PRIMERA PARTE
DEL
AÑO ECLESIÁSTICO
DEL
AÑO ECLESIÁSTICO
EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN
Ciclo
de
NAVIDAD
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1) TIEMPO DE ADVIENTO
El Adviento nos predica que Jesucristo es el centro de la historia del mundo, la cual comienza con la esperanza de su venida de gracia y terminará con su postrer y glorioso advenimiento. Y la liturgia hace desempeñar a todos los cristianos su papel respectivo en ese plan divino. Si Cristo bajó a la tierra accediendo a los apremiantes llamamientos de los Justos del Antiguo Testamento, bajará también hoy, en vistas de las llamadas que le dirige la humanidad generación tras generación y vendrá sobre todo en Navidad a las almas fieles con una infusión nueva de gracia. Vendrá por fin Jesús, llamado por los últimos cristianos, cuando se vean perseguidos por el Anticristo.
En Navidad nacerá Jesús en nuestras almas, porque entonces se ha de celebrar el aniversario de su nacimiento, y a petición de su esposa, la Iglesia, a la cual nada puede rehusar, nos dará las mismas gracias que a los pastores y a los reyes Magos. Cristo vendrá también al fin de los tiempos "para condenar a los culpables a las llamas y convidar a los buenos al cielo con un amistoso llamamiento"
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2) TIEMPO DE NAVIDAD
Al recorrer las páginas que el Misal y el Breviario dedican al tiempo de Navidad, se ve que están especialmente consagradas a los misterios de la infancia de Cristo.
La liturgia celebra la manifestación al pueblo judío (Natividad, 25 de Diciembre) y al gentil (Epifanía, 6 de Enero) del gran Misterio de la Encarnación, que consiste en la unión en Jesús del Verbo, "engendrado de la sustancia del Padre antes que todos los siglos", con la humanidad, "engendrada de la sustancia de su Madre en el mundo". Y ese Misterio se completa mediante la unión de nuestras almas con Cristo, el cual nos engendra a la vida divina. "A todos cuantos le recibieron les dio el poder de ser hijos de Dios". La afirmación del triple nacimiento del Verbo, que recibe eternamente la naturaleza divina de su Padre, que "eleva a Sí la humanidad" que le da en el tiempo a la Virgen Santísima, y que se une en el transcurso de los siglos a nuestras almas, constituye la preocupación de la Iglesia en esta época.
La liturgia celebra la manifestación al pueblo judío (Natividad, 25 de Diciembre) y al gentil (Epifanía, 6 de Enero) del gran Misterio de la Encarnación, que consiste en la unión en Jesús del Verbo, "engendrado de la sustancia del Padre antes que todos los siglos", con la humanidad, "engendrada de la sustancia de su Madre en el mundo". Y ese Misterio se completa mediante la unión de nuestras almas con Cristo, el cual nos engendra a la vida divina. "A todos cuantos le recibieron les dio el poder de ser hijos de Dios". La afirmación del triple nacimiento del Verbo, que recibe eternamente la naturaleza divina de su Padre, que "eleva a Sí la humanidad" que le da en el tiempo a la Virgen Santísima, y que se une en el transcurso de los siglos a nuestras almas, constituye la preocupación de la Iglesia en esta época.
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3) TIEMPO DESPUÉS DE EPIFANÍA
Este Tiempo Después de Epifanía, es una prolongación del Tiempo de Navidad. La divinidad de Jesús continúa afirmándose, y los que hablan y actúan no son ya los Ángeles del Gloria in excelsis, ni le estrella de los Magos, ni siquiera la voz de Dios Padre y la aparición del Espíritu Santo, como en el Baustismo de Nuestro Señor, sino que es Cristo mismo. Éste exigirá, como veremos en el Ciclo Pascual, la entera sumisión de nuestro espíritu y de nuestro corazón a su doctrina y a las normas de vida que nos dictará.
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SEGUNDA PARTE
DEL
AÑO ECLESIÁSTICO
DEL
AÑO ECLESIÁSTICO
EL MISTERIO DE LA REDENCIÓN
CICLO PASCUAL
CICLO
PASCUAL
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TIEMPO DE SEPTUAGÉSIMA
Con Septuagésima empieza el Ciclo cuyo centro es la solemnidad de las solemnidades: la Pascua
El ciclo del Natalicio depende esencialmente del Ciclo Pascual, porque si Dios bajó del cielo a este mundo, fue con la única mira de elevarnos hasta sí. Al Ciclo de la Encarnación, en que la liturgia nos presenta a todo un Dios vistiéndose la librea de nuestra mísera humanidad, corresponde el Ciclo de la Redención. en que esa misma liturgia nos muestra en el misterio de la Resurrección a Jesús revistiéndonos de su gloriosa divinidad.
Esa es la "Obra magna que el Padre encomendara a su Hijo". Por eso, la Iglesia, que nos ha manifestado la divinidad de Cristo durante la primera etapa del año eclesiástico, nos muestra en la segunda aquello que Jesús hizo por merecerla y comunicarla a los hombres.
Desde luego, habrá que librar con satanás dura pelea, la cual irá arreciando durante los tres períodos sucesivos, llamados Tiempo de Septuagésima, de Cuaresma y de Pasión.
Pero Cristo es Dios, y, por ende, segura tenemos la victoria.
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El Tiempo de Cuaresma se divide en dos partes. La primera empieza el Miércoles de Ceniza, llamado por la liturgia "Principio de la Santísima Cuaresma", para terminar el Domingo de Pasión. La segunda, comprende la "gran quincena" que lleva el nombre de Tiempo de Pasión.
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TIEMPO DE PASIÓN
El Tiempo de Pasión se refiere especialmente al tercer año del ministerio de Jesús y a los últimos sucesos de su vida mortal.
El Tiempo de septuagésima, el de Cuaresma y el de Pasión son respectivamente una preparación remota, próxima e inmediata para las solemnidades Pascuales.
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TIEMPO PASCUAL
La Iglesia que nos recuerda cada año en su liturgia los sucesos de la vida del Salvador, de los cuales nos invita a participar, celebra en las fiestas pascuales el aniversario del triunfo de Jesús vencedor de la muerte.
La resurrección del Salvador es el suceso más glorioso de su existencia, la prueba más fehaciente de su divinidad y la base inconmovible de toda nuestra fe. La Pascua de Cristo, o su paso de la muerte a la vida y de la tierra al cielo, es, en efecto, la consagración de la victoria definitiva que ha ganado contra el demonio, la carne y el mundo. Para eso se encarnó el Verbo, para eso sufrió, para eso murió.
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TIEMPO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Después del reinado del Padre sobre el pueblo de Dios, que nos recuerda el Tiempo de Adviento; después del reinado del Hijo, que comienza en su nacimiento, o sea, en Navidad, para consumarse con su Ascensión, y que nos recuerda a su vez el Tiempo de Navidad y el Tiempo Pascual, la liturgia celebra al Espíritu Santo y se manifiesta desde Pentecostés hasta el fin de los siglos.
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