3 de abril
SAN APIANO O AMFIANO, Mártir
Elogio: En Cesarea de Palestina, san Affiano o Anfiano, mártir, que,
viendo cómo en tiempo del emperador Maximino se obligaba al pueblo a sacrificar
públicamente a los dioses, se acercó intrépido al prefecto Urbano y, asiéndole
por el brazo, quiso impedir el rito, por lo cual, con los pies envueltos en
lino empapado con aceite, le prendieron fuego y, aún vivo, fue arrojado al mar
por los soldados.
Aunque
Apiano y Teodosia, por razones históricas y de culto, tienen entradas distintas
en el Martirologio el mismo día, provienen de la misma tradición:
Entre los
mártires de Palestina, a los que Eusebio de Cesarea conoció personalmente y
cuyos sufrimientos describió, se cuentan dos, cuya tierna edad impresionó
especialmente al escritor. Uno era Apiano, joven de veinte años y la otra era
una muchacha de dieciocho años, llamada Teodosia.
Apiano
había nacido en Licia y había estudiado en la famosa escuela de Berytus de
Fenicia, donde se había convertido al cristianismo. A los dieciocho años se fue
a vivir a Cesarea. Poco después, el gobernador de la ciudad recibió la orden de
exigir que todos los habitantes ofreciesen sacrificios públicos. Al tener
noticia de ello, Apiano, sin comunicar a nadie sus planes -«ni siquiera a
nosotros», dice Eusebio, que vivía entonces con él-, se dirigió al sitio en que
el gobernador Urbano estaba ofreciendo sacrificios y logró llegar hasta él, sin
que los guardias lo advirtiesen. Tomando a Urbano por el brazo, le impidió
ofrecer el sacrificio y clamó contra la impiedad que cometía quien abandonaba
el culto del verdadero Dios para adorar a los ídolos. Los guardias se lanzaron
sobre Apiano y le molieron a puntapiés; después le arrojaron en un oscuro
calabozo, donde pasó veinticuatro horas con apretados grilletes en los
tobillos. Al día siguiente tenía el rostro tan hinchado, que era imposible
reconocerle. El juez mandó desgarrarle con garfios hasta los huesos, de suerte
que las entrañas del santo quedaron a la vista. A todas las preguntas respondía
de la misma manera: «Yo soy siervo de Cristo». Después se le aplicaron en las
plantas de los pies lienzos mojados en aceite hirviente; pero, por más que le
quemaron hasta los huesos, no consiguieron vencer su constancia. Cuando los
guardias le decían que ofreciese sacrificios a los dioses, Apiano respondía:
«Yo confieso al Cristo, el Dios verdadero que es uno con el Padre». Al ver que
no flaqueaba en su resolución, el juez le condenó a ser arrojado al mar.
Inmediatamente después de ejecutada la sentencia, ocurrió un milagro que, según
dice Eusebio, tuvo lugar en presencia de toda la población, ya que un violento
temblor arrojó a la playa el cuerpo del mártir, a pesar de que los verdugos le
habían atado al cuello losas muy pesadas.
Teodosia
parece haber sido también martirizada durante la persecución de Maximino.
Eusebio describe así su triunfo: «A los cinco años de persecución, el ...
cuarto día después de las nonas de abril, que era la fiesta de la Resurrección
del Señor, llegó a Cesarea una joven muy santa y devota, llamada Teodosia,
originaria de Tiro. Teodosia se aproximó a unos prisioneros que estaban
esperando la sentencia de muerte delante del pretorio, con la intención de
saludarles y, probablemente también, de pedirles que no la olvidasen al llegar
a la presencia de Dios. Los guardias cayeron sobre ella como si hubiese
cometido un crimen y la arrastraron ante el presidente, quien se dejó llevar
por la crueldad y la condenó a terribles tormentos; los verdugos le desgarraron
los costados y los pechos hasta dejar los huesos al descubierto. La mártir
respiraba todavía y su rostro reflejaba una deliciosa sonrisa, cuando el
presidente mandó que la arrojasen al mar».
Este
relato está tomado de Los Mártires de Palestina de Eusebio. Han llegado hasta
nosotros dos versiones, que pueden verse en la edición de E. Grapin en la
colección Temes et Documents pour l'Etude historique du Christianisme, vol.
III, pp. 183-227. Ver también Analecta Bollandiana, vol. XVI (1897), pp.
122-127. La imagen es de Santa Teodosia de Cesaria,
en St-Germain-des-Prés, en París.
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