17 de julio
SANTOS ESPERATO y COMPAÑEROS
(NARTZALO, CITINO, VETURO, FÉLIX,
AQUILINO, LETANCIO, GENARA, GENEROSA,
VESTIA, DONATA y SEGUNDA), Mártires
(180 d. C.)
SANTOS ESPERATO y COMPAÑEROS
(NARTZALO, CITINO, VETURO, FÉLIX,
AQUILINO, LETANCIO, GENARA, GENEROSA,
VESTIA, DONATA y SEGUNDA), Mártires
(180 d. C.)
Estos santos sufrieron el martirio en el último año de la persecución de Marco Aurelio, pero ya durante el reinado de Cómodo. Sus actas, que son indudablemente auténticas y las más antiguas que existen, por lo que se refiere a la Iglesia del África, se conservan casi en su forma original. Esperato y sus compañeros eran originarios de Scillium (cerca de Túnez). Eran en total doce: siete mujeres y cinco hombres. He aquí sus nombres: Esperato, Nartzalo, Citino, Veturo, Félix, Aquilino, Letancio, Genara, Generosa, Vestia, Donata y Segunda.
Llevados prisioneros a Cartago, comparecieron ante el procónsul Saturnino, quien les ofreció el perdón imperial con tal de que adorasen a los dioses. Esperato respondió en nombre de todos: "No hemos cometido crimen alguno ni hemos hecho injusticia a nadie; hemos dado gracias por los malos tratos que recibimos, porque honramos profundamente a nuestro Soberano." El procónsul replicó: "También nosotros somos un pueblo religioso, y nuestra religión es más sencilla. Nosotros juramos por el divino espíritu de nuestro señor el emperador y pedimos por su bienestar. Vosotros debéis hacer lo propio, pues tal es vuestro deber." "Si me escuchas pacientemente unos momentos, te explicaré el misterio de la verdadera sencillez", le pidió Esperato. Pero Saturnino le ordenó que jurase inmediatamente por el "genio" del emperador. Esperato contestó: "Yo no sé nada de los imperios de este mundo; sirvo a un Dios que ningún mortal ha visto jamás ni puede ver. Yo no he robado nunca y pago todo lo que compro, porque reconozco a mi Maestro, que es el Rey de reyes y soberano de todas las naciones del mundo." Saturnino exhortó entonces a todos los reos a abjurar de su fe y Esperato exclamó: "Tu doctrina es mala, puesto que permite el asesinato y el perjurio." Entonces el procónsul, volviéndose hacia los otros mártires, les pidió que desmintiesen a Esperato, pero Citino respondió: "Nosotros no tememos más que a nuestro Dios, que está en el cielo." Y Donata añadió: "Damos al César el honor que se le debe, pero sólo tememos a Dios." Y Vestia dijo: "Soy cristiana." Y Segunda dijo: "Yo no quiero dejar de ser lo que soy." Y así todos los demás. Entonces, el procónsul preguntó a Esperato: "¿Sigues decidido a permanecer cristiano?" "Sí, soy cristiano." El procónsul insistió: "¿No quieres reflexionar un poco?" Esperato replicó: "Cuando las cosas son claras, no hace falta reflexionar." Saturnino le preguntó: "¿Qué guardas en esa caja?" Esperato contestó: "Los libros sagrados y las cartas de un justo llamado Pablo."
Saturnino les concedió treinta días de plazo para que reflexionaran, pero todos rechazaron la concesión y reiteraron que eran cristianos. Viendo tal constancia y resolución, el procónsul pronunció la sentencia en los siguientes términos: "Esperato, Nartzalo, Citino, Veturo, Donata, Vestia, Segunda y los demás, habiéndose confesado cristianos y habiendo rechazado la ocasión de volver a las costumbres romanas, quedan sentenciados a perecer por la espada." Cuando Saturnino acabó de leer la sentencia, Esperato exclamó: "¡Gracias sean dadas a Dios!" y Nartzalo dijo: "¡Este día seremos mártires del cielo! ¡Gracias sean dadas a Dios!" Inmediatamente fueron conducidos al sitio de la ejecución, donde se les decapitó. Los fieles que copiaron las actas del registro público, añaden: "Y así, todos recibieron juntos la corona del martirio y reinan con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén."
Si se comparan los textos de BHL., nn. 7527-7534, y BHG., 1645, el texto más antiguo parece ser el que publicó Armitage Robinson en Text and Studies, vol. I, pte. 2 (1891). Ver también Delehaye, Les Passions des Martyrs el les Genres littéraires, pp. 60-63. Acerca de las reliquias de los mártires, cf. Pio Franchi de Cavalieri, en Römische Quartalschritf, vol. XVII (1903), pp. 209-221; y Analecta Bollandiana, vol. XXIII (1904), pp. 344 ss. Más populares, pero no menos exactos, son los relatos de P. Monceaux en La vraie légende dorée (1928) y L. Bertrand, Martyrs africains (1930). Puede verse una traducción inglesa de las actas en E. C. E. Owen, Acts of the Early Martyrs (1927).
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*Vidas de los Santos, de Butler, Vol. III. |
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