16 de Agosto
SAN ROQUE, Confesor Laico
Se armará nación contra nación, y un reino
contra otro reino; y habrá pestes, y hambres,
y terremotos en varios lugares.
(Mateo, 24, 7)
contra otro reino; y habrá pestes, y hambres,
y terremotos en varios lugares.
(Mateo, 24, 7)
San Roque, después de la muerte de sus padres, que eran los señores de Montpellier, vendió sus bienes y distribuyó su precio entre los pobres. Habiéndose declarado una peste en Italia, fue a este país para consagrarse a las víctimas del terrible flagelo. A un gran número curó con la señal de la cruz. Dios recompensó su abnegación curándolo a él mismo, por intermedio de un ángel, de una herida que había recibido. Cuando cayó enfermo en un bosque, todos los días recibió un pan que le traía un perro de un gentilhombre. De vuelta a Montpellier, fue tomado por espía y encarcelado. Permaneció así cinco años y murió en la cárcel a mediados del siglo XIV. II. Dios golpea al que ama: a menudo lo visita mediante las enfermedades, las humillaciones y los reveses de fortuna, a fin de desasirlo de las creaturas. Lo prueba con el fuego de la tribulación, como al oro en el crisol. Él conmuta los rigurosos suplicios del purgatorio con aflicciones. Después de esto, oh Dios mío, ¿me quejaré yo de los sufrimientos que Vos me enviáis? III. Los malvados, por el contrario, gozan de toda clase de prosperidades. Las riquezas, los place res y los honores por todas partes los rodean. No os asombréis de esto, tienen su paraíso en este mundo. Dios, que es justo y que nada deja sin recompensa, les da bienes en esta vida para recompensarlos por algunas buenas acciones que han realizado. ¡Pobres desgraciados! ¡os alegráis de vuestra prosperidad, y no veis que ella es para vosotros señal de reprobación! Es una señal de la cólera de Dios, que el pecador no sea castigado aquí abajo, si no lo hace en este mundo, es para castigarlo en el otro. (San Bernardo). La paciencia Orad por los enfermos. ORACIÓN Señor, os lo suplicamos, rodead sin cesar a vuestro pueblo con vuestra misericordiosa protección, y, en vista de los méritos del bienaventurado Roque, preservadlo de todo contagio, tanto de cuerpo como de alma. Por J. C. N. S. Amén. |
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