11 de febrero
SAN LUCIO, Obispo de Adrianápolis
(350 d. C.)
San Lucio fue elevado a la sede de Adrianópolis en Mancedonia, después de la muerte de San Eutropio, que había sido desterrado a la antigua Galia (Francia) por predicar contra los arríanos. Lucio no fue menos valeroso que su predecesor en defender la divinidad de Nuestro Señor y también lo desterraron. Regresó a su sede, donde encontró que le habían levantado vergonzosas calumnias y volvió a ser expulsado. Fue a Roma para defender su inocencia y allí encontró a San Pablo, obispo de Constantinopla, y al gran San Atanasio, ambos desterrados como él. Después de otras dificultades y persecuciones, San Lucio y otros ciudadanos de Adrianópolis fueron arrestados porque no quisieron adherirse a los que habían sido condenados por el Concilio de Sárdica. Los seglares fueron decapitados, mientras que Lucio fue llevado al destierro, con cadenas alrededor de su cuello y grillos en sus muñecas. Murió en la prisión a causa del trato que había recibido. La suerte de su amigo hizo gran impresión en San Atanasio, quien, en más de uno de sus escritos, trata de la constancia y valor de San Lucio y de los otros mártires de Adrianópolis.
La relación ha tenido que hacerse con trozos de los datos proporcionados por San Atanasio, San Hilario, el historiador Sócrates, etc. Véase Acta Sanctorum, febrero, vol. II; los Concites de Hefele-Leclercq, vol. I, pp. 815 y S26.
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*FUENTE: VIDAS DE LOS SANTOS, DE BUTLER |
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