12 de diciembre
SAN CORENTINO, Obispo y Confesor
(365-460)
San Corentino se retiró a un desierto y en él obtuvo de Dios una fuente que le proporcionaba agua de la que tenía necesidad. El duque de Bretaña, yendo de caza, lo encontró en el fondo de una floresta y le hizo edificar un monasterio. En seguida le fue confiado el obispado de Cornouailles (o Quimper). Como tantos otros lugares donde vivieron santos obispos o abades de monasterios, la naciente ciudad de Quimper tomó su nombre y se llamó Quimper Corentino.
I. Los placeres de este mundo se parecen a aguas fangosas que no podrían quitar la sed. ¿Has oído alguna vez a un avaro, acaso, a un ambicioso o a un voluptuoso, decir: Basta? ¿Tú mismo podrías tal vez decir que alguna vez estuviste plenamente satisfecho de la posesión de un bien creado? ¿No faltó acaso algo a tu felicidad? Señor, he sido desgraciado cuando te abandoné, a Ti, fuente viva de verdaderos placeres; dad me, Señor, el agua de vuestra santa gracia: sólo ella es capaz de apagar mi sed.
II. En el cielo, Dios te contentará plenamente: el cielo no es otra cosa que la posesión de un bien infinito, universal y eterno, capaz, dicho en una palabra, de contentar todos nuestros deseos. Sí, Señor, me saciaré cuando me hayas manifestado vuestra gloria. Beberé a grandes tragos en los torrentes de delicias que riegan la Jerusalén celestial. Ya nada temeré, nada desearé, nada amaré sino a Vos y en Vos poseeré todos los bienes imaginables.
III. Para llegar a esta venturosa estancia, hay que beber aquí el cáliz de la Pasión de Jesús, hay que mojar el propio pan con lágrimas y pasar esta vida suspirando y gimiendo. Es preciso, además, extraer el agua viva de las fuentes del Salvador, frecuentar los sacramentos, meditar la Pasión del divino Maestro e imitar sus virtudes. En una palabra, date a Dios durante tu vida y lo poseerás durante la eternidad. El reino de los cielos tiene un precio, ese precio eres tú, date a ti mismo y lo obtendrás.
El pensamiento del cielo
Orad por los obispos.
ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Corentino, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.
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*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)
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