09 de febrero
BEATO MARIANO SCOTO, Escribiente
(1088 d. C.)
El verdadero nombre de Mariano Scoto fue el de Muiredach MacRobartaigh, natural de Donegal, probablemente. En su juventud se hizo notar por su atractivo físico y su gran fuerza, lo mismo que por su piedad y la encantadora sencillez de sus modales. Sus padres lo tenían destinado al sacerdocio, y desde muy joven vistió una especie de hábito, pero sin ingresar a ninguna comunidad. En 1067, salió de Irlanda junto con varios compañeros, con la intención de llegar a Roma. En Bamberg, los peregrinos fueron recibidos bondadosamente por el obispo Otto y, bajo su dirección, practicaron la regla conventual más estricta durante un año, hasta que el obispo, convencido de su vocación, les aconsejó abrazaran la vida religiosa y todos ingresaron al monasterio benedictino de Michelsburg. Aunque los monjes los recibieron cordialmente, los jóvenes formaron un grupo aparte, debido a que desconocían el alemán y al fin se retiraron a unas celdas separadas del monasterio. Ahí permanecieron algún tiempo, hasta que el abad les autorizó a continuar su peregrinación a Roma. Sin embargo, nunca llegaron a su destino, puesto que al pasar por Ragensburg, se detuvieron en el Alto Monasterio y ahí se quedaron para siempre al descubrirse que Mariano era un escribiente muy diestro, que la abadesa Emma lo necesitaba para transcribir sus libros. Desde aquel momento, Mariano se consagró cuerpo y alma a copiar los textos religiosos con una diligencia incomparable. Su biógrafo, después de hablar de la rapidez con que escribía, agrega: "Entre las obras que la Divina Providencia se dignó ejecutar por medio del Beato Mariano, yo considero la más digna de alabanza y admiración el Antiguo y el Nuevo Testamentos con comentarios y explicaciones. Ponía el beato mucho celo en su trabajo y repetía la copia de los sagrados textos hasta que quedaban perfectos. La labor era incesante y Mariano la ejecutaba como una penitencia para ganar el cielo, porque todo el tiempo vistió hábitos burdos que le mortificaban y vivió en la más completa austeridad. "El Beato Mariano y sus compañeros habitaban en amplias celdas donde aquel escribía, mientras los otros preparaban los pergaminos. Fue por entonces cuando ocurrió un caso maravilloso que registran las crónicas: cierta noche, la criada que debía llevar velas para que Mariano continuara escribiendo, se olvidó de hacerlo; ya bien entrada la noche, se acordó de su olvido y para repararlo, decidió llevar las velas inmediatamente a la celda del beato. Al llegar, junto con otra criada, ambas quedaron atónitas al verlo escribiendo con la mano derecha y la izquierda levantada para alumbrarse con los rayos de luz fulgurante que salían de sus dedos. El extraordinario suceso fue muy difundido y comentado; la fama del beato se extendió por toda la comarca, pero él parecía no darse cuenta y proseguía su vida humilde y callada, trabajando sin cesar.
Al cabo de algún tiempo, Mariano pensó en reanudar su interrumpido viaje a Roma, pero antes de tomar una decisión, oró fervorosamente, pidiendo que el Espíritu Santo lo iluminara para saber si la voluntad de Dios era que partiese o se quedara en Regensburg. El cielo respondió a sus ruegos con un sueño, en el cual Mariano advirtió ciertos signos que interpretó como un aviso divino para que permaneciera donde estaba. Así fue como se quedó en Regensburg, dedicado al trabajo, la oración y la penitencia, hasta el fin de su vida.
A fuerza de copiar la literatura sagrada llegó a conocerla profundamente y no sólo era teólogo, sino también poeta. Sería imposible hacer una lista de todos los libros que transcribió o que escribió. Fueron innumerables los salterios y pequeños devocionarios que salieron de sus manos y se perdieron en las de clérigos pobres y damas piadosas. Sólo existen todavía algunos de sus escritos originales; en la gran biblioteca de Viena hay un manuscrito suyo de las Epístolas de San Pablo (y la Epístola apócrifa a los Laodiceanos), está escrito con su característica letra pequeña y delicada y sus comentarios al margen y al final, la firma de Mariano, con su nombre verdadero y los apellidos de su familia, escritos en su lengua natal. El P. Denis, S. J., que era bibliotecario a fines del siglo dieciocho, ha dado una descripción interesante de este documento.
La abadesa del Alto Monasterio cedió a Mariano la iglesia de San Pedro y su terreno adyacente, donde el beato fundó un monasterio para los irlandeses, en 1078. La fama de su santidad atrajo a muchos paisanos, y el convento prosperó rápidamente. Mariano fue el primer abad y los seis que le sucedieron eran también celtas, naturales de la provincia de Ulster. Aquel fue el origen de los monasterios escoceses o irlandeses que florecieron en el sur de Alemania, algunos de los cuales alcanzaron después tanta celebridad.
Véase Life of Marianus, en el Acta Sanctorum, febrero, vol. II; de Rader, Bavaria Sancta, vol. II, pp. 227-228 y Proceeding of the Royal Irish Academy, vol. VII, pp. 290 ss.
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*FUENTE: VIDAS DE LOS SANTOS, DE BUTLER |
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