28/VI/+2019 SANTA CATALINA THOMAS y GALLARD, Virgen

28 de julio
SANTA CATALINA THOMAS y GALLARD, Virgen

La humildad, pues, nos perfecciona en lo que mira a Dios,
y la mansedumbre en lo que toca al prójimo
 
(San Francisco de Sales).

   Religiosa agustina nacida en Valldemosa (Mallorca), hacia el año 1533. Huérfana de padre y madre desde su tierna edad, hubo de recogerse en casa de sus tíos, quienes con su áspero trato ejercitaron su paciencia y humildad, de que tan sublimes ejemplos mostró durante su vida.
   A los diecinueve años, después de haber llamado inútilmente a la puerta de varios conventos, fue admitida en las canonesas de san Agustín, en la ciudad de Palma. Toda su vida se desarrolló en un ambiente sobrenatural y divino. A pesar de su carencia de letras y de su humilde estado de hermana lega, los personajes más célebres de su tiempo la consultaban como a oráculo divino. Murió en 1572, y su cuerpo virginal se halla aún incorrupto
no hay dibujo hasta ahora (Sgda. Flia)
Se la compara siempre a una florecilla del campo, y aunque la imagen sea tan cursi hay que convenir en que a veces los tópicos más manidos se remozan si sabemos ser más sensibles a la exactitud de su alusión. Ésta es una santa tan sencilla, tan insignificante en su apariencia, que hace pensar en la flor silvestre en la que sólo reparan los ojos que saben ver.
   Mallorquina de Valldemosa (Mallorca), al quedar huérfana fue a vivir con un tío en la finca de Son Gallart, cerca del pueblo, haciendo de criadita y de pastora; un ermitaño, el padre Antonio Castañeda, la dirigía espiritualmente.
   Luego se trasladó a Palma para trabajar de sirvienta con el propósito de hacerse religiosa, pero al no tener dote ni instrucción, ninguna de las comunidades de la ciudad quiso aceptar a aquella payesita. Catalina rezaba.
   Por fin se allanaron todas las dificultades, inexplicablemente tres conventos estuvieron dispuestos a admitirla, y ella eligió - porque en resumidas cuentas pudo elegir a su gusto - el de Santa María Magdalena, de monjas agustinas, en el cual tomó el velo en 1553.
   También allí vivió sólo para servir - nunca pasó de enfermera y ayudante de tornera -, entre éxtasis, visiones y gracias espectaculares que hacían que acudiesen a ella muchos de la ciudad para pedir sus consejos y encomendarse a sus oraciones. Nada de eso cambió su actitud de obediencia y humildad, y a menudo se complacía en rasgos extravagantemente infantiles para que la tomaran por tonta.
   La santita de Valldemosa aparece en fiestas y procesiones populares en las que no faltan disfraces de demonios en recuerdo de los embates del Maligno contra aquella criatura de Dios.

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