San Lázaro, de Betania, hermano de Marta y de María, tuvo la dicha de ser resucitado por Jesucristo, que mucho lo amaba. Lleno de gratitud para con su benefactor, predicó su divinidad con tanto celo, que los judíos -dice la leyenda- lo desterraron junto con sus dos hermanas. Puesto en una embarcaci6n sin remos ni timón, habría abordado en Marsella y llegado a ser el primer obispo de esta ciudad. MEDITACIÓN MEDITACIÓN SOBRE LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO I. El ruego de las hermanas de Lázaro es admirable. Se dirigen a Jesucristo y le dicen: Señor, aquél a quien amas está enfermo. ¿Quieres tú ser ayudado en tus necesidades? Preséntalas ante Jesucristo, él te ama y quiere ayudarte. No te desanimes, persevera en la oración; cuando todo parezca desesperado, hay que esperar todo de Dios. ¿No es verdad, acaso, que tú ordinariamente no te diriges a Dios sino después de haber reconocido la inutilidad de todo socorro humano? Es preciso invocar, en primer lugar, el Nombre de Dios Y, después de esto, buscar los medios convenientes para llevar a cabo tus propósitos. II. Jesús fue finalmente; derramó lágrimas en la tumba de Lázaro, agradeció a su Padre celestial y, después, llamó a su amigo en alta voz. Aprende de Jesús a agradecer a Dios las gracias que te concede, si quieres obtener otras nuevas. Alégrate, alma mía: tanto te ama Jesús cuanto amó a Lázaro. Señor, aquél a quien amáis está enfermo: basta que Vos conozcáis su mal, porque Vos no abandonáis a los que os aman. (San Agustín). III. Lázaro obedeció de inmediato a la voz de Jesús y salió de su tumba. Ya hace mucho tiempo, Señor, que me invitáis a salir del pecado en que estoy amortajado; pero estoy sordo a vuestras santas inspiraciones: ¡ya es tiempo de obedeceros! ¡Oh Vida que me dais la vida, Vos por quien vivo yo y sin el cual me muero!, ¿dónde os encontraré, a fin de morir a mí mismo y de vivir de Vos? (San Agustín). La confianza en Dios Orad por los enfermos. ORACIÓN Dios, que por vuestro Hijo unigénito, sacasteis de la tumba a Lázaro muerto desde hacía cuatro días, hacednos surgir de la tumba de nuestros pecados, a fin de que merezcamos ser admitidos en la sociedad de vuestros elegidos. Por J. C. N. S. Amén. |
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