LOS SACRAMENTALES
1. Bendiciones. 2. El agua bendita. 3. Bendición de la madre.
4. Bendición del pan. 5. Bendición de la mesa. 6. Funerales.
4. Bendición del pan. 5. Bendición de la mesa. 6. Funerales.
Los Sacramentales han sido instituidos por la Iglesia a imitación de los Sacramentos que fueron instituidos por Jesucristo. No pueden producir la gracia por su propia virtud, pero sí producen, en virtud de la impetración de la Iglesia, ciertos efectos espirituales.
Se cuentan seis sacramentales principales(1): la oración común en el templo, el agua bendita, el Pan bendito, la confesión general, la limosna y las bendiciones.
1. Bendiciones.
Todas las cosas salieron buenas de las manos del Criador. Las criaturas inferiores tienen por fin dar gloria al Supremo Hacedor y servir al hombre tanto para su provecho material como para
su santificación. Pero habiéndose rebelado el hombre contra Dios, muchas criaturas se rebelaron también contra el hombre y le sirven ahora de ruina y escándalo, haciéndole caer en pecado. El fin de las bendiciones es sustraer las cosas materiales de la influencia del demonio, para que no se aproveche de ellas en contra del hombre, sino que sirvan a éste para su santificación. Las bendiciones pueden ser invocativas, por las cuales se pide algún beneficio del Señor. Las cosas así bendecidas no quedan sagradas, y pueden seguir aplicándose a usos profanos, como la bendición de una casa nueva. Otras bendiciones son constitutivas, convierten las cosas de profanas en sagradas. Ejemplo: los ornamentos litúrgicos. Cuando se usan óleos sagrados en la bendición, entonces se llama consagración, y está reservada a los obispos. Ejemplo: la consagración del templo y del cáliz.
2. El agua bendita.
Se usa todos los domingos en Misa mayor al Asperges, pidiendo a Dios el perdón de los pecados para los presentes.
Los fieles usan el agua bendita haciendo la señal de la cruz al entrar en la iglesia, para que Dios les perdone los pecados veniales. También se usa el agua bendita en las bendiciones de cosas y de personas.
3. Bendición de la madre.
Según la ley de Moisés, la mujer que había dado a luz un niño se presentaba en el templo a los cuarenta días para purificarse y ofrecer un sacrificio a Dios.
Así se presentó la Virgen con el niño Jesús en el templo de Jerusalén (2 de febrero). Ahora las madres cristianas también se presentan en el templo con su hijo, poco después de bautizado, para recibir la bendición de la Iglesia y oír Misa.
4. Bendición del pan.
El día de San Blas y en otras fiestas hay costumbre de llevar rosquillas, tortas y otros alimentos al templo para que sean bendecidos.
De esta manera se honra a los Santos y se pide a Dios que nos preserve de enfermedades por el uso de aquellos alimentos bendecidos.
5. Bendición de la mesa.
Costumbre que no debe faltar en ninguna familia cristiana es bendecir la mesa. Por ella reconocemos que de Dios nos vienen los alimentos. Puede hacerse de esta manera:
Derramad, Señor, vuestras bendiciones sobre nosotros y sobre estos dones vuestros que vamos recibir de vuestra mano generosa. Por Cristo Nuestro Señor, Resp.: Amén. De la mesa celestial nos haga participantes el Señor Dios, Rey de la gloria. R. Amén. (Padrenuestro, Ave y Gloria.) Por la noche varía la segunda cláusula, diciendo: A la cena de la vida eterna nos lleve el Señor, Rey de la gloria. R. Amén. Acción de gracias. Gracias os damos por todos vuestros beneficios, oh Dios Omnipotente, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén. El Señor nos dé su paz y la vida eterna. Amén. (Ave y Gloria.)
6. Funerales.
Tienen derecho a sepultura en lugar sagrado todos los fieles cristianos que no han sido privados de este derecho por algún delito eclesiástico o por ser pecadores públicos.
La sepultura eclesiástica consiste en la traslación del cadáver a la iglesia, en la celebración en ella de funerales por su alma y en ser enterrado en lugar sagrado. Con el nombre de funerales entendemos el Oficio de Difuntos y la Misa exequial. La Iglesia vivamente desea que cuando un cristiano adulto ha fallecido, su familia se preocupe de hacer celebrar funerales por su alma, con la solemnidad que corresponde. |
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