Bienaventurados los que padecen persecución por la
justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. (Mateo, 5,10).
Nacida en Domrémy en 1412,
Juana de Arco, hija de un humilde campesino, fue inspirada por voces
sobrenaturales y, a la edad de 17 años, persuadió al rey de Francia, Carlos
VII, a que la pusiese al frente de un ejército contra los invasores ingleses.
Después de varias victorias, seguidas de la consagración de Carlos VII en
Reims, Juana fue capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses, que
la hicieron quemar viva el 31 de mayo de 1431. Fue canonizada en 1920.
I. ¿De dónde proviene que encuentras la
vida penosa y fastidiosa? Es porque deseas muchas cosas que no puedes tener, y
porque tienes aversión al estado en el que estás. No quieres ser pobre,
estar enfermo o ser despreciado; cuando esto te acaece, caes en la desesperación:
quisieras estar siempre sano, ser siempre rico, siempre estimado; si esto te
falta estás triste. ¡Ah! si supieses padecer las pruebas de la vida no desear lo que no tienes,
¡cuán dichoso serias! Desgraciados
ante los ojos de los ignorantes, los santos no pueden ser sino dichosos. (Salviano).
II. ¿Acaso no es ser feliz en esta vida
tener las promesas de la vida eterna? Los que sufren tienen estas promesas,
porque Nuestro Señor les ha asegurado que serán consolados en el cielo; por
el contrario. Él condena al rico malo que gozó toda suerte de bienes en este
mundo. ¡Dichosos del siglo: cuidado, vuestra dicha es el triste presagio de la
desdicha eterna que os espera en la otra vida!
III. Jesucristo ha venido a este mundo a enseñamos el secreto para ser felices, no
sólo en la otra vida sino
aun en ésta. Para ello, nos ha recomendado el amor a los sufrimientos. Los
santos lo han imitado, y han vivido muy contentos en medio de las tribulaciones de este mundo. Estás en un error, hermano
mío, si quieres regocijarte
en el mundo, y vivir después con Jesucristo en el cielo. (San Jerónimo).
La paciencia
Orad por los afligidos.
ORACIÓN
Escuchadnos, Señor, Dios Salvador
nuestro, y haced que, así como nos regocijamos con la fiesta de vuestra
bienaventurada virgen Juana, obtengamos provecho, en nuestra inteligencia, de
estos sentimientos de piedad y de devoción. Por J. C. N. S. Amén.
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