LA REINA DEL CIELO EN LA RESURRECCIÓN DE SU DIVINO HIJO

LA REINA DEL CIELO EN 
LA RESURRECCIÓN
DE SU DIVINO HIJO

 
  Toda transformada de la pena en gozo,
de la tristeza en la alegría y de dolor en inefable júbilo y descanso.

Ven. Sor María de Jesús de Agreda, de la (Mística Ciudad de Dios", Libro VI, Cap. 26.

   Sucedió que en aquella ocasión el evangelista San Juan fue a visitarla, como el día de antes lo había hecho, para consolarla en su amarga soledad, y encontrándola repentinamente llena de resplandor y señales de gloria a la que antes apenas conocía por su tristeza. Admiróse el santo apóstol y, habiéndola mirado con gran de reverencia, juzgó que ya el Señor sería resucitado, pues la divina Madre estaba renovada en alegría.
   Con este nuevo júbilo y las operaciones tan divinas que la gran Señora hacía en la visión de tan soberanos misterios, comenzó a disponerse para la visita, que estaba ya muy cerca. Y entre los actos de alabanzas, cánticos y peticiones que hacía nuestra Reina, sintió luego otra novedad en sí misma sobre el gozo que tenía, y fue un género de júbilo y alivio celestial, correspondiente por admirable modo a los dolores y tribulaciones que en la pasión había sentido; y este beneficio era diferente y más alto que la redundancia de gozo que de su alma resultaba como naturalmente en el cuerpo. Y tras de estos admirables efectos sintió luego otro tercero y diferente beneficio que le daban, de nuevos y divinos favores. Y para esto sintió que la infundían como lumen de cualidades que preceden a la visión beatífica, y recibió la Reina estos beneficios en esta ocasión con más abundancia y excelencia que en otras, porque ahora había precedido la pasión de Su Hijo Santísimo y los méritos que la divina Madre adquirió en ella, y según la multitud de los dolores correspondía el consuelo de la mano de su Hijo Omnipotente.
   Estando así prevenida María Santísima, entró Cristo Nuestro Salvador resucitado y glorioso, acompañado de todos los santos y patriarcas. Postróse en tierra la siempre humilde Reina y adoró a Su Hijo Santísimo, y Su Majestad la levantó y la llegó a sí mismo.

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