ELEMENTOS MUSICALES Y LITERARIOS DE LA LITURGIA

ELEMENTOS MUSICALES Y LITERARIOS DE LA LITURGIA

1. Elementos musicales. El canto. 2. Elementos literarios. 3. El latín
es la lengua oficial de la Iglesia. 4.El latín, lengua litúrgica. 
5. Ventajas del latín. 6. La pronunciación del latín. 7. Las Bellas Artes. 

1. Elementos musicalesEl canto
   El canto en la Liturgia no es elemento meramente decorativo como la pintura, sino que «es parte integrante de la Liturgia solemne». (Pío X. «Motu proprio», 22-XII-I903). El canto litúrgico es la plegaria solemne de la Iglesia, ya que no hay acto solemne litúrgicamente que no sea cantado. Si forma parte de la Liturgia, «tiene el mismo fin» (Pío X).
   La Iglesia es la única que puede legislar en materia litúrgica: «luego a ella corresponde legislar en canto litúrgico». («Divini cultus sanctitatem», Pío XI.). Por el canto litúrgico nos unimos a la Iglesia triunfante: cum angelis et archangelis, etc.., del Prefacio.
   El canto gregoriano es el canto propio de la Iglesia 
(Pío X, ibíd.); «ha sido restablecido felizmente a su pureza e integridad por estudios recentísimos». Es modelo acabado de música religiosa y a él deben ir a buscar inspiración los compositores de música sagrada» (Pío X).
   Pero «La Iglesia ha reconocido y fomentado en todo tiempo los progresos de las artes, admitiendo en el servicio del culto cuanto en el decurso de los siglos supo el genio hallar de bueno y bello, salva siempre las leyes litúrgicas» 
(Pío X)La música profana no debe oírse en la Iglesia de Dios.
   El canto se encuentra en todos los pueblos de la tierra, ya que es la manera más natural para el hombre de expresar los sentimientos de su alma. El canto es esencialmente religioso, y todas las religiones lo han utilizado para el culto divino. «La religión y la música son dos hermanas gemelas, que descendieron un día del cielo y no han sabido separarse» 
(Bougaud). «El canto es la lengua de los ángeles» (Durando).
   Así como no hay pueblo sin religión, así tampoco sin cantos religioso Al acto sacrifical de los pueblos primitivos y salvajes acompaña siempre el canto y muchas veces la danza; hasta el punto de que muchos autores sostienen que tanto uno como otra reconocen origen religioso.
   Los hebreos apenas constituyeron nación, cuando por medio de cánticos comenzaron a entonar las alabanzas del Señor. Conocidos son los cánticos de Moisés, de Dévora, del real Profeta, y de Judit. David no sólo compuso la mayor parte de los salmos, sino que hizo reunir en el templo coros de músicos y cantores para el culto divino; Salomón siguió la costumbre de su padre, y Esdras la restableció al regresar del cautiverio de Babilonia.
   En el Nuevo Testamento tenemos el himno de Zacarías: «Benedictus Dominus, Deus Israel...» y el de la Virgen Santísima: «Magnificat anima mea Dominum...»; y el Evangelio nos dice que Jesús Himno dicto, después de cantar el himno, salió con sus discípulos al monte a orar.
   La Iglesia ya en sus primeros tiempos usó el canto. San Pablo: «Exhortaos unos a otros, con salmos, con himnos y cánticos espirituales» 
(Eph. VI-9). Informando Plinio a Trajano sobre las costumbres de los primeros cristianos, le dice: «Se reúnen los domingos para cantar himnos a Jesucristo como a un Dios». Cavagna escribe: «los cantos litúrgicos florecieron en torno del sacrificio eucarístico, el cual iba precedido y seguido del canto».
   Vivamente desea a Iglesia que los cristianos de hoy, a semejanza de los antiguos, participen en la liturgia solemne por el canto.  «Porque si esto felizmente sucede, no habrá que lamentar ese triste espectáculo en que el pueblo nada responde o apenas responde con un murmullo bajo y confuso a las oraciones más comunes expresadas en lengua litúrgica y hasta en lengua vulgar 
(Pío XI).
   Es necesario que los fieles, para poder cumplir estos deseos de la Santa Sede, se presten a ensayar cuando en su parroquia, colegio, asociación, etc., para ello se les requiera.
2. Elementos literarios.
   La oración es natural al hombre, pues aun cuando por triste herencia del pecado original es orgulloso y soberbio, no puede menos de reconocer su pequeñez y su impotencia para dominar las fuerzas de la naturaleza.
   Por eso, en todos los siglos y bajo todos los climas, los hombres han levantado las manos al cielo, implorando la protección de lo alto. El hombre siente la necesidad de ponerse en comunicación con Dios, de alabarle por sus infinitas perfecciones, de mostrarle gratitud por sus beneficios y de  implorar su protección y ayuda en los momentos de apuro. y tiende a expresar bellamente sus sentimientos piadosos.
   Todos los pueblos así como tienen su literatura propia, tienen su literatura religiosa. Ella sirve ora para ensalzar los grandes acontecimientos religiosos, ora también para la comunicación oficial -litúrgica- entre el pueblo, representado por sus sacerdotes y la divinidad.
   Los Salmos. - «La primacía de la literatura religiosa toca al pueblo hebreo: elegido por Dios para preparar la plebe cristiana, el pueblo hebreo tenía una vasta y maravillosa literatura religiosa, en la Biblia en general, y especial mente en los Salmos.
   Los Salmos son una parte importante de la Biblia y en ciertos aspectos un compendio de la misma; ellos fueron la conmovedora oración del pueblo escogido, y con la venida del Cristianismo, son la oración de la Iglesia.
   Los ciento cincuenta Salmos forman parte del Oficio que el Clero reza todas las semanas; también toman parte los Salmos en la Liturgia de la Santa Misa.
   Algunos Salmos son mesiánicos, es decir, que ya en profecía contienen rasgos de la vida de Cristo, el verdadero Mesías, salvador del mundo.
   Otros Salmos son históricos; narran los hechos principales del pueblo judío. Algunos son morales; en ellos se ensalza la protección que Dios concede a los que viven en su santo temor; y se amenaza con duros castigos a los que se separan de la ley del Señor.
   Otros, por último, son verdaderas plegarias; en ellos se implora la misericordia de Dios y el perdón de los pecados.
   También usa la Liturgia algunos cantos tomados de la Biblia, como el cántico de Moisés, el de los tres jóvenes en el horno, el de Zacarías y el «Magnificat» de la Santísima Virgen.
   San Ambrosio, Arzobispo de Milán, compuso numerosos himnos latinos. A él, juntamente con San Agustín, se atribuye el Te-Deum, poema épico de sublime belleza.
   Y entre los poetas latinos autores de himnos diversos, re cogidos en la Liturgia descuella el zaragozano Prudencio (Aurelio Clemente 348-410).
   En las lecciones del Oficio Divino, que el clero reza, hay distribuidas por todo el año litúrgico páginas hermosas de literatura latina. Unas lecciones están tomadas de la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, otras son comentarios de los Padres y Doctores de la Iglesia, y otras tienen carácter histórico, versando sobre el misterio del día, o haciendo un elogio breve de la vida del Santo que se celebra. La Escritura es la ley divina que debemos cumplir; los comentarios de los Santos Padres son la explicación de la ley, y la vida del Santo es un ejemplo práctico que nos anima a cumplir lo que la ley manda.
3. El latín es la lengua oficial de la Iglesia
   La Iglesia lo emplea en los Divinos Oficios para conservar mejor la unidad de fe pues como las lenguas vivas cambian de continuo, su uso podría introducir alteraciones en la Liturgia y en los ritos de los sacramentos.
   Además, usando la misma lengua en los países más diversos; brilla la catolicidad de la Iglesia. En ningún templo católico puede sentirse extraño un hijo de la Iglesia, porque en todas partes se celebran los mismos oficios, interpretados con las mismas palabras.
4. El latín, lengua litúrgica.
   Los libros litúrgicos están escritos en la lengua oficial de la Iglesia, o sea en latín, que es, desde el siglo III o principios del IV, la única lengua litúrgica de todo el Occidente. Los pocos vocablos griegos (el" Kyrie eléison", de la Misa y de las Letanías, y el trisagio "Ágios o Theos" del Viernes Santo), y hebreos ("amen" "alleluia" "hosanna" "sabaoth") que todavía se emplean en la Liturgia romana, son restos de las primitivas lenguas litúrgicas y un indicio bien claro de la unidad de la Iglesia de Cristo, a la que sucesivamente se fueron incorporando judíos, griegos y romanos.
   En los orígenes del cristianismo celebrábase la Liturgia en lengua vulgar, siguiendo en esto el ejemplo de Jesucristo y de los Apóstoles, que usaban el arameo, por ser entonces entra sus compatriotas, el idioma popular. "Los cristianos griegos -dice a este propósito Orígenes- ruegan a Dios en griego; los romanos se sirven de la lengua latina; los demás pueblos le dicen sus alabanzas cada cual en su propio idioma".

   No obstante esta diversidad de lenguas litúrgicas primitivas, el griego, que era a la sazón el idioma más conocido y popular, dominó en seguida a todos los demás, de modo que, hasta la paz de Constantino (313) fue prácticamente la lengua oficial de la Iglesia. A partir de esa época, empero, la influencia de Roma empezó a ser ya decisiva en las naciones cristianas de Occidente, y su lengua, que era ya conocida en todas ellas y usada con frecuencia por los hombres cultos, se impuso en seguida como idioma universal. De esta suerte, el griego cedió su lugar en la Iglesia al latín, el cual quedó en adelante como lengua litúrgica oficial.
   Las Liturgias de Oriente usan desde muy antiguo, según las regiones: el griego, el armenio, el sirio, el etíope y el eslavo, que son las lenguas vulgares de esos mismos pueblos.
  Paulo V concedió a los jesuitas establecidos en China el uso litúrgico de la lengua del país; León XIII permitió el glagolito a los croatas y montenegrinos, que lo venían usando hasta el año 1868; y Benedicto XV consintió que la nueva República checoeslovaca lo empleara igualmente en ciertas solemnidades y en determinados altares. 
5. Ventajas del latín
   El uso del latín, como única lengua litúrgica de Occidente, ofrece varias y muy apreciables ventajas, contra algún pequeño inconveniente.
    Las ventajas son: 
  • 1º) que contribuye poderosamente a conservar la unidad de la fe; 
  • 2º) que facilita a los eclesiásticos de todas las naciones y de todas las lenguas el desempeño, en cualquier iglesia y país, de sus sagradas funciones; y 
  • 3º) que envuelve de cierto misterio y majestad a los actos de culto. 
   Es bien obvio que la unidad y universalidad del latín ha salvaguardado en la Iglesia Romana la unidad e ir mutabilidad de la fe, tanto como en las iglesias protestantes ha sido fuente de discordias y discrepancias la adaptación periódica del Libro de Oraciones al lenguaje de la época. Gracias a la lengua única, nuestra fe es proclamada siempre y dondequiera con las mismas f6rmulas, las cuales nos han sido transmitidas desde los Apóstoles, de generación en generación. .
   Gracias al latín, por otra parte, no existen propiamente, en la Iglesia Romana, liturgia ni templos extranjeros, como tampoco sacerdotes ni fieles advenedizos: todos nos sentimos dondequiera como en nuestra propia y parroquial iglesia. Para la liturgia no hay patria chica ni dialectos ni celos regionales. Todos somos hijos de una madre común, la Iglesia Romana, y todos hablamos u oímos la misma lengua materna, que, es el latín.
   La antigüedad y venerabilidad del latín y el ser hoy una lengua muerta, contribuye, finalmente, a revestir los ritos litúrgicos de cierta gravedad y misterioso misticismo, que los ponen al resguardo de la profanación y sarcasmo de los burladores de la Iglesia. A la vista están los comentarios picarescos que a veces provocan hoy ciertos cánticos y oraciones populares en la boca de los maliciosos.
   Contra estas indiscutibles ventajas sólo aducen los enemigos del latín, casi todos protestantes o afines a ellos, un inconveniente de bulto, a saber: que es ininteligible al común de los fieles. El inconveniente es cierto, pero no tan grave como a primera vista parece.
   No es tan grave como parece, por cuanto se ha remediado en gran parte con las traducciones y comentarios del Misal y del Breviario y de los ritos más usuales de la Liturgia; y además, porque para orar bien, no es absolutamente necesario -aunque sea muy conveniente- entender las fórmulas de oración que se usan, ya que es la Iglesia el órgano oficial de la alabanza y nosotros meros portavoces. Para bien orar, basta unir, a la adoración en espíritu y en verdad, la pronunciación y la presencia materiales. 
6. La pronunciación del latín
   Asegurada la unidad de la lengua litúrgica por las grandes ventajas que reporta a la fe y a la piedad cristiana, la Iglesia se preocupa, sobre todo en estos últimos tiempos, de uniformar en lo posible hasta su pronunciación, para que así reine una más perfecta inteligencia entre los eclesiásticos de todos los países católicos. Y como no es fácil precisar ahora cuál es la verdadera y clásica pronunciación latina, la Iglesia ha manifestado deseos de que se adopte la romana, cuyas características, por lo mismo, es necesario conocer.
   En el latín se pronuncian todas las palabras, y nunca se acentúa la última sílaba de las palabras. Las palabras de más de dos sílabas casi siempre llevan señalado el acento, como en español.
   Los diptongos ae, oe, se pronuncian e. Ejmplo: laetus, coelum, que se leen: Letus, celum. Suelen ecribirse formando una sola letra, en esta forma:  .
   C, delante de y de i y de los diptongos ae, oe, se pronuncia aproximadamente como tch. Ej.: pace patche, cibus=tchibus coelum=tchelum. Al duplicarse la c, se duplica también la t. Ejemplo: ecce=ettche. 
   Ch se pronuncia k. Ej.: ohérubin=Kérubin, brachio=brakio.
   
Ge, gi no tienen sonido equivalente en español; equivalen a dj francesas Ej.: ágimus=ádjimus, reges=redjes.  

   Gue, gui se pronuncian güe, güi. Ej.: pinguedo=pingüedo, sanguis=sangüis.
   
Gn equivale exactamente a ñ. Ej.: agnus=añus.
   
H se pronuncia k en las palabras mihi, nihil y sus derivados. Ej.: mihi=mik7ci.
   
J se pronuncia como y. Ej.: Jerusalem=Yerusalem, jejúnium=yeyunium.
   
Ll suena como dos l. Ej.: ille=il-le, alleluia=al-leluia.  

   Ph como f. Ej.: Joseph=Yosef, philosophia=filosofía.
   
S, entre dos vocales suena algo más dulce que en español; 

   T, en medio de dicción y seguirla de y de otra vocal, se pronuncia ts, Ej.: laetitia=letitsia, gratia=gratsia. Pero se conserva el sonido de t cuando está precedida de s o de x. Ej.: ostium=ostium, mixtio=mixtio; y en las palabras Antiochia, y sus derivados.
   
Sc Suena aroximadamente como ch francesa. Ej.: descendit=dechendit.
   
Xc se parece a kch francesas. Ej.: excelsis=ekchelsis. 

   Z al principio de la dicción, se pronuncia ds, pero suavizando la s. Ej.: Zachaeus=Dsakeus; y en medio de dicción, como ts. Ej.: N azareus=Natsareus.
   Esta pronunciación romana del latín tiene, para los de habla española, el ligero inconveniente de alterar los sonidos de algunas palabras, cuyo significado, por su gran parecido con el español, adivinan aún los que ignoran totalmente el latín. Así, por ejemplo, pronunciando reges, pace, coelum, etc. a la española. no hay nadie que no adivine su significado; mientras que pronunciándolas a la romana, el vulgo en seguida se desorienta. Pero es éste un inconveniente tan insignificante, que apenas merece tenerse en cuenta.
   Algunos gramáticos meticulosos se resisten a pronunciar el latín a la romana, pretextando que no es esa la verdadera pronunciación del lacio; mas conviene recuerden que lo que, por ahora se pretende es tan solo la unificación práctica de dicha pronunciación, no su restauración arqueológioa. Mientras ésta no llegue, bueno y conveniente será fomentar aquélla, siguiendo las directivas de Roma.
7. Las Bellas Artes
   También las Bellas Artes sirven a la religión para solemnizar el culto al Creador. «Las Bellas Artes ligadas a los pasos de la religión cristiana la reconocieron por su madre tan pronto como apareció en el mundo, dándole sus encantos terrestres a cambio de su divinidad; la música escribió sus cantos, la pintura la representó en sus dolorosos triunfos, la escultura se complació en soñar con ella sobre las tumbas y la arquitectura lee edificó  templos sublimes y misteriosos como el pensamiento». (Chateaubriand).
   La Iglesia ha protegido generosamente en todos los tiempos las artes y a los artistas; la música religiosa ha inventado y perfeccionado el órgano, llamado «rey de instrumentos»; las catedrales y monasterios encierran gran número de obras bellísimas de escultura, pintura y orfebrería, hasta el punto de que son verdaderos museos; y los mismos museos nacionales, aun los más famosos del mundo, la mayor parte de las joyas que atesoran y las más valiosas son de carácter religioso. Sublime tributo del arte y de la religión a la Belleza increada, al Autor de toda belleza.

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INTRODUCCIÓN

Acerca de la Santa Misa