01/V SANTOS FELIPE Y SANTIAGO EL MENOR, Apóstoles

01 de Mayo

SANTOS FELIPE Y SANTIAGO EL MENOR,
Apóstoles


SAN FELIPE
SANTIAGO EL MENOR

  A vosotros os he llamado amigos; porque os he hecho
saber cuanto oí de mi Padre.

(Juan, 15, 15).

   Tanto San Felipe cuanto Santiago tuvieron el honor de ser apóstoles de Jesucristo, de predicar su Evangelio y de morir por la fe. Felipe fue quien llevó a Natanael a Jesucristo. Después de la Ascensión trasladóse a Escitia, donde fue crucificado después de haber convertido a gran número de bárbaros.
   Santiago, primo del Señor, fue tan venerado entre los judíos, que se tenían éstos por dichosos con sólo tocar el borde de su manto. Fue precipitado desde lo alto del templo de Jerusalén porque predicaba a Jesucristo.

MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE LOS
APÓSTOLES FELIPE y SANTIAGO
 
   
I. Estos santos tuvieron el honor de ser llama dos al apostolado, de predicar el Evangelio y derramar su sangre por Jesucristo. Obedecieron al llamado de Dios, correspondieron a sus gracias e imitaron los padecimientos de su Maestro. Dios te llama a ti desde hace tiempo, oyes su voz y, sin embargo, no le obedeces. Muchas ocasiones te proporciona de trabajar y de sufrir por Él, ¿cómo las aprovechas? Si los bienaventurados pudiesen en el cielo tener algún pesar, provendría de haber perdido muchas ocasiones de acrecentar su corona sufriendo por Jesucristo.
   
II. Apenas convertido San Felipe, ya quiso hacer participar a Natanael de su dicha llevándole a Jesús. ¿Puedes de algún modo trabajar tú en la salvación a el prójimo? Hazlo. Comparte con tus amigos, tus parientes y domésticos, los buenos sentimientos que Dios te inspira. ¿No es acaso lo contrario de lo que haces? ¿No escandalizas a tu prójimo con tus palabras y tu mala vida?
   
III. Santiago era tenido por santo aun por aquellos mismos que lo mataron; sus oraciones, su austeridad, su modestia, y tantas otras virtudes le valieron el sobrenombre de Justo. ¿De qué estima gozas tú ante los hombres? ¿Qué se dice de ti? Pregúntalo a tus amigos; oye aun lo que te reprochan tus enemigos, para corregirte. Mas, antes que nada, considera cuál es tu situación al respecto frente a Dios. Si los hombres no te condenan, tal vez lo hace tu con ciencia, porque nadie puede huir de sí mismo. (San Bernardo).

El deseo de la santidad
Orad por la propagación
de la fe.

ORACIÓN
   Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo en la festividad de San Felipe y Santiago, vuestros Apóstoles, haced, os lo suplicamos, que al mismo tiempo que nos regocijamos con sus méritos aprovechemos sus ejemplos. Por J. C. N. S. Amén.



*
Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)
(1)Patronos principales del Uruguay y Titulares de la Iglesia Catedral de Montevideo.

01/V SAN JOSÉ OBRERO

01 de Mayo

SAN JOSÉ OBRERO


 "El 1 de mayo de 1955—escribe un testigo presencial— Roma era un hervidero de gente sencilla y morena, con mirada abierta y espontánea. Aquí y allá, en los bares y vías que acercan al Vaticano, grupos de hombres, mujeres y niños, mezclados en alegre algarabía, despachaban el leve bagaje de sus mochilas y apuraban unas tazas de rico café. En su derredor parecía soplar un aire nuevo, sin estrenar. Hasta tal punto que el semblante de la Ciudad Eterna, acostumbrado a todos los acontecimientos y a todas las extravagancias de todos los pueblos de la tierra, parecía asombrado ante aquella avalancha nueva de cuerpos duros y curtidos y de almas ingenuas, que desbordaban todo lo previsto."
   Se diría que había un presentimiento. Cuando aquellos grupos confluyeron en una de las grandes plazas romanas y a lo largo de las amplias márgenes del Tíber e iniciaron su marcha hacia el Vaticano, flotaba algo en el ambiente. La vía de la Conciliación se estremecía con un eco nuevo, el de las rotundas voces de los obreros del mundo, que, al compás de bravos himnos, y bajo sus guiones y pancartas, representando a todos sus hermanos del mundo, avanzaban al encuentro del Papa.
    Era una riada inmensa de vida, de calor, de entusiasmo. Bajo el crepitar de los camiones, cargados de trabajadores, que con sus instrumentos de trabajo avanzaban hacia la plaza de San Pedro, corría una multitud alegre y sencilla, gritando hermosas consignas: "¡Viva Cristo Trabajador! ¡Vivan todos los trabajadores! ¡Viva el Papa!". Aquellos doscientos mil hombres superaban el viejo latido de odio y de muerte, cambiándolo por otro de resurrección y de vida.  
   Oigamos de nuevo al mismo cronista: "Con espíritu nuevo y conciencia clara de la nobleza trabajadora la inmensa muchedumbre fue llenando, en creciente oleaje, la monumental plaza de San Pedro. Las fontanas se transformaron en racimos humanos y sobre la enardecida concentración el obelisco neroniano parecía un dedo luminoso que apuntaba tercamente la ruta de los luceros, la única capaz de redimir al doliente mundo del trabajo. A los pies mismos de la basílica se detenía el oleaje humano y bajo el balcón central de la iglesia más monumental del cristianismo se levantaba el rojo estrado papal. Pronto apareció en él la blanca figura del Vicario de Cristo mientras la plaza entera vibraba en un ensordecedor griterío y un continuo agitar de pañuelos y pancartas. Las fontanas parecían abrir sus bocas para gritar, el obelisco se estiraba más y más hacia el cielo y la majestuosa columnata de Bernini tenía un movimiento de gozo y de gloria. Todo se movía en torno al Cristo en la tierra, y por las cornisas y capiteles —como bandada de palomas al viento— iban saltando los gritos de paz, trabajo y amor.  
   "De la inmensa plaza se fueron destacando pequeños grupos de obreros, portadores de mil obsequios calientes que el mundo del trabajo ofrecía al Papa. Los vimos subir las gradas del estrado y arrodillarse, con sus manos llenas y toscas, ante el Cristo visible en la tierra. Algunos, con serenidad, decían una frase densamente aprendida. Otros, vencidos por el momento grandioso, lo olvidaban todo e improvisaban ricas espontaneidades, O no hacían más que mirar al Papa, cara a cara, y llorar. La plaza seguía gritando por su descomunal boca de doscientos cuarenta metros de anchura y volando en alas de los doscientos mil corazones de obreros. Sólo cuando el Papa se levantó quedó muda y sobrecogida, como un desierto silencioso. Sobre el silencio palpitante vibró la voz del Papa Pío XII.  
   “¡Cuántas veces Nos hemos afirmado y explicado el amor de la Iglesia hacia los obreros! Sin embargo, se propaga difusamente la atroz calumnia de que "la Iglesia es la aliada del capitalismo contra los trabajadores". Ella, madre y maestra de todos, ha tenido siempre particular solicitud por los hijos que se encuentran en condiciones más difíciles, y también, de hecho, ha contribuido poderosamente a la consecución de los apreciables progresos obtenidos por varias categorías de trabajadores. Nos mismo, en el radiomensaje natalicio de 1942, decíamos: "Movida siempre por motivos religiosos, la Iglesia condenó los diversos sistemas del socialismo marxista y los condena también hoy, siendo deber y derecho suyo permanente preservar a los hombres de las corrientes e influjo que ponen en peligro su salvación eterna".  
   "Pero la Iglesia no puede ignorar o dejar de ver que el obrero, al esforzarse por mejorar su propia condición, se encuentra frente a una organización que, lejos de ser conforme a la naturaleza, contrasta con el orden de Dios y con el fin que Él ha señalado a los fieles terrenales. Por falsos, condenables y peligrosos que hayan sido y sean los caminos que se han seguido, ¿quién y, sobre todo, qué sacerdote o cristiano podrá hacerse el sordo al grito que se levanta del profundo y que en el mundo de Dios justo pide justicia y espíritu de hermandad?"  
   Sin embargo, la fiesta, con toda su hermosura, hubiera podido quedar como una más entre las muchas que se han celebrado en la magnífica plaza de San Pedro y el discurso como uno de tantos entre los pronunciados por el Papa Pío XII. No fue así. Por boca del Sumo Pontífice la Iglesia se aprestó a hacer con la fiesta del 1 de mayo lo que tantas veces había hecho, en los siglos de su historia, con las fiestas paganas o sensuales: cristianizarlas.  
   El 1 de mayo había nacido en el calendario, de las festividades bajo el signo del odio. Desde mediados del siglo XIX esa fecha se identificaba en la memoria y en la imaginación de muchos con los bulevares y las avenidas de las grandes ciudades llenas de multitudes con los puños crispados. Era un día de paro total en que el mundo de los proletarios recordaba a la sociedad burguesa hasta qué punto había quedado a merced del odio de los explotados. Y esa fiesta, la fiesta del odio, de la venganza social, de la lucha de clases, iba a transformarse por completo en una fiesta litúrgica, solemnísima, del máximo rango (doble de primera clase), con su hermoso oficio propio y su misa también propia.  
   El Papa lo anunció con toda solemnidad: "Aquí, en este día 1 de mayo, que el mundo del trabajo se ha adjudicado como fiesta propia, Nos, Vicario de Jesucristo, queremos afirmar de nuevo solemnemente este deber y compromiso, con la intención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo y que ella inspire la vida social y las leyes fundadas sobre la equitativa repartición de derechos y de deberes”.  
   "Tomado en este sentido por los obreros cristianos el 1 de mayo, recibiendo así, en cierto modo, su consagración cristiana, lejos de ser fomento de discordias, de odios y de violencias, es y será una invitación constante a la sociedad moderna a completar lo que aún falta a la paz social. Fiesta cristiana, por tanto; es decir, día de júbilo para el triunfo concreto y progresivo de los ideales cristianos de la gran familia del trabajo. A fin de que os quede grabado este significado... nos place anunciaros nuestra determinación de instituir, como de hecho lo hacemos, la fiesta litúrgica de San José Obrero, señalando para ella precisamente el día Uno de Mayo. ¿Os agrada. amados obreros, este nuestro don? Estamos seguros que sí porque el humilde obrero de Nazaret no sólo encarna, delante de Dios y de la Iglesia, la dignidad del obrero manual, sino que es también el próvido guardia de vosotros y de vuestras familias".  
   Y desde aquella tarde serena y gozosa el 1 de mayo entraba en el calendario católico bajo la advocación de San José Obrero.  Los liturgistas pondrán, ciertamente, una vez más, su nota de escrúpulo ante esta fiesta de tipo ideológico, recordando que el ciclo litúrgico es esencialmente conmemoración de acontecimientos, no de ideas. Sin embargo, aunque en la línea de una exquisita pureza litúrgica pueda caber la discusión, no hay lugar a ella desde el punto de vista pastoral. Una fiesta, inserta en una fecha ya consagrada como exaltación del trabajo, resulta pedagógicamente admirable, en orden a llevar de una manera gráfica, plástica, colorida y vital un manojo de ideas a las muchedumbres de hoy.  
   Plástica, colorida y vital resulta la idea de la dignidad del trabajo cuando la encontramos, no al través de unos párrafos oratorios, sino encarnada en la sublime sencillez de la vida del mismo padre putativo de Jesucristo. Él había dicho ya en el Antiguo Testamento: “Mis caminos no son vuestros caminos y mis pensamientos no son vuestros pensamientos". Cualquiera de nosotros, consultado, hubiera sido de opinión de que era preferible que Jesucristo, puesto a traer al mundo el mensaje de una ideología que forzosamente habría de chocar con el mundo de entonces, hubiera nacido rodeado de lo que solemos llamar un prestigio social: de familia ilustre, sin angustias económicas, en alguna ciudad, como la antigua Roma, que resultase crucial en la marcha de los tiempos.  
   Pero no fue así. Antes al contrario. Jesucristo elige para sí, para su Madre bendita, para San José, un ambiente de auténtica pobreza. Entendámonos: no un ambiente de pobreza más o menos convencional, de vida sencilla pero al margen de preocupaciones económicas, sino la áspera realidad de tener que ganarse el pan trabajando, de tener que disipar los tenues ahorrillos en el destierro, de tener que sufrir muchas veces la amargura de no poder disponer ni siquiera de lo necesario.  
   Desde los Evangelios apócrifos, con su muchedumbre de milagros adornando la niñez de Jesucristo, hasta el mismo San Ignacio poniendo, con encantadora ternura, la figura de una criadita que acompañe al matrimonio camino de Belén, los cristianos nos hemos rebelado muchas veces contra ese designio de la Divina Providencia que se nos antojaba excesivo. Cuando hemos querido imaginar a la Santísima Virgen le hemos dado siempre trabajos que traían consigo un halo de poesía:
La Virgen lava pañales
y los tiende en el romero... 
   Pero lo cierto es que la Virgen habría de lavar más de una vez las humildes escaleras de la casita y barrer el pobre taller, y preparar la frugal comida. Y, junto a ella, también a San José habría de corresponderle su parte en las consecuencias de tanta pobreza.  
   Sabemos que fue carpintero. Alguno de los Padres apostólicos, San Justino, llegó a ver toscos arados romanos trabajados en el taller de Nazaret por el Patriarca San José y el mismo Jesús. Fuera de esto, todo lo demás son conjeturas. Pero conjeturas hechas a base de certeza, si cabe hablar paradójicamente, pues, por mucho que queramos forzar nuestra imaginación, siempre resultará que fue difícil y dura la vida de un pobre carpintero de pueblo, que a su condición de tal ha añadido las tristes consecuencias de haber vivido algún tiempo en el destierro.  
   Porque si algunos ahorros hubo, si algo pudo llegar a valer aquel tallercito, ciertamente que todo hizo falta cuando, como consecuencia de la persecución de Herodes, la Sagrada Familia hubo de marchar a Egipto. Dura la vida allí. Dura también la vida a la vuelta.  
   En este ambiente vivió Jesucristo. Y éste es el modelo que hoy se propone a todos los cristianos. Para que cada cual aprenda la lección que le corresponde.  
   Quiere la Iglesia que la fiesta de San José Obrero sirva, como dice la sexta lección del oficio, para despertar y aumentar en los obreros la fe en el Evangelio y la admiración y el amor por Jesucristo; sirva para despertar en los que gobiernan la atención hacia aquellos que sufren, y el deseo de poner en práctica las cosas que pueden conducir a un recto orden en la sociedad humana; sirva para corregir en la sociedad los falsos criterios mundanos que en tantas ocasiones llegan a penetrarla por completo.  
   Insistamos en esta triple idea.  
   Como consecuencia de la profunda revolución que supuso el maquinismo surgió, a mediados del siglo XIX, una nueva clase social; el proletariado. No puede decirse que esta clase social se haya apartado de la Iglesia. En realidad, estuvo en la mayor parte de los países, salvemos excepciones tan gloriosas como Irlanda, totalmente al margen de ella. Sometida a unas condiciones infrahumanas de vida, a una jornada agotadora de trabajo, a una situación económica aflictiva, hubo forzosamente de abrirse a ideologías paganas y materialistas. Gestos tan nobles como la magistral encíclica del Papa León XIII RERUM NOVARUM, cayeron en el vacío. Una sociedad que se llamaba cristiana desoyó por completo tales llamamientos. Entonces surgió poderoso, amenazador, el auge del marxismo, y posteriormente el arraigo del comunismo en esas masas, y su triunfo político en algunas naciones.  
   A tal situación se trata de oponer, más que una ideología, un símbolo: el de San José Obrero. Late en él toda una concepción de la vida, y del papel del trabajo en ella. Diríamos que toda una teología del trabajo. Como dice el responsorio de sexta y de nona: "El verbo de Dios, por quien han sido hechas todas las cosas se ha dignado trabajar por sus propias manos... ¡Oh inmensa dignidad del trabajo que Cristo santificó!" Es más: en ese mismo trabajo resplandece una ley divina, establecida por el Creador de todas las cosas, según recuerda la oración de la misa.  
   Pero la fiesta no es sólo una predicación de la dignidad del trabajo y un recuerdo de que ese trabajo ha sido compartido por el hijo de Dios y por San José. Es también un aldabonazo en la conciencia de quienes gobiernan. A ellos se les recuerda cuáles son sus obligaciones en relación con los pobres y con los humildes. Dice así el papa Pío XII: "La acción de las fuerzas cristianas en la vida pública mira, ciertamente, a que se promueva la promulgación de buenas leyes y la formación de instituciones adaptadas a los tiempos, pero también más aún significa el destierro de frases huecas y de palabras engañosas, y el sentirse la generalidad de los hombres apoyados y sostenidos en sus legítimas exigencias y esperanzas. Es necesario formar una opinión pública que, sin buscar el escándalo, señale con franqueza y valor las personas y las circunstancias que no se conforman con las leyes e instituciones justas o que deslealmente ocultan la realidad. Para lograr que un ciudadano cualquiera ejerza su influjo no basta ponerle en la mano la papeleta del voto u otros medios semejantes. Si desea asociarse a las clases dirigentes, si quiere, para el bien de todos, poner alguna vez remedio a la falta de ideas provechosas o vencer el egoísmo invasor, debe poseer personalmente las necesarias energías internas y la ferviente voluntad de contribuir a infundir una sana moral en todo el orden público".  
   Desgraciadamente, se hace necesario también una tercera actuación de esta fiesta, no sólo sobre los trabajadores y los dirigentes, sino sobre la misma sociedad. El Evangelio de la fiesta nos recuerda el desdén con que las gentes contemporáneas de Jesucristo comentaban, al oír su predicación, que se trataba del hijo de un carpintero. Después de veinte siglos de cristianismo todavía queda mucho de aquel, y estamos lejos de apreciar en nuestra vida corriente y normal la dignidad del hombre, de condición humilde que trabaja con sus manos. Nos escandaliza encontrar en la historia épocas en que este trabajo era, en ambientes que se decían cristianos, algo deshonroso, que podía incluso, si se encontraba en los antepasados, impedir el acceso a algunas Ordenes religiosas. Pero no nos costaría mucho encontrar idénticos criterios mundanos, paganos, construidos de espaldas al verdadero cristianismo, en nuestra misma sociedad de hoy. Hay mucho que reformar. Para que los puestos de dirección se den a quien se lo merezca, y no por razón de nacimiento o influencia; para que nuestras clases sociales sean permeables, y sea, por consiguiente, fácil el paso de unas a otras; para que se superen añejos prejuicios raciales o sociales; para que en todas partes, en las Asociaciones católicas, en los colegios, en el trabajo, en la amistad..., todos nos sintamos verdaderamente hermanos.  Este es el triple fruto que la Iglesia se propone obtener con la institución de la fiesta de San José Obrero.



ORACIÓN
   Oh Dios,   Creador de las cosas, que impusiste al género humano la ley del trabajo: concede propicio que, con el ejemplo y patrocinio de San José, practiquemos las obras que mandas y consigamos los premios que prometes. Por J. C. N. S. Amén.



*Año Cristiano, tomo II, Biblioteca de Autores Cristianos.

EL SANTO DEL DÍA ES:

 30 de Abril

SANTA CATALINA DE SIENAVirgen
Donde está vuestro tesoro,
allí también estará vuestro corazón.

(Lucas, 12, 34).

   Santa Catalina de Siena tomó el hábito de Santo Domingo a la edad de 18 años. Sus austeridades, ya extraordinarias cuando vivía en la casa paterna, fueron desde entonces ilimitadas. Acaecióle, una vez, ayunar desde el Miércoles de Cenizas hasta la fiesta de la Ascensión, sin tomar alimento alguno fuera del espiritual de la Santa Eucaristía. Para recompensarla, Jesucristo imprimió en su cuerpo virginal los sagrados estigmas de su Pasión, le comunicó una inteligencia maravillosa de las Sagradas Escrituras, y se sirvió de ella para volver de Aviñón a Roma al Papa Gregorio XI, con lo que puso término a los males que desolaban a la Iglesia. Murió en 1380.  
  
MEDITACIÓN: SOBRE LA VIDA DE SANTA CATALINA
   
l. El corazón de Santa Catalina ardía del fuego del amor de Jesucristo. Abrasaban las llamas de este amor en su celo por la salvación de las almas, en su compasión por los pecadores, los pobres y los enfermos y tu corazón ¿a quién pertenece? ¿A las riquezas y a los placeres? Entonces es insensible al lamento de los pobres y a las inspiraciones del amor divino. ¡Señor! haced que os ame a Vos solo, y si amo algo más que lo haga por Vos. Dadme un corazón que Os ame. (San Agustín).
   
II. Presentóle el Señor dos coronas, una de oro y otra de espinas, y la Santa eligió la de espinas, diciéndole que quería reproducir en ella la Pasión de su divino Maestro y gozarse en las penas y sufrimientos. Tú, en cambio, quieres en esta vida rosas y placeres; pronto se marchitarán las rosas y te quedarán espinas para toda la eternidad; porque es difícil gozar los bienes de este mundo y los del cielo. (San Jerónimo).
   
III. El pensamiento continuo de la presencia de Dios la hizo salir victoriosa de todas sus tentaciones. Recogíase interiormente pensando en la Pasión de Jesucristo, en los castigos de los condenados y en su propia nada; estas consideraciones tornábanla insensible a las persecuciones de los hombres y hacíanla invencible a los asaltos del demonio. Piensa en Dios y en las verdades eternas, y nada temas ni desees en este mundo. Ahora no piensas sino en la tierra, por que tu tesoro y todas tus esperanzas están en la tierra y no en el cielo. Tu corazón y tu espíritu estarían en el cielo si allí estuviese tu tesoro. (San Euquerio).

Meditar sobre la Pasión
Orad por vuestro obispo. 

ORACIÓN
   Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y haced que la fiesta de la bienaventurada Catalina, vuestra virgen, al mismo tiempo que regocija nuestra alma, la enriquezca con sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S.
  

*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

HOY FESTEJAMOS TAMBIÉN EL TRIUNFO DE:
  • San Eutropio de Saintes, Mártir
  • San Mariano, Mártir (Con Santiago)
  • Santiago, Mártir
  • San Máximo, Mártir
  • Beato Benito de Urbino
  • Beato Francisco Dickenson, Mártir (Con Miles Gerard)
  • Beato Miles Gerard, Mártir
  • Beata Hildegarda

29/IV SAN PEDRO DE VERONA, Mártir

29 de Abril

SAN PEDRO DE VERONA, Mártir

Estad vosotros apercibidos, porque a la hora que
menos penséis ha de venir el Hijo del hombre.

(Mateo, 24, 44).

   San Pedro de Verona renunció desde su infancia a los errores de los cátaros. Las promesas y amenazas de sus padres fueron impotentes para hacerlo vacilar en la constancia de su fe. Entró en la orden de Santo Domingo, y vivió en ella con tanta inocencia que se asegura que jamás cometió ningún pecado mortal. Ardientemente pedía a Dios la corona del martirio. Sus deseos fueron escuchados. Nombrado inquisidor de la fe, se atrajo el odio de los herejes, y uno de ellos, que lo acechó en el camino de Como a Milán, le hendió la cabeza con un mandoble de espada, en 1252.   

MEDITACIÓN: SOBRE LA VIDA Y MUERTE DEL PECADOR
   
I. El pecador vive en tinieblas y en ceguera. Las pasiones oscurecen en él las luces de la razón y de la fe. No consulta como a regla de su conducta, sino su placer, su interés y los deseos de su corazón desordenado. Si siguiese las luces de la razón, ¿se expondría acaso a suplicios eternos por placeres tan breves y tan vanos? ¿Si se comportase según las luces de la fe, buscaría por ventura con tanto afán las riquezas, que son tan grande obstáculo para la salvación de muchos?
   
II. El pecador recobra en el momento de la muerte estas hermosas luces de la razón y de la fe que durante su vida se habían oscurecido. Entonces la razón le hace ver cuán insensato fue en trabajar toda la vida para amontonar riquezas perecederas, para hacerse de amigos que no quieren o no pueden socorrerlo. La fe le representa, en todo su horror, los suplicios del infierno en los cuales no quiso pensar cuando gozaba de perfecta salud. Despabílase entonces del profundo adormecimiento en el que vivió; abre los ojos a esta horrible realidad que no quiso prever.
   
III. En esta diferencia que existe entre la muerte y la vida del pecador, hay sin embargo un punto en que concuerdan: ha vivido como impío, muere como impío. Los santos mueren santamente, porque han vivido santamente; los malvados perseveran en el crimen en el momento de la muerte porque en él perseveraron durante la vida. ¿Quieres saber cómo morirás? Mira cómo vives.


La constancia
Orad por las órdenes religiosas.

ORACIÓN
   Dios omnipotente, haced benignamente que imitemos con un celo digno de Vos la fe del bienaventurado Pedro, vuestro mártir, quien, por la propagación de esta misma fe, mereció recibir la palma del mar tirio.  Por J. C. N. S.



*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)


HOY FESTEJAMOS TAMBIÉN EL TRIUNFO DE:

28/IV SAN LUIS MARIA GRIGNION DE MONTFORT, Confesor

28 de Abril

SAN LUIS Mª GRIGNON DE MONTFORT, Confesor

Para que llegue el Reino de Jesús, 
debe llegar primero el Reino de Maria
 Si no arriesgamos nada por Dios,
nunca haremos por Él, algo que valga la pena.
 Una de las razones principales por las que
 el Espíritu Santo no realiza obras maravillosas
en las almas es que no encuentra en ellas
unión suficientemente estrecha con su fiel e
indisoluble esposa, la Virgen Maria...
 
   
Nació de padres cristianos en Montfort (Bretaña francesa) el año 1673. Fue el segundo de dieciocho hermanos. Su padre era muy autoritario y de un temperamento un tanto brusco. Quizá de él heredó nuestro Santo este mismo temperamento contra el que luchó durante toda su vida.
   Al no poderle educar su madre, le confió para que lo alimentara y formara en los principios de la fe a una señora muy buena cristiana que,  dejó huellas también muy hondas en el espíritu del santo.
   Fue enviado al colegio de los padres jesuitas de Rennes donde pasó ocho años entregado a los estudios de humanidades. Aquí trabó gran amistad con los padres carmelitas de esta ciudad que gozaban en aquel entonces de una bien merecida fama de santidad y de profunda y filial devoción a la Virgen María. Entre aquellos religiosos carmelitas que pertenecían a la célebre reforma Turonense, aprendió sin duda la doctrina que después extendería y haría famosa en la Iglesia de hacerlo todo En María, Con María, Por María y Para María.
   Recibe la ordenación sacerdotal, el 5 de junio de 1700  y desde entonces se entregó de lleno a su misión evangelizadora. Pidió ser enviado a las misiones para allí gastarse por Cristo enseñando su doctrina, pero los superiores le hicieron ver que su puesto estaba en su misma patria para que trabajara en defensa de la fe cristiana, que aquellos días estaba tan duramente atacada por la herejía de los jansenistas y calvinistas, que amenazaban inficionarlo todo con sus corrosivas doctrinas. Y a ello se entregó en cuerpo y alma nuestro Santo.
   Al bautizarle le fue impuesto el nombre de Luis y cuando recibió la Confirmación, él mismo por su gran afecto hacia la Santísima Virgen añadió el de MARIA a su nombre de bautismo.
   Fue capellán de grandes hospitales y a todos atendía, consolaba y ayudaba con medios materiales y espirituales.
   Es el santo de tribulaciones muy amargas, a menudo en pugna con prelados, sacerdotes y autoridades que se decían cristianísimas, en una Francia que entendía las luces como un sucedáneo de Dios. Con su crucifijo y una estatuilla de la Virgen, "Reina de los corazones", acorazado en su paciencia, volvió a encender la fe en miles de almas como una lamparilla que no se apaga en la tormenta.
   Como le acompañaban un grupo de amigos en sus apostolados misioneros y marianos con ellos, y a petición de los mismos, fundó la Congregación de Sacerdotes de la Compañía de María o Montfortianos, hoy extendidos en todas partes.
   Entre sus fundaciones de vida de perfección se cuentan también los Hermanos de San Gabriel y las Hijas de la Sabiduría, que han difundido su entrañable espiritualidad mariana, vivida en consagración personal a la Virgen.
   Aquel hombre que había recorrido toda Francia y otras naciones llevando el mensaje de Jesucristo y de María a los cuarenta y tres años estaba extenuado y partió al cielo el 27 DE ABRIL de 1716. A su entierro acudieron más de cien mil personas.
   Se difundieron sus escritos en numerosas ediciones e idiomas. especialmente su Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen.

28/IV SAN PABLO DE LA CRUZ, Confesor

28 de Abril

SAN PABLO DE LA CRUZConfesor
No me he preciado de saber otra cosa entre vosotros,
sino a Jesucristo, y a éste crucificado.

(1 Corintios, 2, 2).

   San Pablo de la Cruz mostró, desde su tierna infancia, un amor ardiente por Jesús crucificado. Ya sacerdote, obtuvo de Benedicto XIII permiso para constituir una comunidad destinada a honrar muy especialmente la Pasión del Salvador, y se retiró al Monte Argentaro, en la Toscana. Allí puso los cimientos de la congregación de los Pasionistas. La Santísima Virgen en persona indicóle el hábito que quería tomasen los nuevos religiosos; un manto negro, adornado con las insignias de la Pasi6n. Tuvo el con suelo de ver a su orden muy floreciente, y murió en Roma en el año 1775. Fue beatificado y en seguida canonizado por Pío IX.  

MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE
SAN PABLO DE LA CRUZ
   
I. No podía San Pablo de la Cruz oír hablar de los sufrimientos del Salvador sin deshacerse en un mar de lágrimas. ¡Y a nosotros, esos sufrimientos nos dejan con los ojos secos y el corazón frío! ¿De dónde procede esta diferencia? ¡Ah! es que San Pablo de la Cruz meditaba largamente sobre el misterio de la Pasión, mientras nosotros no nos dedicamos a esta meditación sino por contados y breves instantes. Que aquel a quien se clavó por ti en la cruz permanezca para siempre clavado en tu corazón. (San Agustin).
    
II. Aun antes de ser ordenado sacerdote, San Pablo de la Cruz disciplinábase a menudo, ayunaba todos los viernes no tomando ese día otra bebida que vinagre mezclado con hiel. ¿Y qué hacemos nosotros para honrar los sufrimientos de Jesucristo? ¿Qué sacrificios nos imponemos para imitarlo? ¿Tan si quiera soportamos con paciencia los males que no podemos evitar? ¡Qué vergüenza para nosotros bus car las comodidades de la vida, mientras vemos a nuestra Cabeza coronada de espinas!
   
III. San Pablo de la Cruz murió escuchando la lectura de la Pasión según San Juan. ¡Qué consuelo será para nosotros, en nuestro lecho de muerte, si podemos recordar entonces que hemos honrado con nuestra meditación y nuestros sufrimientos la Pasión de nuestro amabilísimo Salvador! ¡Con qué confianza miraremos la señal de nuestra redención! ¡Con qué amor apretaremos a nuestros labios moribundos a Dios crucificado por nuestra salvación! ¡Con qué gozo uniremos nuestra muerte a la suya! Que estos pensamientos reanimen nuestro fervor. En la cruz está la salvación, en ella la protección contra nuestros enemigos, la fuerza del alma, el gozo del espíritu, la consumación de la virtud, la perfección de la santidad. (Imitación de Cristo).

El recuerdo frecuente de la Pasión
Orad por los agonizantes.

ORACIÓN
   Oh Señor Jesucristo, que, para honrar el misterio de la Cruz, habéis enriquecido a San Pablo de la Cruz con una caridad incomparable, y habéis querido por su ministerio hacer florecer en la Iglesia una nueva familia religiosa, concedednos, por su intercesión, que meditemos sin cesar en vuestra Pasión aquí en la tierra, a fin de hacernos dignos de cosechar sus frutos en el cielo.   Por J. C. N. S.



*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

27/IV SAN PEDRO CANISIO, Confesor y Doctor

27 de Abril

SAN PEDRO CANISIO, Confesor y Doctor

Su contribución a liberar parte de la Europa 
germánica del yugo de la mentira religiosa 
y filosófica y de la tiranía política que le es intrínseca
 es ejemplo de la fuerza que puede tener el 
trabajo intelectual al servicio la Verdad.

   Pedro Kanijs, cuyo nombre al latinizarse se convirtió en Canisio nació en Nimega, Holanda (provincia de Güeldres, en los Países Bajos), el 8 de mayo de 1521. Su padre fue el maestre Jacobo, alcalde de esta opulenta ciudad bañada por el Rin y el Waal.

  A San Pedro Canisio se lo considera  el segundo evangelizador de Alemania y el valeroso apóstol de Suiza, sus dos patrias de adopción. Es venerado como uno de los creadores de la prensa católica y fue el primero del numeroso ejército de escritores jesuitas.

   Conocido por el sobrenombre de "martillo de los herejes", Pedro el jesuita defiende las posiciones romanas ortodoxas. Sin este centinela, tan enérgico como conciliador, la expansión luterana se habría convertido en una catástrofe para la Iglesia. Oponiéndose a las posiciones del reformador de Eisleben, el "gentleman de la Compañía" suscita y lleva adelante una reforma católica en profundidad, por medio de una densa actividad: enseñanza, controversia, predicación, catequesis. Veámoslo a través de los diversos frentes en los que trabaja.

   A ejemplo de San Agustín -en el año 397-, Pedro escribe -en 1570- sus memorias. Siguiendo este texto latino revisado y anotado por el P. Braunsberger, presentaremos algunos detalles. Desde que tenía diez años, el niño, rodeado por sus amigos atentos y en actitud de recogimiento, "juega a decir misa". Poco después, meditando en la iglesia de San Esteban, ora con esta súplica : "¡Señor Dios: instruidme, guiadme¡". En esta misma época, agitado por los escándalos que le rodean, Pedro Kanijis lleva un cilicio (faja de cuerdas ceñidas al cuerpo) para preservarse del mal mediante una activa penitencia.

   En 1539, a la edad de dieciocho años, estudia derecho canónico en la universidad de Lovaina, capital de Brabante ¿Qué orientación va a seguir este joven de veinte años y de voluntad firme, que ha quedado tan asqueado de los borrachos de carnaval que ha decidido abstenerse de probar el vino?

   En 1540, su excelente compañero de promoción, Lorenzo Sirio, se hace cartujo. ¿Le va a seguir Pedro? No, pues su padre empieza a mover sus influencias con intención de poder ofrecerle a su heredero una canonjía en Colonia. ¿Va a aprovechar estas circunstancias para construirse una existencia tranquila y confortable? Nada de eso; las cosas no serán así.

   En 1543, con veintidós años, Pedro oye hablar con elogios de Pierre Fávre, miembro de un grupúsculo que comienza a abrirse camino: los " compañeros de la amistad de Cristo". Estos se confiesan y proclaman "caballeros del Papa". ¿Por qué no integrarse en esta joven sociedad de "sacerdotes reformados"? Canisio consulta a Favre. Escuchemos al neófito jesuita confesar su entusiasmo:

   "Bajo la dirección de Pierre Favre, acabo de hacer los "ejercicios" (retiro espiritual prolongado según el método de Ignacio de Loyola). Estos han cambiado mi espíritu y mis sentimientos, han iluminado mi alma con nuevos rayos de la gracia celeste, han conferido a mi voluntad un nuevo vigor. La abundancia de los dones divinos repercute incluso en mi cuerpo: me siento fortalecido y como transformado. Mi deseo es trabajar con Jesucristo en el servicio de las almas".

El 8 de Mayo de 1543, día de su cumpleaños, el novicio jesuita se compromete por medio de la profesión : "Yo, Pedro Canisio de Nimega, hago hoy a Dios, a la Virgen María, ante San Miguel Arcángel y todos los Santos, voto de ponerme bajo la obediencia (obediencia sumisa) de la Compañía llamada de Jesucristo".

   Diácono en 1544, ordenado sacerdote en 1546, este joven maestro es ya conocido por dos publicaciones que revelan la posesión de un sólido conocimiento en los terrenos de la mística y la escritura; una de ellas acerca de los Sermones de Juan Tauler, primera obra impresa de la Compañía de Jesús; la otra, una edición crítica de las obras de San Cirilo de Alejandría y de San León Magno. Después de haber asistido al concilio de Trento como teólogo consultor del cardenal de Augsburgo, Otto van Trusches, residirá un tiempo en Roma y luego en Mesina. A finales de 1549 lo encontramos ya en su puesto, dispuesto para trabajar, en la universidad bávara de Ingoldstat. Es el comienzo de un largo apostolado al servicio de Alemania.

   A su llegada a las orillas del hermoso Danubio, el maestro Canisio escucha el balance de la situación que le presentan dos de sus hermanos de religión que se encuentran ya allí: Le Jay y Salmerón. La situación resumida en una estadística reveladora, parece catastrófica: "Nueve de cada diez alemanes han sido ganados para la reforma luterana o están en vías de serlo". Por tanto la reacción es urgente: hay que hacer algo; si, ¿pero qué y cómo?.

   El trío de jesuitas pasa revista a las fuerzas en conflicto mediante el siguiente examen: Del lado protestante la confusión es extrema. Desde la muerte de Lucero (1546), no ha surgido ningún sucesor que se ponga a la cabeza del movimiento. Melanchton aparecía a los ojos de muchos de sus correligionarios como un vacilante, un criptocatólico. Flavio Ilírico es un revolucionario declarado. Entre muchos pastores protestantes hay que lamentar desenfrenos, saqueos, y crímenes de todo tipo. En el sector católico igualmente se combinan muchos males: ignorancia de la gente y del clero, relajamiento monástico generalizado, iglesias devastradas, fieles vacilantes, tibios o amedrentados.

   Primera reacción jesuítica: enseñanza y predicación. El 26 de noviembre de 1549, Canisio imparte su primer curso universitario sobre los sacramentos. Los sermones al pueblo se multiplican con éxito. El año siguiente se inaugura el colegio de Viena. El infatigable Canisio predica a las gentes del campo. Su reputación es tal que se libra por poco de ser promovido como arzobispo de la capital austríaca. ¿Desempeñó las funciones de administrador diocesano? Es muy probable. Pero de modo inmediato será otro el trabajo que va a acaparar todas sus energías: Escribir un Catecismo.

   La idea proviene de una simple constatación: la urgente necesidad de una catequesis (instrucción religiosa) estructurada. Recuerdese el De catequizandis rudibus de San Agustín, redactado en el año 400. En 1555 aparece un librito con un título interminable: Suma de la doctrina cristiana presentada en forma de preguntas y respuestas y publicada por primera vez, para uso de la infancia cristiana, por orden y autoridad de su Majestad el rey de los Rumanos, de Hungría y de Bohemia, archiduque de Austria.

   Primitivamente redactado en latín y traducido en seguida al alemán, el manual original alcanza rápidamente un gran éxito y se multiplica en libritos especializados, según la siguiente distribución:

  • -1555: Suma de la doctrina cristiana (222 preguntas), para los colegiales mayores y los estudiantes.

  • -1556: Catecismo menor (59 preguntas), a menudo junto a la cartilla, para uso de los principiantes.

  • -1557: Catecismo mediano (122 preeguntas), el de mayor difusión entre la gente.

   Naturalmente, los protestantes reaccionaron en seguida y con gran energía. El tímido Melanchton califica al autor de "cínico" (perro). El luterano Wigand se hace eco de este insulto y ataca al adversario : "Canisio es un perro que desgarra a dentelladas las sagradas escrituras y las coge por los pelos. Su catecismo es un sable que atraviesa las almas, las mata y se las presenta al diablo".

   Diecisiete años después de la muerte de su autor, el jesuita Mateo Arder pone las cosas en su sitio: "El bien realizado por el catecismo de Canisio, es inmenso. Se les explica a los jóvenes, se comenta en las iglesias, en las escuelas, en los colegios, en las universidades. Su autor sigue hoy hablando en múltiples lenguas: alemán, eslavo, italiano, francés, español, polaco, griego, húngaro, danés, inglés, escocés, e incluso en hindú y japonés. Su redactor ya puede ser llamado con toda justicia Doctor de las Naciones".

   De hecho, las estadísticas hablan por sí solas al mostrar el récord de reediciones de que hay constancia: doscientas en vida del autor, más de cuatrocientas cincuenta en total.

   Detengámonos ahora en una de las más conocidas dietas en las que Canisio participará, la dieta de Worms de 1557. Los diálogos se inauguran el 11 de septiembre de 1557. Melanchton (60 años), jefe de filas protestante, se muestra ofensivo hasta el insulto: "Nosotros rechazamos todas las herejías y principalmente las decisiones impías del pretendido concilio de Trento".

   Líder católico, Canisio subraya las divisiones luteranas y hace una pregunta con trampa que va a sembrar el desconcierto en el campo protestante: "¿Condenáis los errores de Calvino, Zwinglio, Ilírico?". En vista de las respuestas evasivas de sus correligionarios, Melanchton monta en cólera, y finalmente provoca la disolución de la asamblea. En estas circunstancias, Canisio no tiene dificultades para establecer el siguiente balance: " 1) Ante sus interlocutores desunidos, los católicos aparecen unidos; 2) Debido a sus variaciones, las diversas iglesias protestantes caen en el descrédito; 3) Los católicos recuperan y consolidan sus posiciones en toda Alemania."

   Nombrado provincial de la Alta-Germania (Alemania, Austria y Bohemia) en 1556, el responsable multiplica sus predicaciones que conocen un éxito esplendoroso. Un sermón de 1559 expresa sin ambages la lúcida visión del predicador acerca de la decadencia alemana. Los fieles de la diócesis de Augsburgo tienen que escuchar esas duras verdades. Ante este apostolado resplandeciente, se intensifican los ataques luteranos. Entre sus oleadas tumultuosas, destacamos el panfleto publicado en 1562 por el predicador Jerónimo Rauscher. El título mismo del folleto nos habla del tono que presenta: "Cien mentiras papistas groseras, desvergonzadas, sebosas, cebonas y pestilentes, por medio de las cuales, los llamados papistas defienden los artículos principales de su doctrina".

   Con calma y con mesura, Canisio responde por medio de preguntas vivas, acuciantes, actuales. El maestro interpela con educación al adversario, sin descender nunca al nivel de los insultos recibidos de éste.

   En 1565, Francisco de Borja, tercer general de los jesuitas, nombra a su compañero Pedro "visitador general de la Alta y Baja Alemania y de las Provincias renanas". Cada vez más, el titular de dicho cargo se va convirtiendo en el alma de la Acción católica del centro de Europa.

   En 1581, a la edad de sesenta años, Canisio recibe felicitaciones, pero también el traslado a un nuevo destino. De modo lacónico, la "obediencia" (orden de misión) que recibe, le asigna esta nueva tarea: "viajar a Friburgo para fundar allí el colegio de Saint-Michel". Sin rechiastar lo más mínimo, con una obediencia perfecta, parte hacia esta capital del cantón helvético, situada a mitad de camino entre Lausana y Berna (que distan cien kilómetros entre sí). Allí se va a integrar hasta el punto de convertirse, durante los dieciséis años que le restan por vivir, en el más célebre ciudadano de honor.

   Desde su residencia en Friburgo, el anciano jesuita escribe a muchos de sus amigos: Claudio Aquaviva, general de los jesuitas; Francisco Bonomio, nuncio apostólico; Carlos Borromeo, nombrado visitador en Suiza; Francisco de Sales, misionero en Chablais. Tras cuatro meses de cruel enfermedad -hidropesía complicada con un fuerte catarro-, el santo religioso muere el 21 de Diciembre de 1597. A propósito de este enfermo modelo, su enfermero anota en el cuaderno médico: "Nunca pide un alivio, abandonándose totalmente a sus superiores".

   Alemania y Suiza se muestran sumamente agradecidos a su intrépido evangelizador que supo evitarles el caer totalmente en el luteranismo. Todavía hoy, el estudio teológico de Innsbruck, capital del tirol austríaco, lleva el nombre de "Canisium". La sociedad de ayuda al clero funciona bajo la protección de este segundo apóstol de Alemania. Friburgo no le va a la zaga en esta gratitud activa. Visitadores y peregrinos pueden acceder al colegio Saint-Michel,que domina toda la ciudad, por las "escaleras de Pedro Canisio

   ¿Con qué quedarnos de esta maravillosa herencia, casi cuatro siglos después de la muerte del apóstol? Sin dudarlo un instante, propongo esta oración:

   "Señor, tú sabes en qué medida y cuántas veces me has confiado Alemania, de la que sigo preocupándome y por la que deseo morir. Tú eres quien -al igual que en Suiza- me ordena beber enn la fuente de tu corazón abierto. ¡Oh Salvador mío¡"

   Estando en Friburgo el 21 de diciembre de 1597, después de haber rezado el santo Rosario, exclamó lleno de alegría y emoción: "Mírenla, ahí esta. Ahí está". Y murió. La Virgen Santísima había venido para llevárselo al cielo.

   El Sumo Pontífice Pío XI, después de canonizarlo, lo declaró Doctor de la Iglesia, en 1925.

ORACIÓN

Oh Dios,  que confirmaste con tu virtud y doctrina al Santo Confesor Pedro Canisio, para defender la fe católica: concede bondadoso que sus ejemplos y consejos, tornen a la salud a los que vagan lejos de ella, y los espíritus de los fieles perseveren en la confesión de la verdad. Por J. C. N. S.

27/IV NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN

 FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN

(Patrona de Argentina, Uruguay y Paraguay)

27/IV SAN ANTIMIO, Obispo y Mártir

27 de Abril

SAN ANTIMIO, Obispo y Mártir
El demonio, cuando profiere una mentira,
habla como quien es, por ser de suyo
mentiroso y padre de la mentira.

(Juan, 8, 44).

 San Antimio era obispo de Nicomedia, cuando el emperador Diocleciano envió unos soldados para que se apoderaran de su persona. Lo encontraron los soldados y le preguntaron si conocía a Antimio; él los condujo a su casa, dióles un espléndido festín y, después, declaróles que era el hombre a quien buscaban. Los soldados quisieron salvarle valiéndose de una mentira, pero el santo obispo rehusó este favor; tanto los instó que, por fin, lo condujeron ante el emperador. Éste lo hizo decapitar. Corría el año 303 de nuestra era.    
  
MEDITACIÓN
SOBRE LA MENTIRA

I. Nunca se debe mentir, bajo ningún pretexto; pues siempre la mentira es pecado que nos asemeja al demonio, padre de la mentira, y borra de nuestra alma la cualidad de hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, que es la Verdad misma. Hemos de sufrir la muerte, como San Antimio, antes que consentir en una mentira, por leve que parezca. Una mentira no es cosa de poca importancia, pues ofende a Dios infinito y omnipotente. No mires como leve nada que ofenda a Dios. (Salviano) .
   
II. Perjudicas a tu prójimo cuando le hablas contra tu pensamiento; lo engañas, introduces, en cuanto de ti depende, la discordia en la sociedad. Si todos los hombres fuesen mentirosos, ¿a qué extremos no llegaríamos? Injurias a Jesucristo, que es testigo de tu mentira, pues los cristianos, al decir de San Agustín, no sólo son los miembros de Jesucristo, sino que deben ser también los órganos de su voz. ¿Dices tú muchas mentiras? Examínate sobre este punto.
  
III. Hay personas cuya vida es una mentira continua; engañan a todo el mundo mediante su hipocresía. ¡Oh! ¡cuán raros son aquellos que quieren parecer lo que son! Dios te ve tal cual eres; en vano te ocultas a los ojos de los hombres, Dios es tu juez. Al final todo se descubrirá, se conocerán tus imposturas, a luz plena se verá la verdad. Se puede ocultar la verdad por un poco de tiempo, no se la puede hacer desaparecer, la iniquidad puede triunfar por un instante, pero no reinar siempre. (San Agustín).   


Huir de la mentira
Orad por la conversión
de los pecadores.

ORACIÓN
   Dios todopoderoso, mirad nuestra flaqueza, ved cómo nos agobia el peso de nuestros pecados y fortificadnos por la gloriosa intercesión de San Antimio, vuestro mártir y pontífice. Por J. C. N. S.



*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

26/IV SANTOS CLETO Y MARCELlNO, Papas y Mártires

26 de Abril

SANTOS CLETO Y MARCELlNOPapas y Mártires
Haced, pues, penitencia y convertíos,
a fin de que se borren vuestros pecados.

(Hechos de los Apóstoles, 3,19).

   San Cleto, discípulo de San Pedro, murió mártir después de un pontificado de doce años. Fue el primer Papa que utilizó en sus cartas la fórmula: Salud y bendición apostólica.
   San Marcelino, 
sucesor de San Cayo, gobernó a la Iglesia con tanto celo como sabiduría. "Junto con otros tres cristianos, Claudio, Cirino y Antonino, fue decapitado", por confesar la fe de Cristo, después de haber sufrido calumnias e innúmeras angustias, bajo la persecución de Diocleciano(1).   
  
MEDITACIÓN
SOBRE LA DESCONFIANZA
EN UNO MISMO
   
I. Nada hay más frágil que el hombre; abandonado a su debilidad, es capaz de cometer los mayores crímenes. San Pedro prometió al Salvador que habría de morir antes que abandonarlo y, por unas  palabras de una sirvienta, por tres veces renegó de su divino Maestro. ¿Qué más apto para hacernos temblar y para inspirarnos una saludable desconfianza en nosotros mismos? ¿Si han caído las columnas de la Iglesia, qué no nos sucederá a nosotros, que somos débiles como cañas? Señor, he caído por mi propia flaqueza; sólo por vuestra bondad me he levantado. (San Agustín).
   
II. Si has caído en alguna falta, aunque fuese el más horrible de todos los crímenes, no te desanimes por ello; la bondad de Dios sobrepuja infinita mente a tu malicia. Vuelve a tu Padre; Él te espera, te llama y está preparado para recibirte; antes te cansarías de ofenderle que Él de perdonarte.
   
III. ¿Quieres corregirte de tus faltas? Prevé y huye de las ocasiones en las cuales has sucumbido; si no lo haces, las mismas causas producirán los mismos efectos. Examina tu vida y verás que las ocasiones y las compañías peligrosas son las que, todos los días, te hacen recaer en los mismos pecados. Un piloto no se acerca sino temblando al escollo donde antes naufragó; un convaleciente no se atreve siquiera a tocar el fruto que lo enfermó; solamente el pecador busca las ocasiones en las que se perdió. ¿Qué necesidad hay de ir a tal parte, donde cada día es preciso vencer o perecer? (San Jerónimo).

La desconfianza en uno mismo
Orad por el Papa.

ORACIÓN
   Pastor eterno, considerad con benevolencia a nuestro rebaño y guardadlo con protección constante por vuestros bienaventurados mártires y soberanos pontífices Cleto y Marcelino, a quienes constituisteis pastores de toda la Iglesia. Por J. C. N. S.



*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

------------------------------------------------------------------------------------------------

    (1) Para la última parte de la noticia biográfica de San Marcelino, hemos traducido directamente de la Lección V (II Nocturno), 26 de abril del Breviario Romano (N. del T.)

    INTRODUCCIÓN

    Acerca de la Santa Misa