31/XII/+2019 SAN SILVESTRE, Papa

31 de diciembre
SAN SILVESTRE, Papa


H e combatido con valor, he concluido la carrera,
he guardado la fe. Nada me resta sino aguardar
la corona de justicia que me está reservada.
(2 Timoteo, 4, 7-8)


   San Silvestre I se había distinguido por su celo y su caridad durante la primera persecución. Subió a la cátedra de San Pedro en el año 314, menos de un año después del edicto de Milán, que concedía la paz a la Iglesia. Recibió de Constantino el palacio de Letrán y en él estableció su morada, así como la basílica principal de Roma. El mismo año envió delegados al Concilio de Arlés, donde fueron condenados los donatistas, y después, en el año 325, al Concilio general de Nicea, que anatematizó a Arrio. Murió San Silvestre en el año 335.


MEDITACIÓN
TRES REFLEXIONES
SOBRE EL AÑO TRANSCURRIDO
    
I. ¿Podría decir con verdad como San Pablo: He combatido con valor, he concluido la carrera, he guardado la fe? Hete aquí al término del año; repasa en tu espíritu todo el bien y todo el mal que has hecho durante este año, y mira si tus buenas acciones son más numerosas que las malas. ¿Cuántos días transcurrieron sin que hicieras nada para Dios? Sin  embargo, este año te fue dado únicamente para servirlo, para hacer penitencia de tus pecados y merecer el cielo mediante la práctica de las buenas obras.
   
II. ¿Dónde están ahora los placeres y los honores de que gozaste durante este año? ¡Todo ha pasado, y no te queda sino el triste recuerdo de haber ofendido a Dios por bienes pasajeros y falaces! ¿No es verdad que, al contrario, experimentas una gran alegría por el bien que hiciste tratando de agradar a Dios? Ya no experimentas el esfuerzo que tus buenas obras te costaron, y tienes la esperanza de ser recompensado por ellas. Tu vida pasará como este año, tus placeres pasarán tanto como tus trabajos, y el único consuelo que te quedará será haber servido al Señor. ¿Quién me devolverá este día, este año que perdí en la vanidad? (San Euquerio).
   
III. Acaso pasaste parte de este año en pecado mortal. Si durante esa época hubieras muerto, ¿dónde estarías ahora? Dios te ha dado tiempo para hacer penitencia; aprovéchalo mejor en lo porvenir ¡acaso no tengas más que este año de vida! Prepárate, pues, a morir, haz una buena confesión, y si quieres pasar santamente todos los días del año que va a comenzar piensa todos los días en la muerte y en la eternidad. Dios te ha ocultado tu último día, para que te prepares a él todos los días de tu vida. (San Agustín).


El pensamiento de la muerte 
Orad por vuestros bienhechores.

ORACIÓN
   Pastor eterno, considerad con benevolencia a vuestro rebaño, y guardadlo con protección constante por vuestro bienaventurado Sumo Pontífice Silvestre, a quien constituisteis pastor de toda la Iglesia. Por J. CN. S. Amén.



*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)

30/XII/+2019 SAN SABINO, Obispo y Confesor

30 de diciembre

SAN SABINO, Obispo y Confesor


En esto conocerán todos que sois mis discípulos,
si os amáis unos a otros.
(Juan, 13, 35)

   San Sabino, obispo de Asís, invitado a adorar una estatua de Júpiter, la tomó en sus manos y la arrojó al suelo, donde se hizo pedazos. el gobernador le hizo cortar las manos y lo condenó a morir en prisión perpetua. El juez a cuya guarda fuera confiado se convirtió al ver sus milagros y, a su vez, padeció el martirio poco después de la muerte de San Sabino. 

MEDITACIÓN
SOBRE EL AMOR AL PRÓJIMO
   
I. Se debe hacer al prójimo todo el bien que se pueda, asistirlo en sus necesidades materiales y espirituales. ¿Has cumplido durante este año este primer deber de la caridad cristiana? ¿Cómo has trabajado en la conversión de las almas, en la práctica de las obras de misericordia corporales y espirituales? ¿Cuántas ocasiones has perdido de acudir en ayuda de Jesucristo en la persona de tu prójimo? No te gloríes de amar a Dios si no amas a tu prójimo. Si alguien dice que ama a Dios y, al mismo tiempo, aborrece a su hermano, es un mentiroso. (San Juan).
   
II. Ten cuidado de no herir a tu prójimo con tus palabras o tus actos; el que ofende a su prójimo ofende a Jesucristo, porque lo que hicieres al menor de los hombres a Jesucristo mismo se lo haces. Ten buena opinión de los demás y juzga favorablemente sus acciones. ¿Has observado estos preceptos en el curso de este año? ¿Cuántas veces has desobedecido a tus superiores y dado motivo de descontento a tus iguales y a tus inferiores? ¿No tienes enemigos? Si los tienes, reconcíliate con ellos lo antes posible.
   
III. En una palabra, ¿has tratado a los otros como quisieras ser tratado tú mismo? Quieres ser estimado, alabado, honrado, quieres que se te perdonen tus faltas y que se hable bien de ti: ¿tienes para con los demás la caridad que exiges de ellos? Sé familiar con tus amigos, afable y equitativo para con todos. Dios permitirá que se te trate como tú hayas tratado a los demás, y Él mismo usará contigo la medida que tú hayas usado con tu prójimo. No hagas a otro la que no quisieras que se te haga a ti.

El amor al prójimo 
Orad por vuestros enemigos.

ORACIÓN
   Dios omnipotente, mirad nuestra flaqueza, ved cómo el peso de nuestras obras nos abruma, y fortificadnos por la gloriosa intercesión de San Sabino, vuestro mártir y pontífice. Por J. C. N. S. Amén.


  • Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)

29/XII/+2019 MISA DEL DOMINGO INFRAOCTAVA DE NAVIDAD

DOMINGO INFRAOCTAVA DE NAVIDAD
Semidoble  - Ornamentos blancos

   Pasada la primera impresión de Navidad, la Iglesia nos invita hoy a ver en el recién Nacido a nuestro "hermano mayor", por quien y en quien Dios Padre nos ha adoptado misericordiosamente por hijos suyos. Este Niño Divino que yace en el pesebre, un día salvará al mundo y reconquistará para nosotros la herencia del Cielo, que Adán nos había perdido. Pero hasta llegar a esa victoria definitiva, Jesús será perseguido y crucificado, en Sí mismo y en su Cuerpo Místico, su Iglesia; y en el mundo se formarán bandos, unos para defenderlo y otros para combatirlo. No nos extrañemos, por lo tanto, de la confusión religiosa reinante.
Introito. Sap. XVIII
    INTROITUS Sap. XVIII -  Cum medium silentium tenerent omnia, et nox in suo cursu medium iter haberet, omnipotens sermo tuus, Domine, de coelis a regalibus sedibus venit. - Ps 92. Dominus regnavit, decorem indutus est: indutus es Dominus fortitudinem, et praecinxit se. V. Gloria Patri   Introito - Cuando todo dormía en un profundo silencio, y la noche, siguiendo su curso, se hallaba en la mitad de su camino, tu Verbo omnipotente, oh Señor, vino del cielo, desde tu real trono. - Ps. El señor ha inaugurado su reino, se ha revestido de gloria: se ha vestido y armado de fortaleza. V. gloria
Oración-Colecta
  ORATIO - Omnipotens sempiterne  Deus, dirige actus nostros in beneplacito tuo: ut in nomine dilecti Filii tui mereamur bonis operibus abundare. Qui tecum vivit..     R. Amen      Omnipotente y sempiterno Dios, dirige nuestras acciones según tu beneplácito: para que, con la ayuda de tu amado Hijo, merezcamos abundar en buenas obras. Por El que contigo vive y reina..   R. Amen.
Conmemoración de la Octava de Navidad 
 ORATIOConcéde, quæsumus, omnípotens Deus: ut nos Unigéniti tui nova per carnem Natívitas líberet; quos sub peccáti jugo vetústa sérvitus tenet. Per eúmdem Dóminum
   R. Amen   
   Concédenos oh Dios omnipotente, que seamos liberados por la nueva natividad corporal de tu Unigénito Hijo, nosotros a quienes la antigua servidumbre nos mantiene bajo el yugo del pecado. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor   R. Amen.
Epístola
      Jesús es verdadero Hijo de Dios y nos asocia misericordiosamente a su filiasión divina concediéndonos el derecho de llamar "Padre" a Dios y de heredar sus riquezas. ¡Sublime dignidad la del cristiano!
EPISTOLALectio Epistolae beati Pauli apostoli ad Galatas (IV, 1-7)  - Fratres: Quanto tempore heres parvulus est, nihil differt a servo, cum sit dominus omnium: sed sub tutoribus et actoribus est usque ad praefinitum tempus a patre: ita et nos cum essemus parvuli, sub elemtentis mundi eramus servientes. At ubi venit plenitudo temporis, misit Deus Filius suum factum ex muliere, factum sub lege, ut eos, qui sub lege erant redimeret, ut adoptionem filiorum reciperemus. Quoniam autem estis filii, misit Deus Spiritum Filii sui in corda vesta clamantem: Abba, pater, Itaque jam non est servus; sed Filius: quod si filius, et heres per Deus.

   Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Gálatas: Hermanos: Mientras el heredero es niño, en nada difiere del siervo, aunque sea señor de todo; mas está debajo la potestad de tutores y curadores, hasta el tiempo determinado por su  padre: así también nosotros cuando éramos niños, estábamos sujetos a los primeros rudimentos del mundo(1). Mas cuando vino el cumplimiento del tiempo, envió Dios a su Hijo, hecho de una mujer, y sujeto a la Ley, para que redimiese a los que estaban debajo de la ley; a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto vosotros sois hijos, ha enviado Dios a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Abba, esto es, Padre. Y así ya ninguno de vosotros es siervo, sino hijo: y si hijo, también heredero por la gracia de Dios.
Salmodia
    GRADUALE Ps. 44, 3 et 2   Speciósus forma præ fíliis hóminum: diffúsa est grátia in lábiis tuis. V. Eructávit cor meum verbum bonum, dico ego ópera mea Regi: lingua mea cálamus scribæ, velóciter scribéntis.
   ALLELUIA, allelúja. V. Ps. 92, 1. Dóminus regnávit, decórem índuit: índuit Dóminus fortitúdinem, et præcínxit se virtúte. Allelúja.
   Gradual - Hermosísimo eres más que todos los hijos de los hombres, la gracia está derramada en tus labios. V. Brotó se mi corazón una palabra excelente: dedico yo mis obras al Rey; mi lengua es cual rápida pluma de amanuense.   Aleluya, aleluya. V. Reinó el Señor, se revistió de hermosura, vistiose el Señor de fortaleza y se ciñó de poder. Aleluya
Evangelio
 U Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam. Luc. 2, 33-40
   In illo témpore: Erat Joseph et María mater Jesu, mirántes super his quæ dicebántur de illo. Et benedíxit illis Símeon, et dixit ad Maríam matrem ejus: Ecce pósitus est hic in ruínam, et in resurrectiónem multórum in Israël: et in signum cui contradicétur: et tuam ipsíus ánimam pertransíbit gládius, ut reveléntur ex multis córdibus cogitatiónes. Et erat Anna prophetíssa, fília Phánuel, de tribu Aser: hæc procésserat in diébus multis, et víxerat cum viro suo annis septem a virginitáte sua. Et hæc vídua usque ad annos octogínta quátuor: quæ non discedébat de templo, jejúniis et obsecratiónibus sérviens nocte ac die. Et hæc, ipsa hora supervéniens, confitebátur Dómino, et loquebátur de illo ómnibus, qui exspectábant redemptiónem Israël. Et ut perfecérunt ómnia secúndum legem Dómini, revérsi sunt in Galilæam in civitátem suam Názareth. Puer autem crescébat, et confortabátur, plenus sapiéntia: et grátia Dei erat in illo.
Credo.
     Continuación del Santo Evangelio según San Lucas (II, 33-40) - En aquel tiempo: José y María, madre de Jesús, estaba maravillados de aquellas cosas que de Él se decían. Y los bendijo Simeón y dijo a Mará su madre: He aquí que Este ha sido puesto para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y como una señal de contradicción(2); y a ti, una espada traspasará tu alma, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones. Había allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, la cual era ya muy anciana, y había vivido siete años con su marido desde su virginidad. Y esta viuda, que tenía ochenta y cuatro años, no se  apartaba del templo, sirviendo dia y noche con ayunos y oraciones.. Y como llegase ella en la misma hora, alababa al Señor y hablaba de Él a todos los que esperaban la redención de Israel. Y cuando hubieron cumplido todas las cosas conforme a la ley del Señor, se volvieron a galilea y a su ciudad de Nazaret. Y el Niño crecía y se robustecía, lleno de sabiduría: y la gracia de Dios era con Él. - Credo.   
  OFFERTORIUM Ps. 92, 1-2
  
Deus firmávit orbem terræ, qui non commovébitur: paráta sedes tua, Deus, ex tunc a sæculo tu es.
   Ofertorio -  Dios afirmó el orbe de la tierra, que no se bamboleará; tu silla, oh Dios, está preparada desde entonces; desde todos los siglos existes Tú.
Oración-Secreta
    Concéde, quæsumus, omnípotens Deus: ut óculis tuæ majestátis munus oblátum, et grátiam nobis piæ devotiónis obtíneat, et efféctum beátæ perennitátis acquírat. Per Dóminum.   Te rogamos, oh Dios omnipotente, nos concedas que el don ofrecido ante el acatamiento de tu Majestad, no sólo nos alcance la gracia de una piadosa devoción, sino que nos dé también la posesión de una bienaventurada eternidad. Por Jesucristo Nuestro Señor. 
Conmemoración de la Octava de Navidad 
    Obláta, Dómine, múnera, nova Unigéniti tui Nativitáte sanctífica: nosque a peccatórum nostrórum máculis emúnda. Per eúmdem Dóminum.   Santifica, Señor, los dones que te ofrecemos en la nueva Natividad de tu Hijo Unigénito, y líbranos de las manchas de nuestros pecados. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. 
Prefacio propio de Navidad
    Vere dignum et justum est, aequum et salutare nos tibi semper, et ubique gratias agere: Domine sancte, Pater omnipotens, aeterne Deus. Quia per incarnati Verbi mysterium, nova mentis nostrae oculis lux tuae claritatis infulsit: ut dum visibiliter Deum cognoscimus, per hunc in invisibilium amorem raplamur, et ideo cum Angelis et Archagelis, cum Thronis et Dominationbus, cumque omne militia coelistis exercitus, hymnum gloriae tuae canimus, sine fine dicentes:    Sanctus, Sanctus, Sanctus, etc.   Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias en todo tiempo y lugar ¡Señor Santo, Padre todopoderoso y eterno Dios! Por cuanto, por el misterio de la Encarnación del Verbo, ha brillado a los ojos de nuestra alma un nuevo resplandor de tu gloria: para que, al conocer a Dios visiblemente, seamos por Él arrebatados al amor de las cosas invisibles. Y por eso, con los Ángeles y Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejército celestial, entonamos a tu gloria un himno, diciendo si cesar: Santo, Santo, Santo, etc.
     COMMUNIO Matth. 2, 20   Tolle púerum, et matrem ejus, et vade in terram Israël: defúncti sunt enim, qui quærébant ánimam púeri.Comunión. - Toma al Niño y a su madre, y vete a tierra de Israel; porque han muerto los que atentaban contra la vida del Niño. 
Oración-Postcomunión
     POSTCOMMUNIO - Per hujus, Dómine, operatiónem mystérii, et vítia nostra purgéntur, et justa desidéria compleántur. Per Dóminum.   Haz, Señor, que, por la virtud de este misterio, no sólo sean purificados nuestros vicios, sino también cumplidos nuestros justos deseos. Por Jesucristo Nuestro Señor. 
 Conmemoración de la Octava de Navidad
     Præsta, quæsumus, omnípotens Deus: ut natus hódie Salvátor mundi, sicut divínæ nobis generatiónis est auctor; ita et immortalitátis sit ipse largítor: Qui tecum.   Rogámoste, oh Dios omnipotente, que el Salvador del mundo, nacido hoy, así como es el autor de nuestro nacimiento a la vida divina, sea también para nosotros el dador de la inmortalidad. Él, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.  


  • (1) Por medio de esta comparación del heredero menor de edad y del siervo, S. Pablo quiere hacer comprender  os judíos que su religión, como rudimentaria y ceremoniosa que es, representa la minoría de edad respecto del cristianismo, y que debió cesar al aparecer éste.
  • (2) en efecto, la fe y la moral de Cristo, son tan categóricas y exigen una adhesión tan incondicional en quienes la profesan, que a menudo separan hasta a los hermanos entre sí y a padres y a hijos cuando los unos quieren ser fieles a su religión y los otros no.

27/XII/+2019 SAN JUAN, Apóstol y Evangelista

27 de diciembre

SAN JUANApóstol y Evangelista


Pedro vio venir detrás  pecho.
al discípulo amado de Jesús,
aquél que en la Cena se
 reclinara sobre su pecho.
(Juan, 21, 20)

   San Juan era todavía joven cuando siguió a Jesús. Fue su discípulo predilecto a causa de su inocencia, asistió a su transfiguración, se recostó en su pecho en la última Cena, subió con Él al Huerto de los Olivos, y recibió a María como Madre, ayudó a sepultar al Salvador y acudió el primero con Magdalena a su tumba el día de su resurrección. Después de la Ascensión, fue a predicar el Evangelio al Asia Menor y se estableció en Éfeso con la Santísima Virgen. Conducido a Roma en el año 95, bajo Domicia no, y arrojado a una caldera de aceite hirviendo, salió de ella sano y salvo y fue desterrado a la isla de Patmos, donde compuso el Apocalipsis. De vuelta a Éfeso, escribió contra los gnósticos su Evangelio que, con sus tres Epístolas, es el inflamado código de la caridad. Sobrevivió a todos los otros Apóstoles.

MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SAN JUAN
  
I. He aquí al amigo íntimo de Jesús, aquél que descansó sobre su pecho en la última Cena, ya quien el divino Salvador hizo partícipe de sus más grandes secretos. La primera condición de una verdadera amistad es no tener secretos para el amigo. ¿Está abierto tu corazón para Jesús? ¿No tomas ninguna resolución sin haberlo consultado? En todo tiempo puedes penetrar en su corazón por la adorable llaga de su costado; ¡Y Él no puede hacerlo en el tuyo, lleno como está totalmente de las creaturas! Os amo, oh Dios mío, y deseo amaros siempre más. (San Agustín).
  
II. La segunda cualidad de la amistad es compartir con el amigo lo que se posee. Ahora bien, Jesús durante su vida dióse todo entero a San Juan y, al morir, le dio a su madre. "Hijo mío, dijo, he aquí a tu Madre". San Juan se había dado por entero a Jesús, había abandonado todo para seguirlo. Date del mismo modo todo entero a Jesús, si quieres ser su amigo. ¿A quién destinas tu corazón? el mundo es indigno de poseerlo. ¿Qué has dado a Jesús en retribución de su ternura? ¿Le has consagrado tu cuerpo, tu voluntad, tu inteligencia, en una palabra todo lo que eres y todo lo que posees?
  
III. En fin, la tercera cualidad de la amistad es la semejanza: el amor hace semejantes a los amigos, si ya no lo son. Fue también este amor el que hizo a San Juan semejante a Jesús, lo hizo también hijo espiritual de María. Jesús te amará, si te asemejas a Él. Para lograrlo, es menester, no que te recuestes visiblemente sobre el corazón de Jesús, sino que Jesús venga a tu corazón, y que no tengas tú otra voluntad que la suya. Tener los mismos gustos, y las mismas repugnancias, he ahí la verdadera amistad. (San Jerónimo).

El amor de Dios
 Orad por el aumento de la caridad.

ORACIÓN
   Dignaos, oh Dios de bondad, derramar sobre vuestra Iglesia los rayos de vuestra luz celestial, a fin de que iluminada con las enseñanzas de San Juan, vuestro Apóstol y Evangelista, alcance las recompensas eternas. Por J. C. N. S. Amén.



*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)

26/XII/+2019 SAN ESTEBAN, Protomártir

26 de diciembre
SAN ESTEBAN, Protomártir

Esteban, lleno de gracia y de fortaleza,
obraba grandes prodigios y milagros entre el pueblo.

(Hechos de los Apóstoles, 6, 8)

   San Esteban, primer diácono elegido por los Apóstoles para la distribución de las limosnas entre los fieles, fue también el primer mártir de Jesucristo: ¡qué gloria! Reprochó vivamente a los judíos el que hubieran echado mano a traición y dado muerte al Justo, al Mesías prometido, y lo confesó magníficamente ante Caifás y el gran Consejo. Hasta vio que los cielos se abrían y a Jesús a la diestra del Padre. Llenos de furor, los judíos lo arrastraron fuera y lo lapidaron mientras Esteban, de rodillas, pedía a Dios que los perdonase. ¡Saulo, el futuro gran San Pablo, tenía sus vestiduras!

MEDITACIÓN
SOBRE LA MUERTE
DE SAN ESTEBAN
   
I. San Esteban se declara abiertamente discípulo de Jesucristo. No teme la muerte porque está lleno de gracia y de fortaleza; y esta gracia y esta fortaleza le vienen de su fe. La vista del cielo, que se abrió ante sus ojos, lo hace insensible a los tormentos. Si tuviese yo un poco de fe, si de tiempo en tiempo  considerase la corona que Dios me prepara en el cielo, ¿qué temería aquí en la tierra? ¿qué amaría fuera de Vos, oh mi dulce Jesús?
   
II. Soporta valerosamente la muerte y, al morir, ruega por los que lo apedrean. Sufre tú por Jesús las persecuciones y la muerte, si es necesario. Nada podrías hacer por Él de lo cual no te haya dado ejemplo; pero sufre orando por los que te persiguen. ¿Sabes por qué San Esteban perdona tan fácilmente a sus enemigos? Porque la crueldad de ellos prepara su triunfo. ¿Cómo quieres que se irrite contra aquellos que le abren la puerta del cielo ? (San Eusebio).

   
III. Los Hechos de los Apóstoles dicen, al referir la muerte de este santo, que se durmió en el Señor. Su muerte fue, pues, semejante a un dulce sueño: fue, en efecto, el término de todos sus trabajos y el comienzo de su reposo. Señor, concededme la gracia de morir con la muerte de los santos, con esta muerte tan preciosa ante vuestros ojos. Alma mía, vivamos, suframos, trabajemos, como los santos, y moriremos con la muerte de los santos. ¡Que muera yo con la muerte de los justos!

La caridad
Orad por vuestros enemigos.

ORACIÓN
   Señor, concedednos la gracia de imitar a aquellos a quienes honramos, a fin de que aprendamos a amar a nuestros enemigos, pues celebramos el nacimiento al cielo del que oró a Jesucristo Nuestro Señor por sus mismos verdugos. Amén.
   


*Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)

25/XII/+2019 LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

25 de diciembre
LA NATIVIDAD
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


María dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió
en pañales, y lo recostó en un pesebre, porque
no había lugar para ellos en la posada.
(Lucas, 2, 7)


 Augusto, señor del mundo, había ordenado un censo general y preparó así sin saberlo el cumplimiento de las profecías; María y José debieron trasladarse a Belén. Carentes de un techo hospitalario, se retiraron a una gruta que albergaba a un buey. ¡Allí fue donde nació el verdadero Señor del mundo! Envuelto en pobres pañales y acostado en un pesebre de piedra sobre un poco de paja, no fue calentado sino por el amor materno y paterno y por el aliento del buey de los pastores y el asno de los pobres viajeros. A estos homenajes se asoció toda la creación espiritual y material: los ángeles del cielo anunciaron al Salvador, primero al pueblo de. Dios ya los humildes en la persona de los pastores, que acudieron ala gruta; después, una estrella misteriosa llevó a ella a los magos, primicias de la gentilidad y de los grandes. Toda la tierra estaba entonces convidada a entrar en el divino redil. ¡Gloria a Dios y paz a los hombres!

MEDITACIÓN
SOBRE LA NATIVIDAD DE JESÚS


I. La desnudez del Hijo de Dios hecho hombre debe inspirarnos el desprecio de las riquezas y el amor de la pobreza. Jesús es abandonado por todos; carece de fuego, tiene sólo algunos pañales para defenderse de los rigores del frío. Es la primera lección que Dios nos da viniendo a este mundo; ¿como lo escuchamos nosotros? ¿Qué amor tenemos por la pobreza? Tanto la ha amado Jesús, que ha descendido del cielo para practicarla. ¿Qué remedio aplicar a la avaricia si la pobreza del Hijo de Dios no la cura? (San Agustín).

II. La humildad brilla con admirable fulgor en el nacimiento de mi divino Maestro. Quiere nacer en un establo, de una madre pobre, esposa de un pobre artesano: todo en este misterio nos predica humildad. ¿Podríamos dejarnos todavía arrastrar a la vanidad? ¿Ambicionaremos todavía dignidades y honores? Aprendamos hoy lo que debemos amar y estimar; persuadámonos de que la verdadera grandeza de un cristiano consiste en imitar a Jesús y en humillarse.
   III. El amor de Jesús por los hombres lo redujo a estado tan pobre y tan humilde. El hombre se había perdido queriendo hacerse semejante a Dios, Dios lo redime tomando su naturaleza y sus debilidades. Quiso Jesús hacerse semejante a nosotros; respondamos a su amor haciéndonos semejantes a Él. Él quiere nacer en nuestro corazón por la gracia; no le neguemos la entrada y cuando esté en él, conservémoslo mediante la práctica de las buenas obras. Cristo nace en nuestra alma, en ella crece y se desarrolla: pidámosle que no quede mucho tiempo pobre y débil. (San Paulino).

La humildad
 Orad por la Iglesia.

ORACIÓN
   Haced, os lo suplicamos, oh Dios omnipotente, que el nuevo nacimiento según la carne de vuestro Hijo unigénito, nos libre de la antigua servidumbre a que nos tiene sujetos el pecado. Por J. C. N. S. Amén.




Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)

23/XII/+2019 BEATA MARGARITA DE YOUVILLE, Viuda y Fundadora

23 de diciembre
 BEATA MARGARITA DE YOUVILLEViuda y Fundadora

   A
   En la Evangelización américa del Norte, además de los misioneros famosos, hay que recordar a «millones de personas que han transmitido la fe de una generación a otra en el seno de la familia. El crecimiento meteórico de la Iglesia allí es debido, en gran parte, a la inmigración masiva de católicos latinos o pertenecientes a ritos orientales, que han conservado su fe y, a su vez, la han transmitido a sus hijos. Todo lo que han vivido estos evangelizadores familiares -estos padres e hijos, estos abuelos y padrinos- no debe ser olvidado».
   Concretamente, algunas santas madres de familia -como María de la Encarnación, Margarita de Youville, Isabel Seton, por ejemplo-, fueron más tarde alzadas por la Iglesia a los altares de la veneración cristiana.
   Margarita de Youville nace en 1701 en Varennes, entre Quebec y Montreal, junto al majestuoso río San Lorenzo, de la familia noble Dufrost de Lajemmerais. Huérfana de padre a los siete años, la familia quedó en la ruina, y ella hubo de pasar por grandes trabajos. La mayor penalidad fue sin duda su matrimonio con Francisco de Youville, mujeriego, contrabandista de alcohol con los indios, y que apenas supo cuidar de los hijos que tuvieron.
   Por fin, una vez viuda, pudo, bajo la dirección de los sulpicianos, entregarse con celo ilimitado al cuidado de los pobres, que eran muchos en aquellos años: inválidos, emigrantes sin fortuna, ancianos, enfermos, desarraigados. En 1738, con algunas compañeras, inicia la primera fundación religiosa canadiense, las Hermanas de la Caridad, que serían llamadas hermanas grises.
   En aquella primera Iglesia del Canadá, tan centrada en la devoción a la Cruz, Santa Margarita da a sus hijas religiosas una espiritualidad muy bella y profunda, como hace notar Jacques Lewis: «Nosotras, decía ella, nos hemos desposado con los pobres, como miembros de Jesucristo, nuestro Esposo». Y «esta mística esponsal respecto a los miembros miserables de Cristo» ha de ser a su vez entendida «como una participación en la paternidad divina». Las religiosas de Margarita «han de sacar del Padre eterno el espíritu y las virtudes de su vocación. Al tomar el hábito, hacen un acto de consagración al Padre eterno, y después, toda su vida, recitan cada día las «letanías del Padre eterno». Dios Padre, fuente de todo bien, es la providencia de sus hijas, y a través de ellas, es la providencia de los necesitados. Bajo la acción del Padre, la hermana gris se une a Cristo, y en él desposa a los desagraciados y con Él se crucifica en favor de ellos» (Canada, en Dictionnaire de spiritualité, París 1963,V, 998-999; +BAC 186,1966, 622-628).
   Una anécdota da idea del espíritu de esta santa mujer: cuando un incendio estaba arrasando su hospital de Montreal, con tanto esfuerzo conseguido, Santa Margarita y sus hermanas, ante las llamas, cantaban de todo corazón un Te Deum.

23/XII/+2019 SAN DAGOBERTO DE AUSTRASIA, Rey

23 de diciembre
SAN DAGOBERTO DE AUSTRASIARey

(679 P.C.)
   A
   En un par de diócesis de Francia se conmemora la fiesta del rey Dagoberto, hijo de otro rey santificado: Sigeberto III, sin embargo, no parece que haya ninguna razón particular, aparte de la tradición popular, para que se le considere como santo y mucho menos como mártir. Dagoberto era todavía un niño en el año de 656, cuando ascendió al trono de Austrasia durante un período brevísimo, puesto que su tutor Grimoaldo, el indigno hijo del Beato Pepino de Landen, lo expulsó y lo desterró para dar la corona a su propio hijo, Childeberto. Dido, el obispo de Poitiers, se llevó al pequeño Dagoberto a Irlanda.
   Por Eddi, autor de la "Vida de San Wilfrído de York", sabemos que este santo obispo dispensó su amistad a Dagoberto y, gracias a los buenos oficios y al empeño de San Wilfrido, cuando Childeríco II fue asesinado en Francia, en el año de 675, el joven monarca exilado pudo regresar y recuperar su trono. Durante el viaje que hizo San Wilfrido a Roma para pedir amparo contra San Teodoro de Canterbury y el rey Egirido, se detuvo en Metz y se hospedó en la corte del rey Dagoberto quien se esforzó en vano por recompensar los ser vicios del prelado con su instalación en la sede vacante de Estrasburgo.
   El 23 de diciembre del año 679, murió accidentalmente el rey Dagoberto durante una partida de caza en los bosques de Woevre, en la Lorena, pero aquella muerte se atribuyó a un asesinato premeditado y consumado a traición "por los duques, con la complicidad y el consentimiento de los obispos". Fue sepultado en Stenay, un lugar vecino al de su muerte. Como en otros casos si milares, por ejemplo el de San Segismundo de Burgundia, las circunstancias en que se produjo su muerte, hicieron que Dagoberto fuese considerado como un mártir, y de allí procede que se le rinda culto como a un santo.


*Vidas de los Santos, de Butler. Vol. IV, ed. 1964

    23/XII/+2019 SANTAS VICTORIA y ANATOLIA, Vírgenes y Mártires

    23 de diciembre
    SANTAS VICTORIA y ANATOLIAVírgenes y Mártires

    (Fecha desconocida)

       A
       La "Pasión" de Santa Anatolia, que carece de valor histórico, relata que la joven, a raíz de una visión, se negó a contraer matrimonio con un pretendiente llamado Aurelio. Este acudió entonces a Victoria, hermana de Anatolia, para que ella la convenciese de que debía aceptar su proposición. Victoria no sólo fracasó en la empresa, sino que, siguiendo el ejemplo de su hermana, rompió los esponsales con Eugenio. Entonces, los dos jóvenes encerraron a las dos hermanas en sus casas de campo respectivas y trataron de vencerlas por el hambre. Después, Anatolia fue denunciada por ser cristiana. El Martirologio Romano resume así su martirio: "Después de curar de diversas enfermedades a muchas gentes y convertirlas a la fe de Cristo, en la provincia de Piceno, sufrió difeentes torturas por orden del juez Faustiniano. Habiéndose librado milagrosamente de una serpiente que le echaron encima, convirtió a (el verdugo) Audax. En seguida, levantó las manos para orar y fue atravesada por una lanza." Victoria sufrió el martirio, tal vez en Tribulano, en los Montes Sabinos. "Se negó a contraer matrimonio con Eugenio y a ofrecer sacrificios. Después de obrar muchos milagros, con los que ganó a Dios a numerosas doncellas, su corazón fue atravesado por la espada del verdugo, a instancias de su prometido." 
       En varios sitios de Italia se venera a Santa Anatolia y a Santa Victoria; pero las verdaderas circunstancias de su martirio son desconocidas. En la "pa ión" de estas mártires se habla del matrimonio en un tono que se halla en otros documentos cristianos, pero que correspondió más bien a las doctrinas eréticas del encratismo que a las enseñanzas de la Iglesia Católica. San Adelmo de Sherborne utilizó las "actas" de Santa Lucía y las de Santa Victoria en sus tratados De laudibus virginitatis.



    *Vidas de los Santos, de Butler. Vol. IV, ed. 1964

    23/XII/+2019 LOS DIEZ MÁRTIRES DE CRETA

    23 de diciembre

    LOS DIEZ MÁRTIRES DE CRETA
    (250 P.C.)



     En cuanto se publicó el edicto de Decio contra los cristianos, un cruel gobernador de la isla de Creta inició la persecución. Las Víctimas más distinguidas fueron los Diez Mártires de Creta: Teódulo, Saturnino, Euporo, Gelasio, Euniciano, Zótico, Cleomenes, Agatopo, Basílides y Evaristo. Los tres primeros eran originarios de Gortina, la capital. Los jueces les ordenaron que ofreciesen sacrificios a Júpiter, pues ese día se celebraba una fiesta en su honor. Ellos replicaron que jamás ofrecerían sacrificios a un ídolo. El presidente dijo: "Vais a ver lo que es el poder de los dioses, vosotros, que despreciáis a esta gran asamblea en la que se rinde culto a los omnipotentes Júpiter, Juno, Rea y otras divinidades." Los mártires respondieron que conocían perfectamente la leyenda de la vida de Júpiter, y que seguramente quienes consideraban como una divinidad debían tener por virtud el imitar sus v icios. 
       La chusma hubiese acabado ahí mismo con los mártires, si el gobernador n o la hubiese contenido para someterlos a la tortura. Los tres sufrieron con g ran alegría. A los gritos de la multitud, que los exhortaba a obedecer y ofrecer sacrificios para salvarse, respondieron: "Somos cristianos, y preferiríamos morir mil veces." Finalmente, el gobernador se dio por vencido y los condenó a
     morir por la espada. Los mártires se dirigieron gozosos al sitio de la ejecu ión, pidiendo a Dios que se mostrase misericordioso con ellos y con toda la h umanidad y que disipase las tinieblas de la idolatría entre sus compatriotas. L a multitud se dispersó después de la ejecución. Los cristianos sepultaron a los mártires, cuyas reliquias fueron trasladadas más tarde a Roma. Los Padres d el Concilio de Creta (458) afirmaron en una carta al emperador León que la isla de Creta se había preservado hasta entonces de la herejía, gracias a la intercesión de estos mártires.



    *Vidas de los Santos, de Butler. Vol. IV, ed. 1964

    23/XII/+2019 SAN IVO DE CHARTRES, Obispo

    23 de diciembre

    SAN IVO DE CHARTRES, Obispo

    (1116 P.C.)



       De aquélla entrada solemne del obispo de Chartres en la capital de su diócesis se habló mucho por entonces en Europa, Los chartrenses acogieron a su pastor con alborozadas muestras de júbilo: le vitorearon y se postraron a lo largo de las rúas para recibir de nuevo su bendición. Cuando el obispo hubo recorrido las calles recogiendo el homenaje de sus diocesanos, éstos no sabían adónde llevarle. La residencia episcopal estaba desmantelada y cubierta de suciedades por obra del vizconde de Chartres que durante la ausencia del obispo había malbaratado y profanado los bienes de la mitra.
       No era ésta la primera entrada en su diócesis. Venía de la prisión, donde había pasado algunos meses por recriminar la conducta escandalosa del rey. Felipe I de Francía había expulsado a Berta, su mujer legítima, y se había unido a Bertrada de Monfort, esposa del conde de Anjou. El escándalo de este doble adulterio fue enorme. En realidad, no era el obispo de Chartres el superior inmediato del rey a quien correspondía tomar cartas en el asunto. Pero el obispo de Sens y otros muchos de aquella época no tenían autoridad para hablar. Muchos obispos y clérigos estaban aseglarados; recibían el mando de sus diócesis de las manos del rey y a él servían más que al bien de las almas. A esta concesión real de los poderes sagrados la llamaban la investidura laica. Los obispos, al recibirla, se convertían en señores feudales y como tales vivían. Un tal Ulrico de Imola teorizaba sobre la conveniencia del matrimonio de los clérigos y sus palabras caian como rocio en los corazones corrompidos. Era la herejía nicolaita, que estragaba a la Iglesia y desautorizaba la predicación de la palabra divina.
       El obispo de Chartres no calló. El rey quería atraérselo y le invitó para que asistiera a sus bodas adulterinas. San Ivo se negó a asistir y comenzó una campaña epistolar encaminada a evitar el escándalo. Se atrevió a afear al rey mismo su conducta. En estas cartas aparece lo que fue siempre norma de su vida: sumo respeto a la autoridad del rey y a sus prerrogativas, grande amor a la institución monárquica, pero suma libertad de obispo para reprender, corregir y predicar. El rey no estaba dispuesto a tolerarlo, y menos aún Bertrada, cuya doblez y lascivia quedaban patentes en las reprensiones de San Ivo. La respuesta del rey y de su concubina es la que comúnmente utiliza el vicio poderoso: la violencia. Y como los poderosos tienen siempre quien les sirva sin escrúpulos, el vizconde de Chartres invadió a mano armada los bienes del obispado y metió al obispo en prisión en su castillo de Puiset para quebrantar su resistencia, haciéndole sentir el poder de la autoridad. Llegó a faltarle el pan. El abad de Fécamp, entre otros, le escribía para consolarle y le felicitaba por sufrir persecución por los mismos motivos que otrora San Juan Bautista.
       Los diocesanos estaban indignadísimos y trataron de organizar una expedición militar para liberar a San Ivo por la fuerza y reponerlo en su obispado. El santo obispo se opuso del modo más explícito. "Rogad por mi—les escribia—como los primitivos cristianos por San Pedro encarcelado, pero os prohibo que vengáis por la fuerza. No aplacaréis a Dios incendiando y devastando, no me haría favor el que llegaran a los oídos divinos los clamores de los pobres y los lamentos de las viudas. Soy vuestro pastor; no he conquistado la mitra por las armas y no volveré a Chartres por la violencia." San Ivo sabia ser yunque resistente que mella el martillo que lo golpea. Auxiliado por la gracia divina, no cedió ni al favor ni a la violencia, y el vizconde hubo de libertarlo.
       Había nacido cincuenta y dos años antes en Beauvais, hacia el año 1040. Sus padres, Hugo de Auteil e Himelberga, eran acomodados, pero no nobles, según asegura en una de sus cartas. Allí estudió sus primeras letras, sin duda en la escuela de alguna de las iglesias. Cuando el muchacho hubo recibido la educación primaria, sus padres enjaezaron las acémilas y le llevaron a Paris para que estudiara humanidades y filosofía. Afanoso de aprender y también, sin duda, movido de vocación divina, entró en la abadía benedictina de Bec, entonces celebérrima. Enseñaba en ella Lanfranco, antiguo profesor de derecho romano en Pavía, que habia abandonado la vida seglar para hacerse benedictino. La afición de San Ivo a los estudios jurídicos y su intenso amor a la vida monástica se relacionan, sin duda, con el magisterio de Lanfranco. Allí tuvo como condiscipulo a San Anselmo de Cantorbery. Dos condiscipulos con los mismos ideales de ciencia y de santidad en la misma clase; Dios preparaba sus planes misteriosamente. Más tarde los dos serian obispos y los dos campeones en la lucha de las investiduras. Pero por entonces Ivo no soñaba con planes episcopales. Cuando hubo terminado sus estudios regresó a su tierra de Beauvais y continuó hasta Nesle, en Picardía, para ingresar en el Cabildo de canónigos de aquella ciudad.
       Los Cabildos no eran en aquella época lo que en tiempos anteriores habían sido: un grupo de clérigos en vida común junto a su obispo ocupados en el oficio divino, en el estudio y en la asistencia a su prelado en el gobierno pastoral. Se habian relajado bastante. Cuando San Ivo comenzó su nueva vida añoraba sus días fervorosos y laboriosos de la abadía de Bec y prudentemente se esforzaba por mejorar la situación. Su fama de hombre docto, espiritual y prudente se extendía sin cesar. Por entonces vaco la sede de Beauvais, su tierra natal. Para proveerla eligieron a un piadoso deán llamado Guido, afanoso como Ivo por la reforma de los Cabildos. Fundó en las afueras de la ciudad un monasterio de canónigos regulares en honor de San Quintín mártir, y llamó a Ivo para que, como abad, lo gobernara.
       El nuevo abad colmó las esperanzas de su obispo. El Cabildo vivía en régimen de monasterio bajo la regla de San Agustín; San Ivo escribió las constituciones, organizó la vida común y hasta abrió una escuela de teología en la que él mismo enseñaba. Durante los catorce años que estuvo al frente de su Cabildo vió salir de él, al menos, a nueve obispos y muchos deanes para otros Cabildos que se inspiraron en la reforma de San Quintín.
       Un día también él tuvo que salir.
       El obispo de Chartres, Godofredo, era uno de los muchos malos pastores que entonces padecía la Iglesia. Dos veces había sido juzgado por el papa San Gregorio VII por simonía y otros vicios, y las dos veces habia logrado evitar la deposición. Pero, lejos de enmendarse, su conducta era cada vez más escandalosa. Urbano II le juzgó de nuevo y, ante las pruebas abrumadoras de su avaricia y de su lascivia, Godofredo fue depuesto. Había que enviar a Chartres un obispo cuya virtud hiciera olvidar los escándalos del anterior. Urbano II escribió al clero y pueblo de Chartres para notificarles la deposición de Godofredo, y a la vez les recomendaba que eligieran a Ivo, abad de San Quintín, cuyo buen nombre habia llegado hasta Roma.
       Los chartrenses no vacilaron. Siguiendo la costumbre de entonces, el clero hizo la elección en presencia del pueblo, el cual la aprobó con sus aclamaciones.
       Ivo recibió la noticia sin ningún entusiasmo. No tenia ninguna gana de dejar su vida de recogimiento y estudio; por otra parte, los amigos de Godofredo, el obispo depuesto, le pusieron todas las trabas imaginables. Ivo quería renunciar a su elección, pero el Papa repuso que, si Ivo no necesitaba el episcopado, el episcopado le necesitaba a él. El rey Felipe le envió el pectoral en signo de su agrado por la elección. Ante esto el santo abad hizo de su nuevo cargo un deber de conciencia. Fue a Roma y el Papa le consagró obispo el 24 de noviembre de 1090 y le envió a Chartres con una carta de recomendación para sus nuevos diocesanos. A partir de entonces comienza su carrerra episcopal de veintiséis años, que ha quedado descrita en su abundante y sapientísima correspondencia.
       A los dos años de su consagración comienzan sus gestiones en el asunto de la unión adulterina del rey Felipe, que le trajeron como consecuencia la prisión. Liberado de ella, San Ivo siguió condenando con valentía la conducta del monarca y oponiéndose a que esa unión se legitimara ante la Iglesia por la bendición nupcial. "Antes de ser escándalo para los débiles prefiero que me arrojen al mar con una rueda de molino al cuello", decía al rey. En otra carta dirigida a todos los obispos les hablaba así: "Os suplico que no permanezcáis como perros mudos, sin valor para ladrar". Durante doce años vivió en la inquietud; tentativas de mediación, viajes, concilios varios, intervenciones ante la Curia romana, excomunión del rey, absolución, nueva excomunión. Incomprensión por parte de los obispos contemporizadores, acusaciones de terquedad. El rey tenía entonces un papel preponderante en la elección de obispos, y procuraba elegir candidatos dispuestos a tolerar su unión con Bertrada. San Ivo salía al paso de los proyectos reales, consiguiendo que fueran rechazados muchos pretendientes indignos, y promovidos los sabios y virtuosos.
       Fue una lucha emocionante por la santidad y el honor del sacerdocio. Este constante forcejeo le traía cada día su dosis de disgustos y sinsabores. Recordaba con nostalgia sus años de vida regular: en 1092 escribía a sus canónigos de San Quintín: "Por todas partes encuentro dificultad y persecución. El obispado es un suplicio; el honor, un agobio; la elevación, una tempestad que amenaza con el naufragio. Comparando las ventajas y los inconvenientes de mi estado, a veces me ocurre deleitarme en pensamientos y deseos de una persecución por causa de la justicia que llegara a privarme de mi cargo pastoral, tan lleno de amarguras e inquietudes, de tempestades y angustias; entonces podría descansar en seguridad deleitosa y luminosa., Pero luego me reprocho estos pensamientos y me someto a la voluntad divina; y no me atrevo a hurtar mi cuerpo al trabajo, sabiendo que no muero para mi, sino para Aquél que murió por nosotros. No puedo ser el siervo malo y perezoso...". Por fin los esfuerzos de San Ivo consiguieron el arrepentimiento del rey y su absolución por el papa Pascual II. Felipe y Bertrada prometieron con juramento ante una asamblea de obispos que se separarían. Asi acabó, por fin, aquella situación, manantial de dificultades y turbulencias para la Iglesia francesa.
       Mucho más grave aún que el problema del matrimonio real fue la cuestión de las investiduras y la herejía nicolaíta. También aquí fue San Ivo un personaje de primer plano en su siglo.
       La época de San Ivo es una de las más convulsas y terribles por las que ha pasado nuestra santa madre la Iglesia. La situación a que se había llegado era espantosa: muchísimos clérigos y obispos tenían concubinas; hubo quienes llegaron a celebrar sus bodas sacrílegas con la mayor fastuosidad. Esta lamentabilísima situación procedía de que el Papa no tenía parte en la elección de los obispos: eran los reyes y señores feudales los que los nombraban, casi siempre mediante sobornos y dinero. Tenían incluso un rito para el nombramiento, que consistía en entregar el báculo y el anillo con las palabras "Recibe la diócesis". A esta entrega de la diócesis la llamaban la investidura laica. También los sacerdotes eran nombrados por los señores seglares, porque las iglesias eran de propiedad particular. En estas condiciones fácilmente se comprende que los nombramientos recayeran en clérigos sin vocación eclesiástica, que buscaban los oficios sagrados para provecho propio, no para el servicio de Jesucristo y de las almas. De ahí el concubinato de los clérigos y la simonía o compraventa de los oficios eclesiásticos. A tales calamidades se llega cuando los políticos usurpan los poderes sagrados que el Señor Jesucristo depositó en su Iglesia,
       El Papado yacía impotente, cercado por la avaricia, la lujuria y la soberbia de todos. Y, sin embargo, sólo la Santa Sede podía poner remedio a este espectáculo lamentable. Comenzó con tímidas iniciativas el papa Esteban IX, que había logrado su tiara por elección canónica, sin imposición del emperador. Pero sus voces caían en el vacío y sus condenaciones de los jerarcas que lograran por dinero los cargos eclesiásticos quedaban incumplidas y olvidadas. Era necesario un gigante en la sede de San Pedro, capaz de poner orden en aquel caos. Dios lo suscitó en la persona de Hildebrando, Papa con el nombre de San Gregorio VII, el cual llegó al Solio pontificio con la convicción de que su misión era acabar con la investidura laica, que era la razón del cáncer que roía la Iglesia. Con todos los poderes del mundo enfrente, como si fuera la cosa más elemental y sencilla, prohibió la simonía y el concubinato, exigió que se negara obediencia a los clérigos casados y suprimió de un plumazo las investiduras. El que se ordenara por dinero quedaba suspenso del orden recibido y el que recibiera la investidura de un laico perdía su autoridad.
       El golpe era temible, pero necesario. El griterío que se levantó en Europa fue espantoso: comenzaba la contienda de las investiduras. Salvo en España, ocupada entonces en su Cruzada contra los musulmanes, todas las malas pasiones se dieron cita en aquel combate que duró más de medio siglo. Las espadas, la diplomacia y los escritos polémicos fueron a ocupar su puesto en el frente de combate. La situación se agravó rápida y peligrosamente. Se acusaba al Papa de herejía, de obstinación, de soberbia: se decía que no era un pastor, sino un lobo furioso. Se prodigaron las excomuniones, y el mismo emperador fue excomulgado, absuelto tras tres días de penitencia en Canosa, y luego otra vez excomulgado y depuesto. Pero éste respondió con un sínodo de treinta obispos cismáticos, que declararon depuesto a San Gregorio VII y nombraron a un antipapa: luego se presentó con un ejército ante la Ciudad Eterna y la tomó para instalar en ella a su antipapa. El santo Pontífice tuvo que huir y murió en el destierro. Cuatro años más tarde las tropas de Urbano II se apoderaban de Roma y el pueblo aclamaba al Papa legítimo. El emperador no se da por vencido: organiza una nueva expedición militar y el antipapa anuncia en un tono bravucón que pronto acabaría la guerra con su triunfo. Un monje de Hersfeld escribía un libro sobre la unidad de la Iglesia lleno de invectivas contra el Papa, a quien acusa de haber despojado, dividido y desgarrado la Iglesia de Cristo.
       Cuando este libro comenzó a circular por Europa, San Ivo era consagrado obispo de Chartres por el papa Urbano Il, expulsado de Roma por las tropas imperiales. La contienda había comenzado hacía ya cuarenta años, mientras el niño Ivo jugaba en las verdes campiñas de Beauvais. El tema de actualidad en su época de estudiante era la lucha por la independencia de la Iglesia, la elección del Papa por los cardenales, sin intervención de los reyes, que había quedado sancionada en el concilio de Letrán de 1059. Las novedades literarias que apasionaban al joven estudiante eran el tratado contra las investiduras del cardenal Humberto y las gestiones de San Pedro Damiano, que recorría Europa para trabajar por la reforma de la Iglesia. Más tarde en su soledad de Bec y luego en su puesto de abad de San Quintín leyó las admirables obras de San Pedro Damiano sobre la castidad sacerdotal y contra las investiduras. A medida que la lucha se enconaba llegaron a sus manos Bernaldo de Constanza, Anselmo de Luca, Guebhardo de Salzburgo; la resaca de la contienda arrastró hasta su mesa abacial los libelos de los que, débiles, ambiciosos o equivocados, habían puesto su pluma y su ingenio al servicio de los reyes y señores: Sigberto de Grembloux, el Anónimo de York y otros. Al frente de su fervorosa comunidad y en sus lecciones de cátedra, lejos de la pasión polémica, San Ivo estaba atento: estudiaba, criticaba los libros nuevos, pensaba, buscaba soluciones y enseñaba. Estudiaba concienzudamente las leyes antiguas de la Iglesia, y soñaba con verlas de nuevo practicadas en una Iglesia limpia y fuerte. Más aún que a los panfletistas y aduladores del emperador temía a los escritores del tipo de Bonizón de Sutri, con sus panegíricos del Papa violentos y parciales, amigo de soluciones extremistas y utópicas. Su presencia en la polémica, decía Ivo, no hace otra cosa que dar buenos argumentos a los contrarios.
       Cuando San Ivo fue consagrado obispo, la polémica estaba en estado incandescente. Cada elección, cada acto de los reyes de Francia y de Inglaterra, levantaba pugnas tempestuosas entre los partidarios de la investidura y los amigos del Papa.
       San Ivo no fue investido por ningún seglar: fue elegido por sus diocesanos y consagrado por el Papa en persona. Con este gesto se ponía, desde el primer momento, del lado de los papas. No era, pues, sospechoso, pero tampoco era un intransigente. Dotado de un gran sentido de la realidad, rígido en los principios, pero flexible y hábil en su aplicación; habituado de antiguo a mandar hombres, lo cual le había enseñado a discriminar lo ideal de lo hacedero, era el hombre sereno, tenaz y exento de pasiones, clarividente de soluciones prácticas y tesonero para conseguirlas. Comprendía que entre los legados y consejeros de los papas había también pasiones excitadas por la contienda, y que con actitudes extremosas no era posible alcanzar soluciones viables.
       Fue él quien formuló la exacta interpretación y aplicación de la frase evangelica: "A Dios lo que es de Dios y al césar lo que es del césar". En cosas temporales, los reyes y el emperador no están bajo la autoridad del Sumo Pontífice. La investidura—escribía San Ivo a Hugo, legado pontificio—es un acto doble. Por una parte, da unos poderes espirituales, y ésos no los puede conferir ningún laico. Pero, además, el obispo electo recibe bienes temporales unidos a su sede. No hay inconveniente en admitir para esta entrega la investidura del rey.
       Al plantear el problema con esta categórica distinción entre lo espiritual y lo temporal y al darle esta solución moderada, Ivo de Chartres demotraba a la vez su sagacidad intelectual y su sentido de la realidad. Pero con ello se enfrentaba contra todos y a nadie contentaba. Urbano II, instigado por sus legados, llegó a desautorizar explícitamente a San Ivo, el cual se creyó obligado a dimitir. Transido de amargura, pero con la entereza de siempre, escribía al Papa:
       "De los Alpes para acá, no conozco a nadie que haya sufrido como yo afrentas e injusticias por su fidelidad al Papa y a sus mandamientos. Pero ya que mis palabras, por lo que sea, os disgustan, prefiero renunciar al obispado que no sentir, con razón o sin ella, vuestro enojo. Dejaré de ser vuestro servidor, pero no vuestro hijo. Por mis experiencias anteriores a mi cargo episcopal sé que más aprovecharé a la Iglesia de Dios con mi ejemplo en la vida privada que no por el ministerio de la palabra en el obispado."
       Pero el Papa, que conocía su fidelidad, no quiso privarse del venerable prelado que había sufrido cárcel por su defensa de la moral cristiana al condenar el adulterio de Felipe I. San Ivo calló por el momento. Supo compaginar su amor a la Santa Sede y su humildad con su docilidad a lo que creía verdadero. No renunció a ninguna de sus ideas, pero no cayó en el vicio de la obstinación. Entretanto la controversia ardía en Inglaterra, cuyo rey, Enrique I, cometía los mismos desafueros que el de Francia y que el emperador de Alemania. San Anselmo, condiscípulo de San Ivo en la clase de Lanfranco y sucesor de éste en la silla primada de Cantorbery, vagaba por Europa expulsado por el rey, que no soportaba la entereza con que el santo obispo proclamaba los derechos de la Iglesia. También allí acudió San Ivo a componer la discordia. Recordó al rey en una carta sus deberes de católico y le exhortó a buscar lealmente una solución. "No es posible un buen gobierno sin unión estable entre la realeza y el sacerdocio", le decía. Por el momento se contentaba con esta discreta intervención. Encargó a su discípulo y amigo Hugo de Fleury que escribiera un tratado dedicado al rey acerca de la potestad real y la eclesiástica. Los críticos ven, tras la firma de Hugo, a San Ivo, puesto que repite las ideas de éste sobre la distinción entre ambas potestades con fidelidad y precisión. Una mujer piadosa, la hermana del rey, hizo lo demás. Reunió en una entrevista a su hermano y al arzobispo San Anselmo, y, sobre la base de las ideas de San Ivo, se pusieron de acuerdo El papa Pascual II no tuvo inconveniente en aceptar esas ideas y el conflicto terminó felizmente.
       Dos años más tarde obtuvo San Ivo otro señalado triunfo poniendo fin a la lucha en Francia en el concilio de Troyes. Pero quedaba aún el tremendo problema de Alemania. Negociaciones, embajadas, revueltas sangrientas, sacrilegios, incendios y mil libros y folletos escritos para defender la investidura laica o la tesis opuesta gregoriana. El emperador Enrique V decide utilizar la traición y la violencia. Conviene en el Concordato de Sutri en renunciar a la investidura a base de las soluciones de San Ivo, aceptadas en Inglaterra y Francia. Va en seguida a Roma a ser coronado por el Papa. En medio de la ceremonia de coronación el emperador declara que no acepta la solución firmada en Sutri. La ceremonia termina con una espantosa reyerta en la que participa el pueblo romano en favor del Papa. Este cae prisionero de las tropas imperiales y, obligado por la fuerza, firma un documento en el que concede al emperador los derechos plenos de investidura.
       Tras este terrible fracaso hay que comenzar de nuevo desde el principio. El peligro viene ahora de los que se indignan por la debilidad del Papa ante el emperador y le llaman impío, Judas y profeta corrompido. En las provincias de Lyón y Viena se pretende nada menos que reunir un concilio para juzgar al Papa y deponerlo. San Ivo, con sus setenta y dos años, recomienza su labor de viajero y diplomático. Su influencia es hoy enorme. Por su obra canónica, por su intervención en todos los conflictos religiosos por su fidelidad a la monarquía y al Papa, San Ivo había adquirido una extraordinaria autoridad, justificada por su valor intelectual, su prudencia y su celo religloso. Visita, convence, escribe cartas maravillosas y logra evitar el cisma haciendo oír la voz de la prudencia, la misericordia y la ortodoxia. Excusa a Pascual II "con un amor filial"; recuerda a todos que el Papa ha sido objeto de un acto de fuerza y vuelve a insistir frente a los extremistas en la posibilidad de arreglo con su teoría de la doble investidura.
       El Papa, al verse al fin libre y apoyado por la Iglesia, condena el privilegio y se queja de la violencia que se le ha inferido. El emperador organiza una nueva expedición militar contra el Papa, precedida, como las anteriores, por una ofensiva propagandística de intelectuales a sueldo. Los legados pontificios le excomulgan. El emperador se acerca a Roma y el Papa huye. San Ivo, consumido de trabajos y preocupaciones, rinde al Creador su alma cargada de méritos en 1116. La controversia terminó al fin con el Concordato de Worms. fue la más hermosa victoria de San Ivo, porque este Concordato aceptó las soluciones por las cuales él había luchado durante toda su vida de obispo. Pero San Ivo, el gran campeón, no vió este triunfo con sus ojos corporales. Seis años antes había muerto.
    TOMAS GARCÍA BARBERENA



    *Año Cristiano, Tomo IV, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1966.

    23/XII/+2019 SAN SÉRVULO, Confesor

    23 de diciembre

    SAN SÉRVULO, Confesor


    Alegraos en vuestra esperanza, sed sufridos
    en la tribulación y perseverantes en la oración.
    (Romanos, 12, 12)

       San Sérvulo, como el Lázaro de la parábola de Cristo, era un hombre pobre y cubierto de llagas que yacía frente a la puerta de la casa de un rico. En efecto, nuestro santo estuvo paralítico desde niño, de suerte que no podía ponerse en pie, sentarse, llevarse la mano a la boca, ni cambiar de postura. Su madre y su hermano solían llevarle en brazos al atrio de la iglesia de San Clemente de Roma. Sérvulo vivía de las limosnas que le daban las gentes. Si le sobraba algo, lo repartía entre otros menesterosos. A pesar de su miseria, consiguió ahorrar lo suficiente para comprar algunos libros de la Sagrada Escritura. Como él no sabía leer, hacía que otros se los leyesen, y escuchaba con tanta atención, que llegó a aprenderlos de memoria. Pasaba gran parte de su tiempo cantando salmos de alabanza y agradecimiento a Dios, a pesar de lo mucho que sufría. Al cabo de varios años, sintiendo que se acercaba su fin, pidió a los pobres y peregrinos, a quienes tantas veces había socorrido, que entonasen himnos y salmos junto a su lecho de muerte. El cantó con ellos. Pero, súbitamente, se interrumpió y gritó: "¿Oís la hermosa música celestial?" Murió al acabar de pronunciar esas palabras, y su alma fue transportada por los ángeles al paraíso. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de San Clemente, ante la cual solía estar siempre. Su fiesta se celebra cada año, en esa iglesia de la Colina Coeli.
       San Gregorio Magno concluye un sermón sobre San Sérvulo, diciendo que la conducta de ese pobre mendigo enfermo es una acusación contra aquellos que, gozando de salud y fortuna, no hacen ninguna obra buena ni soportan con paciencia la menor cruz. El santo habla de Sérvulo en un tono que revela que era muy conocido de él y de sus oyentes, y cuenta que uno de sus monjes, que asistió a la muerte del mendigo, solía referir que su cadáver despedía una suave fragancia. San Sérvulo fue un verdadero siervo de Dios, olvidado de sí mismo y solícito de la gloria del Señor, de suerte que consideraba como un premio el poder sufrir por Él. Con su constancia y fidelidad venció al mundo y superó las enfermedades corporales.

    MEDITACIÓN
    SOBRE LA VIDA
    DE SAN SÉRVULO
      
    I. San Sérvulo soportó, con heroica paciencia, una extrema pobreza y una cruel enfermedad. Jamás se le oyó una queja; en medio de sus sufrimientos, pedía sufrir más todavía. ¿Qué respondes tú a este  ilustre mendigo? Compara tus aflicciones con las suyas, tu paciencia con su paciencia, y cesa de quejarte de tu pobreza y del menosprecio de que se te hace objeto. ¡Avergüénzate! Jesucristo ha sido pobre, ha sido humilde. (San Pedro Crisólogo).
      
    II .Este santo sobreabundaba de alegría en la tribulación: el gozo de su corazón resplandecía en su rostro y se reflejaba en sus palabras. No cesaba de rezar a Dios y de celebrar sus alabanzas. Todas las aflicciones, por grandes, por penosas que fueren, te serán agradables si pides a Dios que te dé la fuerza necesaria para soportarlas, y si piensas en las promesas que hace Jesús en el Evangelio, a los que se resignan. ¿De dónde proviene que tan a menudo te veas agobiado de violenta pena, sino de que no piensas en Dios que puede consolarte, ni en el paraíso que espera a los que sufren con amor?
      
    III. La muerte de San Sérvulo es aun más dichosa que su vida: nada teme y espera todo; al morir sólo deja dolores y miserias, para tomar posesión del remo de los cielos. Pobres que estáis afligidos, consolaos: la muerte vendrá a trocar vuestros dolores en alegría. ¡En cuanto a vosotros, los felices de este mundo, la muerte vendrá a cambiar vuestros gozos en dolores! Ancianos, ella está a vuestra puerta; jóvenes, ella os tiende asechanzas por doquier. (Guerrico).

    La paciencia
    Rezad por los enfermos. 

    ORACIÓN
       Oh Dios, que todos los años nos dais nuevo motivo de gozo con la solemnidad del bienaventurado Sérvulo, vuestro confesor, haced, en vuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido en el cielo, imitemos la que vivió en la tierra. Por J. C. N. S. Amén.


    • Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. Tomo IV, (Ed. ICTION, BuenosAires, 1982)

    21/XII/+2019 FELICITACIÓN SABATINA A LA VIRGEN DEL CARMEN

    FELICITACIÓN SABATINA A LA VIRGEN DEL CARMEN



    Oración preparatoria


       ¡Oh Virgen Santísima del Carmen, Reina gloriosa de cielos y tierra! Vengo a honrarte en este día escogido por Ti para mostrar tu gloria, tu poder y tu misericordia. Acuérdate que a tus queridos cofrades, por tu santo y bendito Escapulario, les has prometido ayuda en la vida, amparo en la muerte y socorro en el Santo Purgatorio. Mírame con ternura, amorosa Madre, y mira también misericordiosamente a las almas que en el Purgatorio se encuentran y acepta ésta mi felicitación y visita sabatina, como homenaje de mi amor y cariño y para alivio de las almas que sufren, para que todos juntos te alabemos algún día feliz en el cielo. Amén.

    Aspiraciones


    • Virgen del Carmen, te felicito por tu gloria y te encomiendo mis propias necesidades. Avemaría...
    • Virgen del Carmen, te felicito por tu gloria y te encomiendo las necesidades de mi familia. Avemaría...
    • Virgen del Carmen, te felicito por tu gloria y te encomiendo las necesidades de mis parientes. Avemaría...
    • Virgen del Carmen, te felicito por tu gloria y te encomiendo las necesidades de mis amigos. Avemaría...
    • Virgen del Carmen, te felicito por tu gloria y te encomiendo las necesidades de la Iglesia. Avemaría...
    • Virgen del Carmen, te felicito por tu gloria y te encomiendo las necesidades de la Nación. Avemaría...
    • Virgen del Carmen, te felicito por tu gloria y te encomiendo las necesidades de las almas del Purgatorio. Avemaría...


    Oración final

    Gracias mil, Madre querida, por todos los favores que de tu bondadosa mano he recibido, particularmente el de haberme escogido, por tu santo Escapulario, para verdadero hijo tuyo. Yo quiero alabarte siempre, y es mi deseo que mi lengua cante tus bondades sin cesar y mi corazón te ame y que te quiera como a la mejor y mas cariñosa de las madres. Me regocijo por la inmensa gloria que en el cielo gozas, del poder que sobre todo lo creado tienes, de las virtudes soberanas que tu alma adornan. Sírvete, Madre mía de esa gloria, de ese poder y de esas virtudes para ampararme en la vida y en la muerte, para cubrir mi pobreza y desnudez, para librarme de tantos y tan fieros enemigos como me rodean, para salvarme y ser feliz en el cielo por toda la eternidad. Amén.

    INTRODUCCIÓN

    Acerca de la Santa Misa