24 de diciembre
BEATA PAULA CERIOLI, Viuda y Fundadora
Constancia Cerioli nació en Soncino, cerca de Bérgamo, en 1816, y fue la últ ima de los dieciséis hijos de Don Francesco Cerioli y su esposa, la condesa ancesca Corniani. Constancia se educó con las monjas de la visitación y, a la edad de diecinueve años, se casó con Gaetano Buzecchi-Tassis, de sesenta añ os, viudo, rico y de buena disposición, pero muy feo y con cierta aversión la humanidad. Pero de todas maneras, el consentimiento de Constancia para la unión fue exclusivamente pasivo, puesto que el matrimonio fue arreglado por los padres de la joven, de acuerdo con la costumbre de la época y del lugar, la costumbre a la que el padre Federici, biógrafo de Constancia, califica de "no tanto ilógica como usurpadora de funciones". En este caso particular, los re sultados de la unión fueron naturalmente dolorosos aunque no trágicos, puesto que desde un principio, Constancia se sintió impulsada a confiar enteramente en Dios, cuya gracia no le faltó por cierto. El matrimonio subsistió durante diecinueve años y de él nacieron tres hjos. Dos murieron en infancia y el tercero, Carlos, sólo vivió hasta cumplir los dieciseis años, pero su recuerdo perduró durante toda la vida de su madre.
Gaetano Buzecchi murió en 1854 y dejó a su viuda provista de una consi derable fortuna. El hecho de que los huérfanos desamparados de la comarca fueran, a fin de cuentas, los únicos herederos de aquella fortuna, se debió a una frase casual del cura de la parroquia de Constancia. Desde el momento en que la escuchó, la rica viuda se llevó a vivir a su casa de Comonte, en Seria te, población de la Lombardía, a dos niños sin padres y formuló la determinación e dedicar su persona, sus medios y energías, al bienestar de los huérfanos y las luérfanas, hijos de campesinos especialmente, los que debían ser educados y adieslrados para la existencia y el trabajo en los campos. Su primera ayudante, a la que consideró siempre como su mano derecha, era Luisa Corti. Sus consejeros y amigos fieles fueron el canónigo Valsecchi y el obispo de Bérgamo, Mons. Speranza. Por el otro lado estaban los que la consideraban "loca", como se lo dijo el obispo, a lo que ella repuso: "Es ver dad que lo estoy; tengo la locura de la cruz". No pasó mucho tiempo sin que se le ofrecieran nuevas manos para ayudar en la obra y, en 1857, Cons tancia Cerioli hizo sus votos religiosos y tomó el nombre de Paula Isabel; a los pocos meses, el Instituto de la Sagrada Familia fue aprobado. Aumentó y prosperó con tanta rapidez que, en cinco años, se realizó la segunda parte del proyecto de la hermana Paula: una rama de hermanos de la misma congre gación para que se hiciesen cargo de los huérfanos, que se estableció en Villa Campagna, cerca de Soncino, bajo la dirección de Juan Capponi, un alto empleado del hospital de Leffe. Con su característica decisión, la hermana Paula dedicaba su trabajo a preparar a los niños y a los jóvenes para la vida rural. Por aquellos días, la agricultura y los trabajadores del campo no eran un problema público tan importante como lo son hoy, y no es poco lo que Italia debe sobre este particular al Instituto de la Sagrada Familia, por la excelente enseñanza y la efectiva práctica agrícola que impartió en los establecimientos de niños huérfanos. Fue una circunstancia afortunada que aquella obra naciera precisamente en las proximidades de Mántua, la ciudad de Virgilio, de la cual dijo el poeta: O fortunatas nimium, sua si bona norint, agricola: "¡ Si supieran los ventu rosos labradores la riqueza agrícola que ahí tienen!" Una buena parte de la vocación de la hermana Paula consistió en dar a conocer esa riqueza a los labradores italianos, que vivían en la más atroz de las miserias. No sobrevivió por largo tiempo a la fundación de Villa Campagna. Siem pre había sido de salud delicada, padecía de una leve deformidad en la espina dorsal y su corazón le causaba constantes molestias. Murió en Comonte, en la madrugada de la víspera de la Navidad de 1865, mientras dormía. Había dado el nombre de la Sagrada Familia a su fundación a causa de su profunda ve neración por San José, y no podía haber elegido mejor fecha para su muerte que aquella vigilia de Navidad. La tranquilidad con que pasó a mejor vida, fue una digna coronación de una existencia que, no obstante su gran actividad externa, se caracterizó por una extraordinaria paz interior fincada en una serena devoción por Jesucristo. La Hermana Paula Cerioli fue beatificada en 1950. |
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