para el culto. Muy naturalmente, el latín era también el idioma del rito Romano en su acto fundamental del culto: la Misa. Así permaneció incluso después de que el latín fuera reemplazado por el lenguaje vivo de las distintas lenguas romances.
   Y llegamos a la cuestión: ¿por qué el latín y no otra alternativa? Respondemos: la Divina Providencia establece aun las cuestiones secundarias. Por ejemplo, Palestina (Jerusalén) es el lugar de la Redención de Jesucristo. Roma es el centro de la Iglesia. Pedro no nació en Roma, él fue a Roma. ¿Por qué? Porque era el centro del entonces Imperio Romano, es decir, del mundo. Este es el fundamento práctico de la propagación de la Fe por el Imperio Romano, sólo una cuestión humana, una cuestión histórica, pero en la que ciertamente participa la Divina Providencia.
   Un proceso semejante puede verse incluso en otras religiones. Para los musulmanes, la vieja lengua árabe está muerta y, no obstante, sigue siendo el lenguaje de su liturgia, de su culto. Para los hindúes, lo es el sánscrito.
   Debido a su obligada conexión con lo sobrenatural, el culto naturalmente requiere su propio lenguaje religioso, que no debe ser uno "vulgar".
   Los padres del Concilio sabían muy bien que la mayoría de los fieles que asistían a la Misa ni entendían el latín ni podían leer traducciones. Generalmente eran analfabetos. Los padres también sabían que la Misa contiene una parte de enseñanza para los fieles.
   No obstante, ellos no coincidieron con la opinión de los protestantes de que era necesario celebrar la Misa sólo en la lengua vernácula. Para instruir a los fieles, el Concilio ordenó que la vieja costumbre del cuidado de las almas mediante la explicación del misterio central de la Misa, aprobada por la Santa Iglesia Romana, madre y maestra de todas las iglesias, se mantuviera en todo el mundo.
   El Canon 9 amenaza con la excomunión a aquellos que afirmen que el lenguaje de la Misa debe ser sólo en la lengua vernácula. Es notable que tanto en el capítulo como en el canon del Concilio de Trento se rechaza sólo la exclusividad del lenguaje "vulgar" en los ritos sagrados. Por otro lado, debe tenerse en cuenta una vez más que estas distintas normativas conciliares no tienen sólo carácter disciplinario. Se basan en fundamentos doctrinales y teológicos que involucran la Fe misma.
   Las razones de esta preocupación pueden verse, primeramente, en la reverencia debida al misterio de la Misa. El decreto siguiente sobre lo que debe observarse y evitarse en la celebración de la Misa establece:"La irreverencia no puede separarse de la impiedad". La irreverencia siempre implica impiedad. Además, el Concilio deseó salvaguardar las ideas expresadas en la Misa, y la precisión de la lengua latina protege el contenido contra malentendidos y posibles errores basados en la imprecisión lingüística.
   Por estas razones la Iglesia siempre ha defendido la lengua sagrada e incluso, en época más reciente, Pío XI declaró expresamente que esta lengua debía ser non vulgaris.
   Por estas mismas razones, el Canon 9 establece la excomunión de quienes afirmen que debe ser condenado el rito de la Iglesia Romana en el cual una parte del Canon y las palabras de consagración sean pronunciadas silenciosamente. Incluso el silencio tiene un trasfondo teológico.
LA VIDA Y EL EJEMPLO DE LOS MINISTROS DEL CULTO
   Finalmente, en el primer canon del decreto de la reforma, en la sesión vigésimo segunda del Concilio de Trento, hallamos otras normativas que tienen un carácter parcialmente disciplinario pero que también completan la parte doctrinaria, puesto que nada es más adecuado para orientar a los participantes del culto a una comprensión más profunda del misterio, que la vida y el ejemplo de los ministros del culto. Estos ministros deben modelar sus vidas y conducta en torno a este fin, que debe reflejarse en su vestimenta, su compostura, su lenguaje. En todos estos aspectos deben verse dignificados, humildes y religiosos. También deben evitar incluso las faltas leves, puesto que en su caso éstas deberían considerarse graves. Los superiores deben exigir a los ministros sagrados vivir fundamentalmente de acuerdo a toda la tradición de comportamiento clerical apropiado.
LA MISA DE SAN PÍO V Y LA DE PABLO VI
   Ahora podemos apreciar y entender mejor el trasfondo y el fundamento teológicos de las discusiones y normativas del Concilio de Trento respecto de la Misa como culminación de la sagrada liturgia. Es decir, el atractivo teológico de la Misa Tridentina se puede comprender por contraposición y como respuesta al grave desafío del Protestantismo, y no solamente en relación a este período especial de la historia sino como una pauta de referencia para la Iglesia y frente a la reforma litúrgica del Vaticano II.
   En primer lugar, tenemos que determinar aquí el significado correcto de esta última reforma, como lo hicimos en el caso de la Misa Tridentina, destacando la importancia de saber precisamente qué se entendía por la Misa del Papa San Pío V, que cumplía con los deseos de los padres del Concilio en Trento.
   Empero, debemos destacar que el nombre correcto que debe darse a la Misa del Concilio Vaticano II es el de Misa de la comisión litúrgica posconciliar. Una simple ojeada a la constitución litúrgica del Segundo Concilio Vaticano ilustra de inmediato que la voluntad del Concilio y la de la comisión litúrgica están a menudo en desacuerdo e incluso son evidentemente opuestas.
   Examinaremos brevemente las diferencias principales entre las dos reformas litúrgicas así como la forma en que podríamos definir su atractivo teológico.
   Primeramente, frente a la herejía protestante, la Misa de San Pío V enfatizaba la verdad central de la Misa como un sacrificio, basada en las discusiones teológicas y las normas específicas del Concilio. La Misa de Paulo VI (también llamada así porque la comisión litúrgica para la reforma después del Vaticano II trabajó bajo la responsabilidad última de ese Papa) enfatiza, más bien, la Comunión, con el resultado de que el sacrificio queda transformado en lo que podría denominarse una comida. La gran importancia dada a las lecturas y a la prédica en la nueva Misa, e incluso la facultad dada al sacerdote para agregar palabras personales y explicaciones, es otro reflejo de lo que podría denominarse una adaptación a la idea protestante del culto.
   El filósofo francés Jean Guitton dice que el Papa Paulo VI le reveló que había sido su intención (la del Papa) la de asimilar tanto como fuera posible la nueva liturgia católica al culto protestante. 
   Dentro de esta misma línea podemos tratar de comprender la nueva posición del altar y del sacerdote. De acuerdo con los bien fundados estudios de Monseñor Klaus Gamber respecto de la posición del altar en las antiguas basílicas de Roma y otros lugares, el criterio para la anterior posición no era que debían mirar a la asamblea que rinde culto sino, más bien, mirar hacia el Este, que era el símbolo de Cristo como sol naciente a quien se debía rendir culto. La posición completamente nueva del altar y del sacerdote mirando a la asamblea, algo previamente prohibido, hoy expresa a la Misa como un encuentro comunitario.
   En segundo lugar, en la vieja liturgia el Canon es el centro de la Misa como sacrificio. De acuerdo con el testimonio del Concilio de Trento, el Canon reconstruye la tradición de los apóstoles y estaba substancialmente completo en la época de Gregorio el Grande, en el año 600.
   La Iglesia Romana nunca tuvo otros cánones. Incluso respecto del Mysterium fidei en la fórmula de la Consagración, tenemos evidencias desde Inocencio III, explícitamente, en la ceremonia de investidura del Arzobispo de Lyon. No sé si la mayoría de los reformadores de la liturgia conocen este hecho. Santo Tomás de Aquino, en un artículo especial, justifica este Mysterium fidei. Y el Concilio de Florencia confirmó explícitamente el Mysterium fidei en la fórmula de la Consagración.
   Ahora bien, este mysterium fidei fue eliminado de las palabras de la consagración originadas en la nueva liturgia. ¿Por qué? También se autorizan nuevos cánones. El segundo de ellos, que no menciona el carácter sacrificial de la Misa, por su mérito de ser el más breve prácticamente ha suplantado al antiguo Canon Romano en todas partes.
   De aquí que se haya perdido el profundo discernimiento teológico otorgado por el Concilio de Trento.
   El misterio del Sacrificio Divino es actualizado en cada rito, si bien de manera diferente. En el caso de la Misa Latina este misterio fue enfatizado por el Concilio Tridentino con la lectura silenciosa del Canon en Latín. Esto ha sido descartado en la nueva Misa por la proclamación del Canon en voz alta.
   Tercero, la reforma del Vaticano II destruyó o cambió el significado de gran parte del rico simbolismo de la liturgia (si bien se mantiene en los ritos orientales). La importancia de este simbolismo fue destacada por el Concilio de Trento ...
   Este hecho fue deplorado incluso por un psicoanalista ateo muy conocido, quien llamó al Segundo Concilio Vaticano el "Concilio de los tenedores de libros".
VULGARIZACIÓN DE LA MISA
EL LATÍN DEBE CONSERVARSE
   Hay un principio teológico completamente destruido por la reforma litúrgica pero confirmado tanto por el Concilio de Trento como por el Concilio Vaticano II, después de una larga y sobria discusión (yo asistí y puedo confirmar que las claras resoluciones del texto final de la Constitución del Concilio lo reafirmaban sustancialmente). El principio: el latín debe preservarse en el Rito Latino.
   Como en el concilio de Trento, también en el Vaticano II los padres del Concilio admitieron la lengua vernácula pero sólo como una excepción.
   Pero para la reforma de Paulo VI la excepción se tornó en la regla exclusiva. Las razones teológicas establecidas en ambos Concilios para mantener el latín en la Misa pueden verse ahora justificadas a la luz del uso exclusivo de la lengua vernácula introducida por la reforma litúrgica. La lengua vernácula a menudo ha vulgarizado la Misa misma, y la traducción del latín original ha resultado en errores y malentendidos doctrinales graves.
   Además, antes la lengua vernácula no estaba siquiera permitida para las personas iletradas o completamente diferentes entre sí. Ahora que los pueblos católicos de distintas tribus y naciones pueden emplear diferentes lenguas y dialectos en el culto, viviendo próximos en un mundo que se torna cada día más pequeño, esta Babel del culto común resulta en una pérdida de la unidad externa de la Iglesia Católica en todo el mundo, otrora unificada en una voz común.
   Además, en numerosas ocasiones, se ha vuelto causa de desunión interna incluso en la propia Misa, que debería ser el espíritu y el centro de la concordia interna y externa entre los católicos de todo el mundo. Tenemos muchos, pero muchos ejemplos, de este hecho de desunión causada por la lengua vulgar.
   Y otra consideración ... Antes, cada sacerdote podía decir en el mundo entero la Misa en Latín para todas las comunidades, y todos los sacerdotes podían entender el latín. Hoy, desafortunadamente, ningún sacerdote puede decir Misa para todos los pueblos del mundo. Debemos admitir que, sólo unas décadas después de la reforma de la lengua litúrgica, hemos perdido aquella posibilidad de orar y cantar juntos, aun en los grandes encuentros internacionales, como los Congresos Eucarísticos o, incluso, durante los encuentros con el Papa, el centro de la unidad de la Iglesia. Ya no podemos, actualmente, cantar ni rezar juntos.


Sacado de la revista Roma nº 19 de mayo-junio de 1971. Por razones de espacio no ha sido posible publicar en su integridad este magnífico documento. Hemos elegido los párrafos, cuya meditación juzgamos importantísima en el momento presente (Nota de la Redacción).(volver)
 1

CUANDO SE PIENSA...

CUANDO SE PIENSA... 
Dignidad del sacerdote

Hugo Wast *

   
Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote.
   Cuando se piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote.
   Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.
   Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.
   Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.
   Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino.
   Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos.
   Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.
   Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.
   Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.
   Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.
   Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se refleja en las leyes.
   Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.
   Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo.
   Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.
   Uno comprende que más que una Iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado.
   Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor.
   Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de un novicio, es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra y que todos los santos del cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo. 
.

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  • Novelista y político argentino cuyo verdadero nombre era Gustavo Martínez Zuviría (1883-1963). Estudió leyes, y economía política. En 1943 fue ministro de Justicia y de Educación pública, cargo que aceptó con la condición de que se introdujera la enseñanza religiosa en todas las escuelas. Escribió numerosas obras de literatura, muchas de ellas de carácter religioso.

IN CINERE ET CILICIO


IN CINERE ET CILICIO

“Convertimini ad Me in toto corde vestro in jejunio, et in fletu, et
in planctu. Et scindite corda vestra et non vestimenta vestra, et
convertimini ad Dominum Deum vestrum”
“Convertíos a Mi de todo vuestro corazón, con ayuno y con
llanto, y con gemidos. Y rasgad vuestros corazones, y no
 vuestros vestidos, y convertíos al Señor Dios vuestro”
                                                                    (Joel, II,12 y 13)

 
                    La Santa Iglesia Católica asistida y guiada por Dios suele disponer antes de las Fiestas Litúrgicas importantes alguna preparación de penitencia, como recordatorio para todos los cristianos que debemos preparar el espíritu y el corazón limpiando nuestras conciencias y haciendo oración, para recibir de Dios las Gracias que quiere recibamos dignamente y causen en nosotros los efectos que Él espera.
                   La Cuaresma ha sido instituida como preparación a la Santa Pascua, modelada sobre el ejemplo de Moisés y Elías, los cuales después de un ayuno de cuarenta días  fueron admitidos a la visión de Dios, y más todavía a imitación del retiro y del ayuno cuadragenario realizado por Cristo en el desierto.
                   En el uso litúrgico tanto de la Iglesia latina como de la Iglesia griega, se suele anteponer a la Cuaresma un periodo de tres semanas, las cuales llevan el nombre de Septuagésima, Sexagésima y Quincuagésima. Al inicio de estas tres semanas (Domingo de Septuagésima) la Liturgia nos muestra la historia de nuestros Primeros Padres Adán y Eva, los dos primeros hombres que Dios creó y puso sobre la faz de la tierra; nos narra así mismo la bondad de Dios al crear al hombre y al establecerlo por encima de toda la creación material y de cómo estos primeros hombres no conformes de la alta dignidad con que Dios les había favorecido quisieron ser “como dioses” (Génesis III, 5) y escuchando al demonio y a su propio orgullo desobedecen a Dios comiendo del fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal”(Génesis II, 17; y III,11) .
                   Así entró el pecado al mundo. Y no sólo el pecado sino la inclinación al pecado.
                   Privados nuestros primeros Padres de la Justicia Original en la que habían sido creados, heredamos nosotros sus hijos el Pecado Original, hallándonos en comparación al estado primitivo, mermados y heridos, sujetos al error, inclinados al mal, débiles para resistir a las tentaciones. El hombre perdió el justo equilibrio que Dios le había concedido de sus facultades y potencias. “Siento otra ley en mis miembros que contradice la ley de mi espíritu” (Epístola del Ap. San Pablo a los Romanos, VII, 23). “La carne desea y apetece contra el espíritu” (Gal., V, 17).
                   El Pecado Original ha dejado una herida en nuestra naturaleza, de manera tal que aún queriendo el hombre dirigir sus afectos y acciones hacia Dios se ve inclinado muchas veces a ir en contra de ese mismo Dios y a seguir su concupiscencia; se siente atraído de manera desordenada por las cosas de este mundo material, por los placeres, por las riquezas, o por la vana gloria que los hombres pueden brindarle, y así muchas veces olvidado de ese gran Dios se ocupa de lo terreno con detrimento de su conciencia cometiendo pecado, cambiando estos bienes infinitamente menores por Dios “bien por excelencia” y único capaz de llenarnos del todo: “Señor, Tu nos has hecho para Ti y no descansará nuestro corazón hasta estar en Ti” (San Agustín).
                   Pero esa mala inclinación que dejó el Pecado Original en nosotros no es insuperable; con la Gracia de Dios y el ejercicio de las virtudes podemos no solo superarla sino someterla. “No será coronado sino el que peleare varonilmente” (II Tim., II, 5). No estamos libres los hombres en esta vida de tentaciones del maligno enemigo a fin de mostrar a Dios nuestra fidelidad: “Porque os prueba el Señor Dios vuestro, porque se haga patente si le amáis o no con todo el corazón y con toda vuestra alma” (Deuteronomio, XIII, 3). Pero, sería presunción de nuestra parte querer salir airosos de los embates del enemigo con nuestras propias fuerzas: “¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? La Gracia de Dios por Nuestro Señor Jesucristo” (Rom., VII, 24-25). Así debemos ayudarnos del auxilio divino que está siempre a nuestro alcance, pues si bien es cierto que no nos han de faltar tentaciones en esta vida, más cierto es que en esos momentos tenemos siempre las Gracias que necesitamos, “en virtud de los méritos de Nuestro Jesucristo, y la tutela de los ángeles buenos especialmente la de nuestros ángeles de la guarda” (Tanquerey).
                   “A Dios rogando y con el Mazo dando” decía el gran San Bernardo. “Velad y orad para que no entréis en tentación” porque “el espíritu está pronto pero la carne es débil” S. Mt. XXVI, 41; S.Mc, XIV, 38), palabras de la Verdad Eterna. Si bien el espíritu está pronto a seguir la voluntad e inspiraciones de Dios, el cuerpo nos inclina a lo contrario: “los ojos se nos van tras lo llamativo y curioso; los oídos están siempre prestos a escuchar novedades; el tacto busca las sensaciones agradables, sin cuidarse para nada de las leyes de la moral; tráenos la imaginación mil representaciones más o menos sensuales; corren con ardor y aún con violencia hacia el bien sensible nuestras pasiones sin atender al aspecto moral del mismo” (Tanquerey).
                   Nuestra humanidad herida es como un “potro” que tiende a ir naturalmente a donde se le antoja. La Ley de Dios es ese “freno” que se le impone en la boca para que pueda ser llevado dócilmente. La Oración aunada a la Mortificación  proporciona a cuerpo y alma esa disciplina de la rienda, a fin de someter el cuerpo al espíritu, la razón a la voluntad y ésta a Dios. Se define pues la mortificación como “la lucha contra las malas inclinaciones para someterlas a la voluntad y ésta a Dios” (Tanquerey). Entonces la Mortificación Cristiana no es el odio de sí mismo como quiere hacerlo creer la propaganda anticatólica, sino que es un amor bien entendido; p.ej: un miembro gangrenado en nuestro cuerpo es capaz de  infectarlo todo completo, así es mejor amputarlo por amor al todo que dejarlo por amor a la parte, o al final se perderá todo; así un amor bien entendido nos hace desprendernos de aquello que nos es perjudicial.
                   Si bien la Mortificación contribuye a purificarnos de las faltas pasadas, su fin principal es prevenirnos contra las faltas presentes y futuras, disminuyendo el amor al placer que es el origen de nuestros pecados. “Si alguien quiere venir en pos de Mi niéguese a sí mismo” (S. Lucas IX, 23). “Mortificad vuestros miembros” (Col. III, 5). “Aquellos que son de Cristo crucificaron su carne con los vicios y concupiscencias” (Gal. V, 24).
                   La Mortificación enseña al hombre a desprenderse de las criaturas, valiéndose de ellas como medio y no como fin: “El hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la tierra han sido creadas para el hombre, y para que le ayuden a la consecución del fin para el que ha sido creado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impiden” (San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, Principio y Fundamento).
                   La Mortificación es pues necesaria a todo hombre y en todo tiempo tanto para su salvación como para su perfección: “Si viviereis según la carne, moriréis; mas, si con el espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Rom., VIII, 13); hay, pues, mortificaciones que son necesarias, sin las cuales caeríamos en pecado mortal. “Nuestro Señor habla muy claramente con ocasión de los pecados contra la castidad [Todo aquel que mira a una mujer para desearla, ya cometió adulterio con ella en su corazón, S. Mt., cap. V, v. 28], hay, pues, miradas que son gravemente pecaminosas, las que proceden de malos deseos; y es necesaria la mortificación de esas miradas bajo pena de pecado mortal” (Tanquerey). “Si, pues, tu ojo derecho te hace tropezar, arráncatelo y arrójalo lejos de ti…” (S. Mt., Cap. V, 29).
                   “Dos maneras hay de penitencia y mortificación: una corporal, que castiga y aflige el cuerpo, y ésta es la que llamamos penitencia exterior, como disciplinas, ayuno, cilicio, mala cama, comida pobre, vestido áspero y otras cosas semejantes que afligen al cuerpo y le quitan su regalo y deleite. Otro género hay de mortificación y penitencia espiritual y mucho más excelente y levantado que el primero” (San Agustín); y continúa el R.P. Rodríguez, “que es regir y gobernar los movimientos de nuestro apetito, andar uno cada día peleando contra sus vicios y malas inclinaciones, andar negando siempre su propia voluntad, quebrantando su propio juicio, venciendo su ira, reprimiendo su impaciencia, refrenando su gula, lengua, ojos y todos sus sentidos y movimientos”(Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas)                   
                   La práctica de la mortificación se puede resumir en algunos principios:
                      1.- La mortificación debe abarcar a todo el hombre, cuerpo y alma, para que todo el hombre llegue a ser mortificado y disciplinado.
                       2.- La mortificación se opone al placer, que en sí no es un  mal sino que es un bien cuando está subordinado al fin por el que Dios le instituyó; así Dios agregó a algunas acciones cierto placer para que dichas acciones se realizaran (p.e, la comida para alimentarse). El placer no es un fin sino un medio; querer el placer en sí mismo es algo desordenado y es ocasión de caer en faltas mayores. Debemos entonces: a).- privarnos de los malos placeres; b).- renunciar a los peligrosos; c).- abstenernos de algunos placeres lícitos (inclusive realizar alguna mortificación voluntariamente).
                      3.- Debe realizarse con prudencia y discreción y debe ser proporcionada a las fuerzas físicas y morales y de acuerdo al deber de estado. 
                   La Penitencia y Mortificación no es sólo entonces como muchos creen para este tiempo de Cuaresma, tenemos que asegurar nuestra perseverancia y la mortificación es uno de los medios más efectivos para vencer. Nosotros siempre tenemos miedo de sufrir porque no pensamos lo suficiente en los sufrimientos del Purgatorio.
                    Nuestro progreso va de acuerdo a la violencia que nos hagamos: “Tanto aprovecharás cuanto más fuerza te hicieres” (Kempis T. I, Cap. 25), pues no se trata solamente de no pecar, sino además de avanzar; más aún no hay ninguna virtud que pueda aguantar mucho tiempo sin algo de mortificación: (Kempis T. II, Cap. XII).                   
                   Preparemos el corazón y redoblemos esfuerzos ya cercana la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.                   
“Avergüéncese bajo la cabeza de un coronado de espinas
aquel que se las da de delicado” (San Bernardo).
¡Ave María Purísima!

P. Alfredo Contreras
Miércoles de Pasión, 28 de marzo del 2007.

INTRODUCCIÓN

Acerca de la Santa Misa