28/IV SAN PABLO DE LA CRUZ, Confesor

28 de Abril

SAN PABLO DE LA CRUZConfesor
No me he preciado de saber otra cosa entre vosotros,
sino a Jesucristo, y a éste crucificado.

(1 Corintios, 2, 2).

   San Pablo de la Cruz mostró, desde su tierna infancia, un amor ardiente por Jesús crucificado. Ya sacerdote, obtuvo de Benedicto XIII permiso para constituir una comunidad destinada a honrar muy especialmente la Pasión del Salvador, y se retiró al Monte Argentaro, en la Toscana. Allí puso los cimientos de la congregación de los Pasionistas. La Santísima Virgen en persona indicóle el hábito que quería tomasen los nuevos religiosos; un manto negro, adornado con las insignias de la Pasi6n. Tuvo el con suelo de ver a su orden muy floreciente, y murió en Roma en el año 1775. Fue beatificado y en seguida canonizado por Pío IX.  

MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE
SAN PABLO DE LA CRUZ
   
I. No podía San Pablo de la Cruz oír hablar de los sufrimientos del Salvador sin deshacerse en un mar de lágrimas. ¡Y a nosotros, esos sufrimientos nos dejan con los ojos secos y el corazón frío! ¿De dónde procede esta diferencia? ¡Ah! es que San Pablo de la Cruz meditaba largamente sobre el misterio de la Pasión, mientras nosotros no nos dedicamos a esta meditación sino por contados y breves instantes. Que aquel a quien se clavó por ti en la cruz permanezca para siempre clavado en tu corazón. (San Agustin).
    
II. Aun antes de ser ordenado sacerdote, San Pablo de la Cruz disciplinábase a menudo, ayunaba todos los viernes no tomando ese día otra bebida que vinagre mezclado con hiel. ¿Y qué hacemos nosotros para honrar los sufrimientos de Jesucristo? ¿Qué sacrificios nos imponemos para imitarlo? ¿Tan si quiera soportamos con paciencia los males que no podemos evitar? ¡Qué vergüenza para nosotros bus car las comodidades de la vida, mientras vemos a nuestra Cabeza coronada de espinas!
   
III. San Pablo de la Cruz murió escuchando la lectura de la Pasión según San Juan. ¡Qué consuelo será para nosotros, en nuestro lecho de muerte, si podemos recordar entonces que hemos honrado con nuestra meditación y nuestros sufrimientos la Pasión de nuestro amabilísimo Salvador! ¡Con qué confianza miraremos la señal de nuestra redención! ¡Con qué amor apretaremos a nuestros labios moribundos a Dios crucificado por nuestra salvación! ¡Con qué gozo uniremos nuestra muerte a la suya! Que estos pensamientos reanimen nuestro fervor. En la cruz está la salvación, en ella la protección contra nuestros enemigos, la fuerza del alma, el gozo del espíritu, la consumación de la virtud, la perfección de la santidad. (Imitación de Cristo).

El recuerdo frecuente de la Pasión
Orad por los agonizantes.

ORACIÓN
   Oh Señor Jesucristo, que, para honrar el misterio de la Cruz, habéis enriquecido a San Pablo de la Cruz con una caridad incomparable, y habéis querido por su ministerio hacer florecer en la Iglesia una nueva familia religiosa, concedednos, por su intercesión, que meditemos sin cesar en vuestra Pasión aquí en la tierra, a fin de hacernos dignos de cosechar sus frutos en el cielo.   Por J. C. N. S.



*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo II, (Ed. ICTION, Buenos Aires, 1982)

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