31/III SANTA BALBINA, Virgen

31 de Marzo

SANTA BALBINAVirgen
Vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre
los justos; y los arrojarán en el horno del fuego. Allí
será el llanto y el crujir de dientes.

(Mateo, 13, 49-50).

   Dios, para castigar al tribuno Quirino por la prisión que había hecho sufrir al Papa Alejandro, permitió que su hija Balbina, que era de notable belleza, se viese cubierta de llagas y horriblemente desfigurada. Quirino acudió al santo pontífice, quien sanó a Balbina con sólo tocarla con sus cadenas. El tribuno, convertido por el milagro, murió mártir con el mismo Alejandro, pasado algún tiempo. Balbina consagró su belleza a Dios que se la devolviera, y mostró con su conducta que el cristianismo puede conciliar dos cosas aparentemente difíciles de unir, una rara hermosura y una gran pureza.

MEDITACIÓN
SOBRE LA MEZCLA
DE BUENOS y MALOS


I. En este mundo, los buenos están mezclados con los malos. Así lo ha permitido Dios para que los malos puedan aprovechar los ejemplos de los buenos, y para que los justos tengan ocasión de ejercitar su celo y su paciencia soportando a los pecadores y trabajando en su conversión. No imites a los malos, pero tampoco los desprecies: acaso lleguen a ser más grandes que tú en el paraíso; acaso tú cometas faltas más graves que ellos, puesto que no existe pecado que no puedas cometer, si Dios te abandona a tu propia flaqueza.
   
II. En esta vida el bien está mezclado con el mal, y el mal con el bien. No existe hombre tan desgraciado que de tanto en tanto no tenga consuelos, ya de parte de Dios, ya de los hombres; como tampoco hombre tan dichoso que no tenga alguna pena. Por lo tanto, no esperemos felicidad completa en este mundo. Nuestra única felicidad consiste en conformarnos con la voluntad de Dios. Es el secreto para vivir felices. Los santos lo han sido en medio de la pobreza, de las lágrimas y de las enfermedades, por que sabían que tal era el beneplácito de Dios. Son pobres y aman la pobreza, lloran y aman sus lágrimas, son débiles y se regocijan en su debilidad. (San Salviano).
   
III. En el día del juicio, los malos serán separa dos de entre los buenos, éstos serán colocados a la derecha y destinados para la gloria; aquellos, pos puestos a la izquierda y condenados al infierno. Se verán entonces los crímenes de los réprobos y las virtudes de los santos. Hipócrita, ¿qué dirás, qué harás tú? ¡Todo lo bueno estará en el cielo, todo lo malo en el infierno, y así quedará por toda la eternidad! Piensa en esto y sé precavido mientras tengas tiempo todavía. Pluguiese a Dios que fuesen sabios e inteligentes, así pensarían en sus postrimerías. (Deuteronomio).

El pensamiento del juicio
Orad por la conversión de los pecadores .

ORACIÓN
      Escuchadnos, Señor Salvador nuestro, a fin de que la fiesta de Santa Balbina, virgen, al mismo tiempo que regocije nuestra alma desarrolle en ella los sentimientos de una tierna devoción. Por. J. C. N. S. Amén.

30/III SAN JUAN CLÍMACO, Abad

30 de Marzo

SAN JUAN CLÍMACOAbad

El mundo pasa con su concupiscencia.
Mas el que hace la voluntad de Dios
permanece eternamente.

(1 Juan, 2,17).

San Juan Clímaco subió al cielo por la escala que nos presenta, pues todo lo que enseña en su hermoso libro titulado Escala Espiritual, él mismo lo practicó. Dejó el mundo y se hizo monje a la edad de 16 años. Su vida desde entonces fue una mortificación continua. Empleaba su tiempo en llorar sus pecados, en conversar con Dios, o bien en componer libros destinados a instruir y edificar al prójimo. Fue nombrado abad del Monte Sinaí, y murió a la edad de 80 años apenas transcurrida la primera mitad del siglo VII.

MEDITACIÓN
SOBRE LOS TRES GRADOS
DE LA SUBIDA HACIA DIOS

I. El primer grado de la perfección es el desprecio del mundo y de todo aquello que ama el mundo: honores, placeres y riquezas. Vanos son los honores del mundo; criminales sus placeres; peligrosas sus riquezas. ¡Qué difícil es llegar a este grado! ¡Cuánta virtud se necesita para pisotear lo que adoran los hombres! Pero, lo que es difícil no es imposible. sobre todo si consideran que el mundo pasa con su concupiscencia, y que es preferible abandonarlo a él antes que ser por él abandonados.
   
II. El segundo grado es la abnegación de uno mismo. Has de renunciar a tus placeres, a tus más, caras inclinaciones, a tu propia voluntad, has de triunfar de ti mismo en todo. Fácil es decirlo, pero difícil hacerlo. Es necesario, sin embargo, porque nada harías abandonando el mundo, si no renuncias a ti mismo. Es pues menester que, en adelante, sea mi propio enemigo, que me declare la guerra, que luche contra todas las inclinaciones de la naturaleza corrompida.

III. El tercer grado es la conformidad con la voluntad de Dios en todo y en cualquier parte. Si llegaste ya a este estado, di que has encontrado un paraíso en este mundo; serás feliz y habrás encontrado todas las virtudes. Dios mío, enseñadme a hacer vuestra santa voluntad. Si Vos no me enseñáis este secreto, haré yo mi propia voluntad y Vos me abandonaréis; no seréis mi Dios mientras sea yo mi señor. (San Agustín).

El deseo de la perfección
Orad por los que tienen vocación religiosa.

ORACIÓN
 Haced, Señor, os suplicamos, que la intercesión de San Juan Clímaco, abad, nos torne agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus ruegos lo que no podemos esperar de nuestrosmé ritos. Por J. C. N. S. Amén.

29/III SAN ARMOGASTO, Mártir

29 de Marzo

SAN ARMOGASTO, Mártir
Si no velares, vendré a ti como un ladrón,
 y no sabrás a qué hora vendré a ti.

(Apocalipsis, 3, 3)

   ¡Qué hermoso espectáculo ver a San Armogasto abandonar todas sus dignidades en la corte para permanecer fiel a Jesucristo! Viéndolo Genserico, rey de los vándalos, inquebrantable en su fe, le hizo anudar la cabeza y los pies con gruesas cuerdas; mas el santo miró al cielo y rompiéronse sus ataduras. Se lo suspendió de un pie; empero, nada quebrantó su resolución. Finalmente, condenado a guardar los rebaños del rey por el resto de su vida, obedeció con placer, pues sabía que la soledad es favorable a los coloquios entre el alma y Dios. Predijo su muerte próxima, indicó el lugar donde quería se lo enterrase, y fue al cielo a recibir la recompensa de sus trabajos, hacia el año 455.

MEDITACIÓN
SOBRE LA PREPARACIÓN
A LA MUERTE

I. Toda nuestra vida debe ser una preparación para la muerte, pues nuestra muerte, de todos nuestros negocios, es el más importante, ¿qué digo?, los demás nada son comparados con éste. ¿Cómo te preparas tú? ¿Vives como un hombre que en breve ha de morir? ¿Acaso miras la muerte como algo muy alejado de ti ? En adelante mi principal afán será pensar en este gran viaje a la eternidad, no sea que me sorprenda la muerte. La muerte, que sor prende a los que no están preparados, debe encontrarnos siempre prestos. (San Euquerio).

II. Morirás, no lo ignoras. Morirás sólo una vez, y de esta muerte única dependerá una eternidad de dicha o de desventura. No se trata aquí de una pérdida sin importancia, sino de la pérdida del mayor de todos los bienes y, no debes olvidarlo, de una pérdida irreparable.¡Oh muerte, cuán temible eres! ¿Se puede pensar en ti sin despreciar al mundo, y sin darse a Dios?
   
III. Una vida santa es la mejor de todas las preparaciones para la muerte. No te duermas con un pecado mortal en la conciencia. Por la mañana, al levantarte, piensa: Acaso no alcance a vivir hasta la noche; y por la noche, al acostarte: Acaso no me levante ya, y estas sábanas sean mi sudario. De vez en cuando pregúntate si estás preparado para morir . Nada hay que los hombres vean con más frecuencia que la muerte y nada que olviden con mayor facilidad. (San Euquerio).

El pensamiento de la muerte
Orad por las almas del purgatorio.

ORACIÓN
      Haced, os suplicamos, Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado Armogasto, vuestro mártir, cuyo dichoso nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro Santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.

28/III SAN JUAN CAPISTRANO, Confesor

28 de Marzo

SAN JUAN CAPISTRANOConfesor

"¡Creyentes valientes, todos a defender
nuestra Santa Religión!"

 Los cuarenta años de vida activa del fraile franciscano Juan de Capistrano transcurrieron casi exactamente en la primera mitad del siglo XV, puesto que ingresa en la Orden a los treinta años de su edad, en 1416, y muere a los setenta, en 1456. Si recordamos que en este medio siglo se dan en Europa sucesos tan importantes como el nacimiento de la casa de Austria, el concilio, luego declarado cismático, de Basilea y la batalla de Belgrado contra los turcos, y añadimos después que en todos estos acontecimientos Juan de Capistrano es, más que partícipe, protagonista, se estimará justo que le califiquemos como el santo de Europa.

   Juan de Capistrano, ya en su persona, parecía predestinado a su misión europea, pues, más que de una sola nación, era representativo de toda Europa.

   Es europeo el hombre: italiano de nación, porque la villa de Capistrano, donde nace, está situada en los Abruzzos, del Reino de Nápoles; francés, si no por familia, como algunos autores creen, a lo menos por adopción, pues su padre era gentilhombre del duque de Anjou, Luis I; por la estirpe procedía de Alemania, según las «Acta Sanctorum» de los Bolandos, que sigo fundamentalmente en este escrito; por ciudadanía, hablando lenguaje de hoy, podría decirse español, al menos durante un tiempo, como súbdito del rey de Nápoles, cuando lo era Alfonso V de Aragón; por sus estudios y vida seglar, ciudadano de Perusa, a la sazón ciudad pontificia; húngaro también, pues los magyares lo tienen por héroe nacional y le han alzado una estatua en Budapest, y por su muerte, en fin, balcánico, pues falleció en Illok, de la Eslovenia.

   En cuanto al santo, esto es, el hombre que se santificó en el apostolado, era, si cabe, aún más europeo, ya que se pasó la vida recorriendo Europa de punta a punta. A pie o en cabalgadura hizo y deshizo caminos; por el norte, desde Flandes hasta Polonia; por el sur, desde España, aunque su paso por nuestra patria fuera fugaz, hasta Servia.

   La fama de su santidad fue también universal. Corría de una a otra nación y en todas partes se le conocía con el nombre de «padre devoto» y «varón santo». Fue popular en toda Italia, en Austria, en Alemania, en Hungría, en Bohemia, en Borgoña y en Flandes, visitando no una, sino varias veces todas las grandes ciudades europeas.

   Fue también intensamente europea la época del Santo. El año culminante de su vida, aunque ya en avanzada senectud, es el mismo que abre la Edad Moderna de la historia de Europa: aquel 1453 en que los turcos toman Constantinopla, amenazando seriamente la existencia misma de la cristiandad.

   Divide esta trágica fecha en dos períodos, aunque muy desiguales, la vida de nuestro andariego fraile; pero llena ambos períodos un mismo afán: la salvación de esa cristiandad en peligro. Peligro, en la primera fase, para la unidad católica de Europa, por la descristianización del pueblo, las discordias intestinas de los príncipes y los brotes crecientes de herejía y de cisma; peligro, en la segunda, por la embestida de los ejércitos del Islam. Por eso dedica el Santo su primer apostolado a reconciliar entre sí y con la Sede Apostólica a los príncipes, a restaurar el espíritu cristiano del pueblo, debelar herejías, cortar el paso al cisma y reformar la Orden franciscana, y consagra sus últimos años a predicar, con la palabra y con el ejemplo, la cruzada contra el turco; con el ejemplo, también, porque el buen fraile en persona toma parte decisiva en la famosa batalla de Belgrado, de julio del 56, en que es derrotado el ejército de Mohamed II, que ya remontaba el Danubio con la ambición de dominar el occidente europeo.

   Dotó Dios a Juan de Capistrano de prendas singularmente adecuadas a su misión de universalidad. Para ganarse al pueblo, no importa en qué nación, poseía las cualidades que suele el pueblo cristiano pedir a sus santos. Ya fraile y anciano, según nos lo describen sus coetáneos, era de figura ascética: pequeño, magro, enjuto, consumido, apenas piel y huesos, y su gesto austero, pero a la vez dulce y caritativo. Vibraba su palabra en la predicación de las verdades eternas; pero hablaba, sobre todo, con el semblante luminoso y encendido; con los ojos centelleantes, magnéticos; con el ademán sobrio y a la vez cálido y acogedor. Esto explica que en sus correrías trasalpinas, predicando las más de las veces en latín, aun antes de que el intérprete hubiera traducido sus palabras, ya andaban sus oyentes pidiendo a gritos confesión y prometiendo cambiar de vida, y muchos rompían en llanto y hacían hogueras con los objetos de sus vanidades: dados, naipes, afeites y arreos de lujo, y otros le pedían ser admitidos a la vida religiosa: por un solo sermón, al decir de un cronista, 120 escolares, en Leipzig, y, por otro, 130, en Cracovia, tomaron hábitos.

   Llegado a una villa predicaba por las plazas, porque en los templos no había cabida para la muchedumbre que le seguía. Hablaba durante dos o tres horas sin que la gente desfalleciera y siempre fustigando la corrupción de costumbres e incitando a penitencia; terminada la predicación visitaba sin descanso a los enfermos, haciendo innúmeras curaciones prodigiosas.

   No sólo por su celo apostólico era hombre santo, sino también por su vida de oración y por su penitencia, que no en vano tuvo por maestro de espíritu y por su mejor amigo al gran San Bernardino de Siena. Dormía dos horas, comía apenas, y andaba con frecuencia enfermo, renqueaba siempre, padecía del estómago y estaba mal de la vista. Pero a todas sus flaquezas se sobreponía su espíritu gigante.

   A tan extraordinarias dotes para el apostolado popular unía Capistrano otras nada corrientes cualidades que le hacían apto para la diplomacia, arte que ejerció con acierto a lo largo de toda su vida. Era sabio y prudente en juicio y en palabra; había sido en su mocedad un buen jurisconsulto y probado dotes de gobierno cuando ejerció autoridad de juez en Perusa. Era, además, hombre muy docto en las ciencias sagradas y escritor fecundo: sus manuscritos, coleccionados en el siglo XVIII por el P. Antonio Sessa, de Palermo, suman diecisiete grandes volúmenes. Siempre fue muy dócil a la Sede Apostólica y entre sus muchos escritos canónicos sobresalen los que dedica a la defensa de las prerrogativas pontificias.

   Por gozar de tales prendas fue elevado en la Orden, por dos veces, al cargo de vicario general de la observancia, lo que le permitió emprender la reforma de muchos monasterios y extenderlos por toda Europa, y cuatro Papas –Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III– le confiaron misiones delicadas: la detracción de los Fraticelli, la lucha en Moravia contra la herejía hussita, las negociaciones para la incorporación de los griegos a la Iglesia Romana, la vigilancia de los judíos, la contención del cisma de Basilea, etc. etc.

   Su fama de virtud y de ciencia no libró al Santo de contradicción. Túvola Capistrano, y la que más puede afligir a un corazón magnánimo y sensible: la que proviene de parte de los afines. Algunos minoristas «conventuales», y el más sobresaliente de ellos, el sajón Matías Doering, descontentos de la reforma de los «observantes» que el Santo llevaba al interior de los conventos, se opusieron a sus innovaciones, acusando al vicario de inquieto y revoltoso, y otros, celosos acaso de su inmensa popularidad, le imputaban ambición de honra y vanagloria; injustísima acusación hecha a un hombre que por dos veces había declinado la mitra episcopal: la de Chieti, que le brindó el papa Martín V, ya en 1428, a quien contestó, por cierto, que no quería verse «encarcelado» en el episcopado, y la de Aquila, su diócesis natal, que le ofreció, más tarde, Eugenio IV.

   Tampoco le faltaron críticas por parte de personas más autorizadas, tales como el cardenal español Carvajal y aun el propio Piccolomini, en razón de las cuales, sin duda, hubo más tarde dificultades para su canonización, que no culminó hasta 1690, siendo Pontífice Alejandro VIII.

   Pero, huelga decirlo, el mayor número de sus detractores y los más violentos se encontraban en las filas de los enemigos del Pontificado, sea entre los políticos laicistas de la época, como aquel Jorge de Podebrad, que pertinazmente le cerró las puertas de la Bohemia, sea entre los herejes, como el arzobispo de Praga Rokytzana, cabeza de los hussitas, o bien entre los judíos, como aquellos de las comunidades italianas que llamaban al de Capistrano «el nuevo Amán» perseguidor del pueblo elegido.

   Las grandes empresas apostólicas de San Juan de Capistrano al servicio de la Europa cristiana podrían resumirse en estas seis: restauración de la vida cristiana del pueblo mediante la predicación; reforma de la Orden franciscana implantando la observancia; impugnación de la herejía hussita, que resultó ser el primer brote de la gran apostasía luterana; represión de los abusos del judaísmo, que se hallaba enquistado en los pueblos cristianos; contención del cisma incubado en el concilio de Basilea, que minaba la autoridad del Papado, y cruzada contra el turco, que amagaba contra la cristiandad.

   Dejando a un lado, como menos propias de una hagiografía, aquellas empresas del Santo que presentan un tinte político o diplomático, me detendré en las que ofrecen un carácter enteramente apostólico y misionero.

   Por aquel tiempo, la Orden de los frailes menores, más o menos recluida hasta entonces en el interior de sus conventos, se echó a peregrinar por pueblos y ciudades, predicando en calles y plazas las verdades eternas y excitando a la reforma de las costumbres. Esta empresa no fue obra de un hombre solo, fue obra de un equipo de hombres excepcionales, a cuya cabeza figuraba el gran San Bernardino de Siena y en el que formaron en seguida otros dos santos: Juan de Capistrano y Jacobo de la Marca; dos beatos: Alberto de Sarteano y Mateo de Girgento, y los egregios minoristas Miguel de Carcano y Roberto de Lecce, por no citar sino las figuras más descollantes. Fue la época clásica de los grandes predicadores peregrinos y el origen de las misiones populares.

   Cada uno de estos grandes misioneros, acompañado de un grupo de seis u ocho frailes de su Orden, tomó por un camino y corrió por su cuenta su aventura apostólica. Pero la mayor parte de ellos se mantuvieron en los límites de la península italiana, en la que consiguieron una verdadera renovación de la vida moral y religiosa de su pueblo. Mérito singular de Capistrano es haber acometido por sí solo, más allá de los Alpes, lo que sus hermanos de Orden hicieron en el interior de Italia, consiguiendo él resultados pariguales en los principados alemanes, en Polonia, en Moravia y hasta en la Saboya, en la Borgoña y en Flandes.

   Grandes fueron los frutos de este vasto e intenso movimiento religioso. El pueblo cambiaba de vida, corrigiendo innúmeros abusos: el juego, el lujo, la embriaguez, la usura, el concubinato, la profanación de las fiestas, y los príncipes, los consejeros de las ciudades y los jueces se veían compelidos a usar de su autoridad con equidad y clemencia.

   Cierto que no todos estos frutos fueron durables, acaso por no guardar proporción con estas misiones populares extraordinarias la cura pastoral ordinaria llamada a mantener el fervor despertado por aquéllas; pero también puede tenerse por cierto lo que el mismo Capistrano habría de escribir después, refiriéndose a la predicación de sus hermanos de Orden en Italia: «Si no hubiera sobrevivido la predicación, la fe católica habría venido a menos y pocos la hubieran conservado».

   Importante aportación del capistranense a la renovación religiosa y moral de su tiempo, en sus cuarenta años de actividad apostólica, fue su labor como cabeza del movimiento por la observancia en lucha contra el conventualismo, empresa que repercutió no sólo en favor de su Orden, sino también en la reforma misma de toda la Iglesia. San Juan sembró la Europa central de nuevos conventos franciscanos y, mediante la reforma de los antiguos, devolvió su primitivo celo a la Orden a la sazón más popular e importante de la Iglesia católica. Y no fue pequeño servicio a la cohesión europea haber tejido por toda la haz de la Europa de entonces esta apretada red de conventos que unían en santa familia a los frailes observantes de todas las naciones.

   Pasemos ya a relatar la participación personal del Santo en la cruzada contra el turco, recordando primero lo más esencial de este histórico suceso.

   Corría el año 1453, último del pontificado de Nicolás V, cuando Mohamed II conquista Constantinopla, somete la Tracia al señorío turco, afianza en el Asia Menor el imperio del Islam sobre las ruinas de la Iglesia oriental y amenaza a la suerte de la cristiandad en Occidente.

   Grave momento para el mundo católico y aun para la propia Iglesia. Porque si bien desde un siglo antes pisaban los turcos tierra europea y tenían sojuzgada una parte de la península balcánica, mientras quedó a sus espaldas la fortaleza de Constantinopla, Europa no se sintió verdaderamente amenazada de dominación y por eso desoyó el llamamiento a cruzada del papa Eugenio IV, ya en 1444. Pero ahora, cuando cayó la capital del viejo Imperio bizantino, toda la cristiandad comprendió que había perdido mucho más que una plaza fortificada.

   Consciente del peligro, el Papa Nicolás V, cuatro meses después de aquel nefasto día, publica una bula contra los turcos, que enciende en Occidente el antiguo entusiasmo de las cruzadas. En ella amonesta el Pontífice a hacer la paz entre sí, bajo pena de excomunión, a las potencias cristianas y singularmente a los Estados italianos, que, al decir de un cronista, «se despedazaban como canes»: Milán contra Venecia, Génova contra Nápoles... La paz en Italia se consiguió en parte, pero no la alianza para la cruzada.

   San Juan toma la decisión de marchar a la amenazada Hungría ante el temor de que su gobierno pactara un acuerdo con los turcos, como lo hicieron, poco después, con escándalo de todos, los venecianos. Por el camino predicó la cruzada en Nuremberg, ciudad libre del Imperio y bien armada; en Viena, donde levantó unos cientos de universitarios que tomaron la cruz, y en Neusdtadt, corte del emperador.

   Sobreviene entonces la muerte del papa Nicolás y en la elección del nuevo Pontífice la Providencia, valiéndose de un juego de factores dentro del conclave, al parecer ajenos a esta inquietud, suscita la elección del pontífice español Calixto III, que luego probó ser la figura indicada para hacer frente a una situación de tan tremendo riesgo.

   Capistrano, que desde la Estiria había escrito al Papa incitándole a que confirmase la bula de cruzada, marcha a Györ a fin de asistir a la dieta imperial de Hungría, expresamente convocada para tratar de la guerra contra el turco. Aquí las cosas de la cruzada iban mejor, porque el país se sentía directamente amenazado por el sultán y ponían espanto las noticias que llegaban de Servia sobre los atropellos de la soldadesca turca. Juan de Hunyades, el caudillo húngaro, traza un plan que el de Capistrano comunica al Papa, pidiéndole su apoyo. San Juan se aplica durante los meses siguientes a deshacer enemistades entre los caudillos y se reúne en Budapest con Hunyades y con el cardenal español Juan de Carvajal, nombrado legado del Papa para la cruzada en Alemania y en Hungría, de cuyas manos recibe el Santo el breve pontificio que le concede toda clase de facultades para predicar la bula. Los tres Juanes: el legado, el caudillo y el fraile llevarán de ahora en adelante la preparación de la cruzada.

   Estando reunida la dieta húngara en Budapest, corría el mes de febrero, se recibe la terrible noticia de que Mohamed II se acercaba ya con un poderoso ejército hacia las fronteras del sur de Hungría. Hunyades acude a Belgrado. A partir de este momento cifra el de Capistrano todas sus ilusiones en marchar con el ejército cristiano al encuentro de los infieles, sacrificando en la lucha, si es preciso, su propia vida. Parte para el sur y recorre en predicación todas las regiones meridionales de Hungría, llamando al pueblo a cruzada, hasta que recibe el mensaje apremiante de Juan de Hunyades de que suspenda inmediatamente la predicación y reuniendo los cruzados que pueda los conduzca aprisa a Belgrado.

   Es fascinante el relato que hace de la batalla de Neudorfehervar uno de los frailes compañeros del Santo, fray Juan de Tagliacozzo, testigo presencial del suceso. Él describe con expresivos pormenores la llegada del ejército turco, su bien abastecido y pertrechado campamento de tierra, con más de doscientos cañones, y camellos y búfalos, la fuerte flota turca sobre las aguas del Danubio, el asedio de la amurallada ciudad, la tremenda desproporción de las fuerzas en presencia –sólo los genízaros eran cincuenta mil–, que hace vacilar al propio Juan de Hunyades, el gran luchador de años contra el turco, hasta el punto de pensar en una retirada, y las provocaciones del sultán, que anunciaba a gritos que había de celebrar en Budapest el próximo Ramadán. Describe, asimismo, la batalla naval sobre el Danubio, que, contra toda previsión, ganan los cruzados, el asalto de la ciudadela por los genízaros, que obliga a los caudillos militares a iniciar la evacuación de la ciudad, y, por último, la increíble y casi milagrosa victoria obtenida por los defensores, con la retirada final del ejército turco en derrota.

   La intervención del Santo en la batalla fue decisiva y sin ella la ciudad de Belgrado hubiera caído sin remedio en manos de los turcos. Él aportó la legión popular de cruzados, que sostuvieron lo más duro de la lucha, y enardeció con su palabra y con su ejemplo no sólo a ese ejército popular, sino también a los naturales, poniendo en tensión su resistencia.

   Juan de Capistrano salvó a Belgrado por tres veces: la primera, cuando indujo a Hunyades a lanzar su escuadra contra la flota turca; la segunda, durante el asedio de la ciudad, cuando se negó a la propuesta de evacuarla, y la tercera, en la hora del asalto turco, cuando, al dar por perdida la plaza, los caudillos militares Hunyades y Szilágyi intentaron abandonarla, juzgando la situación insostenible y él se aferró a la resistencia.

   Dominado el Santo por una confianza sobrenatural en la victoria, condujo a la batalla a los cruzados con ardor y coraje sobrehumanos. Cuenta el cronista allí presente cómo, durante la acción naval, ganó el fraile capitán una altura visible a todos los combatientes y desplegando la bandera cruzada y agitando la cruz, vuelto el semblante al cielo, gritaba sin descanso el nombre de Jesús, que era el lema de sus cruzados. Y cómo, durante los días del asedio, vivía en el campamento con los suyos, sosteniendo su espíritu religioso como única moral de guerra. Y cómo, en fin, en el asalto de la ciudadela, corría de una a otra parte de la muralla, cuando la infantería turca escalaba ya el foso, gritando él a lo más granado de los defensores: «Valientes húngaros, ayudad a la cristiandad».

   Jamás esgrimió armas el de Capistrano; las suyas eran espirituales. El campamento de los cruzados, más que un cuartel militar, parecía una concentración religiosa. Él mismo daba ejemplo. En diecisiete días durmió siete horas, no se mudó de ropa y comía sólo sopas de pan con vino. Él y sus frailes celebraban a diario la misa y predicaban, y los combatientes en gran número recibían los sacramentos. «Tenemos por capitán un santo y no podemos hacer cosa mal hecha», decían entre sí sus gentes. «Si pensamos en el botín y en la rapiña seremos vencidos.» Y todos le obedecían «como novicios». El fraile tenía sobre sus cruzados, al decir de los testigos, mayor poder que hubiera tenido sobre ellos el propio rey de Hungría.

   En la lucha secular de la Europa cristiana contra el islamismo, la victoria cruzada de Belgrado es un hecho importante, pero no debe exagerarse su trascendencia. Como tampoco la del heroico episodio de la intervención del Santo en ese hecho de armas, aunque el triunfo fuera mérito suyo incontestable. Pero en éste como en los anteriores sucesos de su vida, importa más que los hechos mismos y más que su trascendencia en el campo militar, en el político y aun en el religioso, el valor ejemplar de su propia conducta; su santidad y su heroísmo puestos al servicio de tan noble causa: la unidad cristiana de Europa. En este terreno presentamos a nuestro héroe a la admiración de nuestros contemporáneos y le proponemos como ejemplo.

   La cristiandad había seguido angustiada la lucha y de entonces viene la tradición del rezo del Ángelus al toque de campana del mediodía; la «campana del turco», que mandó el Papa tañer en todas las iglesias de Europa para que el pueblo cristiano sostuviera con su oración a los cruzados.

   Cuando, una semana después de la victoria, el cardenal legado, el español Carvajal, entró con un ejército verdadero en la ciudad liberada, era la gran ilusión del capistranense proseguir la guerra y anunciaba en público que para la fiesta de la Navidad celebraría misa en la iglesia del Santo Sepulcro. No eran estos, sin embargo, los planes de la cristiandad, ni hubiera podido tampoco emprenderlos nuestro Santo, pues la peste, terrible compañera de la guerra, pocos días después de la victoria, tomó posesión de su cuerpo y lo entregó en brazos de la muerte, aunque ese pobre cuerpo parecía entonces, al decir de un coetáneo, la muerte misma: un esqueleto sin carne y sin sangre, unos pocos huesos cubiertos de piel. Sólo el rostro, sereno y sonriente, expresaba la interior satisfacción de una misión histórica cumplida.

   Con la vida de nuestro héroe debe terminar también este relato. Séame permitido, sin embargo, insistir en una conclusión piadosa: a Juan de Capistrano puede, en justicia, llamársele el Santo de Europa. (...) Sea, pues, Juan de Capistrano nuestro intercesor cuando pidamos a Dios por la unidad europea.

ALBERTO MARTÍN ARTAJO



*Año Cristiano, Tomo I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1966.

28/III SAN GUNTRANO, Rey y Confesor

28 de Marzo

SAN GUNTRANORey y Confesor

Cada uno de nosotros procure dar gusto a su prójimo
en lo que es bueno y pueda edificarle.
(Romanos, 15, 2).

   San Guntrano, rey de Borgoña, era nieto de Santa Clotilde, reina de Francia. Cumplió con todos los deberes de un rey. Amaba tiernamente a sus súbditos, y perdonaba generosamente a sus enemigos. Pocos monarcas hubo tan populares como él. Durante una peste, se ofreció como víctima al Señor para que se librara el pueblo. Después de haber fundado o dotado a muchas iglesias y monasterios, murió el 28 de marzo del año 593, a los 68 años de edad.

MEDITACIÓN
SOBRE LAS BUENAS OBRAS

I. Haz tantas obras buenas cuantas puedas mientras vivas; lo demás carece de valor después de la muerte. No dejes pasar ni un solo día sin que lo señales con alguna acción buena. La vida presente es breve, la futura es eterna. Hay que expiar los pecados cometidos: redímelos haciendo limosna a los pobres. ¿Por qué respetas la efigie del príncipe esculpida en el mármol o acuñada en el oro, y desprecias la imagen de Dios en la persona del pobre? (San Agustín)

II. Que sean buenas tus acciones delante de Dios y no sólo delante de los hombres; para ello realízalas para agradar a Dios, y tal como quiere Él que las hagas. Cuídate de que no estén viciadas por la vanidad y el amor propio; si así no lo hicieres, no tendrás otra recompensa que la que el mundo te dé. ¡Qué!, mi corazón es tan pequeño, mi vida tan corta. ¿y querré yo partirlos entre Dios y el mundo?

III. También tienes la obligación de hacer el bien delante de los hombres, les debes el buen ejemplo. Sin vacilar declárate a favor de Dios, y nadie se atreverá, en tu presencia, a realizar un acto que le ofenda. No te avergüences cuando llegue la ocasión de salir en defensa del Evangelio, y el momento de comportarte como verdadero cristiano; acaso rían a costa tuya: regocíjate entonces. ¿El mundo no aprueba tus actos? Señal es que tienes el espíritu de Jesucristo. El cristiano es amado por Dios cuando es maltratado por el mundo. (San Ignacio).

La limosna
Orad por los que os gobiernan.

ORACIÓN

   Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la fiesta del bienaventurado Guntrano, vuestro confesor, haced, por vuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido en el cielo, imitemos la que vivió en la tierra. Por J. C. N. S. Amén.


27/III SAN JUAN, Ermitaño

27 de Marzo

SAN JUAN, Ermitaño

Si alguien habla, que sea como si hablase Dios.
(1 Pedro, 4, 11).

   San Juan guardó silencio casi continuo durante los 50 años que pasó sobre la roca que había elegido para su retiro. Sanaba a los enfermos dándoles aceite bendito, a fin de que se atribuye se el milagro a Dios por medio de este aceite más bien que a Dios por medio de sus oraciones. Decía que cuanto más se alejaba de los hombres, más gustaba del placer de estar con Dios. Predijo al emperador Teodosio las victorias que habría de obtener. ¿Es para asombrarse que conociese lo por venir? Dios manifiesta sus secretos a aquellos que larga y familiarmente conversan con Él.

MEDITACIÓN
SOBRE LAS PALABRAS

I. Un cristiano jamás debe pronunciar una mala palabra; debe evitar con el mayor esmero las palabras deshonestas, las conversaciones demasiado libres, las blasfemias y las detracciones. Nada más fácil que pecar con palabras; difícil es, a menudo imposible, curar las heridas que se infieren con la lengua y reparar el perjuicio que se causa al prójimo con ella, ¿Te gustaría que se hablase de ti como hablas tú de los demás?

II. Evita aun las chanzas y las palabras inútiles. Si te habitúas a las burlas, muy pronto se deslizarán en tus conversaciones las palabras de doble sentido y las contrarias a la caridad; y, no pocas veces, preferirás herir la caridad o la modestia antes que callar una agudeza. Rendirás cuenta, en el día del juicio, hasta de la menor palabra inútil que hayas dicho. Concededme, Señor, la gracia de gobernar mi lengua; guardad mis labios, (Salmo).

III. Para evitar todos estos defectos no has de hablar a menudo ni mucho, Si hablas mucho llegarás a ofender a Dios o al prójimo. Sabio te manifestarás si te callas; hombre de poco juicio si hablas mucho, Muy frecuentemente te arrepentirás de haber hablado, nunca de haber guardado silencio. Habla cuando tengas que decir algo bueno preferible al silencio; mas, cuando sea mejor callar que hablar, cállate (San Gregorio).

El silencio
Orad por los religiosos.

ORACIÓN

   Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis nuevo motivo de gozo con la fiesta del bienaventurado Juan, vuestro confesor, haced, por vuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido e1 el cielo, imitemos la que vivió en la tierra. Por J. C N. S. Amén.

MISA DEL PRIMER DOMINGO DE PASIÓN

PRIMER DOMINGO DE PASIÓN

Estación en San Pedro
(Doble de 1ª clase - Ornamentos morados )

IntroitoPs. 42, 1-2 
 INTROITUS Ps. 142 -  Judica me, Deus, et discernere causam meam de gente non sancta: ab homine iniquo et doloso eripe me: quia tu es Deus meus et fortitudo mea. - Ps. Ibid. 3 Emitte lucem tuam et veritatem tuam: ipsa me deduxerunt et adduxerunt in montem sanctum tuum et in tabernacula tua.Introito - Júzgame, Dios mío, y separa mi causa de la de una nación impía: del hombre inicuo y falaz líbrame; porque tú eres mi Dios y mi fortaleza. Envía tu luz y tu verdad: ellas me guiaron y condujeron a tu santo monte y a tus tabernáculos. Júzgame
Oración-Colecta
  ORATIO - Quaesumus, omnipotens Deus, familiam tuam propitius respice: ut, te largiente, regatur in corpore; et, te servante, custodiatur in mente. Per Dominum
   R. Amen  
    Rogámoste, oh Dios . Todopoderoso, mires propicio a tu familia, para que con tu gracia sea dirigida en el cuerpo, y con tu protección sea guardada en el alma. Por Nuestro Señor, etc.   R. Amen.
Epístola
EPISTOLA   Lectio Epistolae beati Pauli apostoli ad Hebraeos (IX, 11-15  - Fratres: Christus assistens pontifex futurorum, per amplius et perfectius tabernaculum non manufactum, id est non hujus creationis, neque per sanguinem hircorum aut vitulorum sed per proprium sanguinem, introivit semel in Sancta, aeterna redemptione inventa. Si enim sanguis hircorum et taurorum, et cinis vitulae aspersus, inquinatos santificat ad emundationem carnis; cuanto magis sanguis Christi, qui per Spiritum Sanctum semetipsum obtulit immaculatum Deo, emundabit conscientiam nostram ab operibus mortuis ad serviendum Deo viventi? Et ideo novi testamenti mediator est: ut morte intercedente, in redentionem earum praevaricationum quae erant sub priori testamento, repromissionem accipiant qui vocati sunt aeternae hereditatis, in Christo Jesu Domino nostro.   Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Hebreos: (Hebr. 9, 11-15) -  Hermanos: Habiendo  venido Cristo como Pontífice de los bienes futuros, atravesó por un tabernáculo más excelente y más perfecto, no hecho a mano, esto es, no de fábrica semejante a la nuestra, ni con sangre de machos cabríos, ni de becerro sino que con la sangre propia entró una sola vez para siempre en el santuario, consiguiendo una redención eterna. Porque si la sangre de los machos cabríos, de lo toros, y la ceniza esparcida de la ternera santifica a los inmundos en orden a purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo el cual a impulsos del Espíritu Santo se ofreció a sí mismo inmaculado a Dios limpiará nuestra conciencia de las obras muertas de los pecados para servir al Dios vivo? Y por esto Jesús es Mediador de un Nuevo Testamento para que interviniendo su muerte para expiación aun de aquellas prevaricaciones cometidas en tiempo del primer Testamento, reciban la herencia eterna los que han sido llamados en Jesucristo) Señor nuestro. 
Salmodia
    GRADUALE Ps. 142, 9 et 10 Eripeme, domine, de inimicis meis: doce me facere voluntatem tuam. V Ps. 17, 48-49. Liberator meus, Domine, de gentibus iracundis: ab insurgentibus in me exaltabis me: a viro inicuo eripies me.   Tractus V. (Ps. 128, 1-4Saepe expugnaverunt me a juventute mea. V. Dicat nunc Israël: saepe expugnaverunt me a juventutem mea. V. Etenim non potuerunt mihi: supra dorsum meum fabricaverunt peccatores. V. Prolongaverunt iniquitates suas: Dominus justus concidit cervices peccatorum.   Gradual - Sal. 142 - Líbrame, de mis enemigos: enséñame a hacer tu voluntad. Señor, Tú que me libras de las gentes malvadas; Tú me ensalzarás sobre los que se levantan contra mí; del hombre malvado me librarás.Tracto -  Muchas veces me combatieron desde mi juventud. Dígalo ahora Israel: muchas veces me combatieron desde mí juventud. Pero no prevalecieron sobre mí. Sobre mis espaldas fabricaron los pecadores. Me hicieron sentir largo tiempo su crueldad; pero el Señor cortó la cerviz de los pecadores.
Evangelio
USequéntia sancti Evangélii secúndum Joanem. Jn 8, 46-59. In illo témpore: Dicebat Jesus turbis Judaeorum: Quis ex vobis arguet me de peccato? Si veritatem dico vobis, quare non creditis mihi? Qui ex Deos est, verba Dei audit. Propterea vos non auditis, quia ex Deo non estis. Responderunt ergo Judaei, et dixerunt ei: None bene dicimus nos, quia Samaritanus es tu, et daemonium habes? Respondit Jesus: Ego daemonium non habeo: sed honorifico Patrem meum, et vos inhhonorastis me. Ego autem non quaero gloriam meam: est qui quaerat, et judicet. Amen, amen dico vobis: si quis sermonem meum servaverit, mortem non videbit in aeternum. Dixerunt ergo Judaei: Nunc cognovimus quia daemonium habes. Abrham mortuus est, et prophetae; et tu dicis: Si quis sermonem meum servaverit, non gustabit mortem in aeternum. Numquid tu major es patre nostro Abraham, qui mortuus est? et prophetae mortui sunt. Quem teipsum facis? Respondit Jesus: si ego glorifico meipsum, gloria mea nihil est: est Pater meus, qui glorificat me, quem vos dicitis quia Deus vesterest, et non cognovistis eum: ego autem novi eum: et si dixero, quia non scio eum, ero similis vobis, mendax. Sed scio eum, et sermonem ejus servo. Abraham pater vester exsultavit, ut videret diem meum: vidiit. et gavius est. Dixerunt ergo Judaei ad eum: Quinquaginta annos nondum habes, et Abraham vidisti? Dixit eis Jesus: amen, amen dico vobis, antequam Abraham fieret, ego sum. Tulerunt ergo lapides, ut jacerent in eum; Jesus autem abscondit se, et exivit de templo. Credo.  Continuación del Santo Evangelio según San Juan ( Juan 8, 46-59) - En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas de los judíos: "¿Quién de vosotros me con- vencerá. de pecado? ¿Si os digo la verdad, por qué no me creéis? El que es de Dios, oye las palabras de Dios. Por eso, vosotros no las oís, porque no sois de Dios". Los judíos respondieron: "¿No decimos bien que eres un samaritano, y que estás endemoniado?" Jesús respondió: "Yo no estoy poseído del demonio, sino que honro a mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado a mí. Pero yo no busco mi gloria: hay quien la promueva y la vindique. En verdad, en verdad, os digo que quien observare mi doctrina, no morirá. jamás." Los judíos le dijeron: "Ahora conocemos que estás poseído de algún demonio. Abrahán murió, y los profetas, y tú dices: 'Quien observare mi doctrina no morirá. eternamente'. Por ventura, ¿eres mayor que nuestro padre Abrahán, el cual murió, que los profetas, que también murieron? Tú, ¿por quién te tienes?" Jesús les respondió: "Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada vale; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios, y no le conocéis; mientras que yo le conozco. y si dijese que no le conozco, sería tan mentiroso como vosotros. Mas, le conozco, y observo sus palabras. Abrahán, vuestro Padre, deseó con ansia ver mi día. Lo vió, y gozó mucho". Y los judíos le dijeron: "¿Aun no tienes cincuenta años, y has visto a Abrahán?" Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo, que antes que Abrahán fuera criado, existo yo." Tomaron entonces piedras para lanzárselas, mas, Jesús, se escondió, y salió del templo. - Credo.   
    OFFERTORIUM Ps. 92 Confitebor tibi, Domine, in toto corde meo: retribue servo tuo; vivam, et custodiam sermones tuos: vivifica me secundum verbum tuum, Domine   Ofertorio -  Te alabaré, Señor, con todo mi corazón: da el premio a tu siervo; viviré y guardaré tus palabras: dame vida según tu promesa.
Oración-Secreta
    Haec  munera, quaesumus, Domine, et vincula nostrae provitatis absolvant, et tuae nobis misericordiae dona concilient. Per Dominum nostrum.  Rogámoste, Señor,  que estos dones, no sólo rompan los vínculos de nuestra maldad, sino que nos atraigan los dones de tu misericordia. Por Nuestro Señor, etc.  
Prefacio de Pasión y de la Santa Cruz
    Vere dignum et justum est, aequum et salutare nos tibi semper, et ubique gratias agere: Domine sancte, Pater omnipotens, aeterne Deus. Qui salutem humani generis in ligno Crucis constituisti: ut unde mors oriebatur, inde vita resurgeret: et qui in kigno vincebat, in ligno quoque vinceretur: per Christum Dominum nostrum. Per quem majestatem tuam laudant Angeli, adorant Dominationes, tremunt Potestates. Caeli caelorumque Virtutes ac beata Seraphim, socia exultatione concelebrant. Cum quibus et nostras voces, ut admitti jubeas deprecamur, supplici confessione dicentes:  Sanctus, Sanctus, Sanctus, etc.   Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, el darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor Santísimo, Padre Todopoderoso, Dios Eterno: Que pusiste la salvación del género humano en el árbol de la cruz, para que de donde salió la muerte, de allí renaciese la vida, y el que en un árbol venció, en un árbol fuese vencido; por Cristo, Nuestro Señor. Por quien los Ángeles alaban a tu Majestad, las Dominaciones la adoran, la temen las Potestades. Los cielos, y las Virtudes de los cielos, y los Serafines, con recíproca alegría la celebran. Rogámoste, que con sus alabanzas, recibas las nuestras, diciendo con humilde confesión: Santo, Santo, Santo etc.
   COMMUNIO  Hoc corpus, quod pro vobis tradetur: hic calix novi testamenti est in meo sanguine, dicit Dominus: hoc facite, quotiescumque sumitis, in meam commemorationem.
   Comunión. - Este es el Cuerpo que será entregado por vosotros; este Cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre, dice el Señor: "Haced esto cuantas veces lo toméis, en memoria mía".
Oración-Postcomunión
     POSTCOMMUNIO - Adesto nobis, Domine Deus noster: et quos tuis mysteriis recreasti, perpetuis defende subsidiis. Per Dominum nostrum Jesum Christum   Atiéndenos, Señor Dios nuestro, y defiende con perpetuos auxilios a los que has restaurado con tus Misterios. Por Nuestro Señor. etc

26/III SAN LUDGUERIO, Obispo y Confesor

26 de Marzo

SAN LUDGUERIO, Obispo y Confesor

Perseverad en la oración, velando en ella
con acciones de gracias.
(Colosenses, 4,2).

   San Ludgerio puso de manifiesto, desde su infancia, una fervorosa asiduidad en la oración y en la lectura de las Sagradas Escrituras. Un día su nodriza le preguntó el nombre de su soberano: Es Dios -le respondió- mi Soberano. Encargado de predicar la fe a los sajones, convirtió a un gran número de infieles, fundó monasterios y edificó muchas iglesias. Enterado Carlomagno de su virtud lo propuso para ocupar la sede de Munster. Envióle, pues, tres emisarios para llamarle a su lado; no fue el santo al palacio sino después de haber concluido de recitar su oficio, que había comenzado, diciendo que hablaba a un Príncipe más grande que el emperador.

MEDITACIÓN 
ACERCA DE LA ORACIÓN
   
I. En este mundo siempre se ha de orar, porque siempre tenemos necesidad del socorro divino para ser consolados en nuestras aflicciones y para ser asistidos en nuestras necesidades temporales y espirituales frente a nuestros enemigos visibles e invisibles. Dices tú que no puedes rezar continuamente: reza lo más a menudo que puedas, al comenzar tus, principales acciones y, sobre todo, en las tentaciones que contra ti suscite el enemigo de la salvación.
   
II. Reza con respeto y modestia que edifiquen al prójimo. Dios reclama de ti, mientras rezas, la atención del espíritu y la modestia del cuerpo. Ese recogimiento y esa modestia mucho te ayudarán para la modestia interior. ¿Te atreverías a hablar aun personaje importante en la forma con que a menudo lo haces con Dios? ¡Con qué precipitación recitas tus oraciones vocales! Piensa, al comenzarlas, en la majestad de Dios ante quien tiemblan los querubines, y le hablarás con más respeto, humildad y modestia. La oración misma puede convertirse en pecado. (San Agustín).
   
III. La atención debe acompañar siempre a tus oraciones. Dios es espíritu, y quiere que lo adores en espíritu. Tu boca habla a Dios y tu corazón está lejos de Él, está ocupado en las riquezas, absorto en el amor de las creaturas. Es el corazón lo que Dios te pide, y no la punta de tus labios. ¿Cómo quieres que te escuche, si tú no te escuchas a ti mismo? (San Cipriano).

El amor a la oración
Pedid a Dios que os acreciente
el espíritu de devoción.


ORACIÓN

   Haced, oh Dios omnipotente, que la solemnidad del bienaventurado Ludgerio, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.

25/III SAN DIMAS, El buen ladrón

25 de Marzo

SAN DIMAS, El buen ladrón
(29)

    En la suposición de que Nuestro Señor fue crucificado el 25 de marzo, el Martirologio Romano, en este día, contiene la siguiente relación: "En Jerusalén, la conmemoración del santo ladrón que confesó a Cristo en la cruz y mereció oír de El las palabras: "Este día estarás conmigo en el paraíso". No sabemos más de su historia que lo contenido en los pocos versículos dedicados
a él por el evangelista San Lucas; pero, como en el caso de la mayoría de los otros personajes nombrados en los Evangelios, tales como Pilato, José de Ari matea, Lázaro, Marta, pronto se compuso un relato que situó al "buen ladrón" en lugar eminente en la literatura apócrifa de los siglos primitivos. En el "Evangelio de la Infancia" de los árabes, se nos relata cómo, en la ruta de la huida a Egipto, la Sagrada Familia fue asaltada por ladrones. De los dos jefes llamados Tito y Dumaco, el primero, movido a compasión, pidió a su compa ñero que dejara pasar a aquellas gentes sin molestia y, al rehusarse Dumaco, Tito lo sobornó con cuarenta dracmas para que los dejara en paz. Entonces, la Santísima Virgen le dijo a su benefactor: "El Señor Dios te sostendrá con su diestra y te concederá la remisión de tus pecados". Y el Niño Jesús también intervino y dijo: "Dentro de treinta años, madre, los judíos me cruci ficarán en Jerusalén y estos dos ladrones serán crucificados conmigo, Tito a mi derecha y Dumaco a mi izquierda y, a partir de ese día, Tito me precederá en el paraíso". Este relato, junto con otros, encontró popular aceptación en tre la cristiandad occidental. Aunque los nombres más comúnmente dados a los ladrones fueron los de Dimas y Gestas, también encontramos los de Zoatan y Camata y aún otros diversos. Ese sentimiento genuino de devoción fue algunas veces evocado, ya que el instante del perdón del buen ladrón en la cruz parece figurar en la visión de San Porfirio (c. 400), a la que se hizo referencia en su día (26 de febrero). Encontramos a los dos ladrones representados en cua dros de la crucifixión, desde tiempos muy remotos, como por ejemplo, en el manuscrito de Ciríaco, ilustrado por Rábulas, en 586, conservado en la Biblio teca Lorenciana en Florencia. Las palabras del buen ladrón: "Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino", se han adaptado a un uso muy solemne en la misa bizantina, al"gran principio" de ella y  la comunión de los ministros y el pueblo.



*Vidas de los Santos, de Butler. Vol. I, ed. 1964

25/III LA ANUNCIACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA Y ENCARNACIÓN DEL VERBO

25 de Marzo

LA ANUNCIACIÓN
DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA Y
 ENCARNACIÓN DEL VERBO


Y habiendo entrado el Ángel a donde estaba María, le dijo:
Dios te salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres.
(Lucas, 1, 28)

   
Considera al Arcángel Gabriel entrando a donde estaba María, para anunciarle que la Santísima Trinidad la ha elegido para ser Madre de Dios. Su humildad y su pudor alármanse ante esta noticia; pero es tranquilizada asegurándosele que será madre sin dejar de ser virgen. "Hágase en mí según tu palabra", exclama; y, al instante, con la sangre purísima de la Virgen Inmaculada, el Espíritu Santo forma el cuerpo adorable de Jesús.

MEDITACIÓN
SOBRE LA ANUNCIACIÓN
  
I. Hoy, María es hecha Madre de Dios; su humildad y su pureza le han valido este inefable honor . ¡Qué alegría me da, oh divina María, veros elevada a tan alto rango de gloria! Mas, puesto que sois Madre de Jesucristo, también lo sois de los cristianos. ¡Ah, cuán consolador es este pensamiento! Sois todopoderosa para socorrerme, porque sois la Madre de Dios; poseéis un corazón henchido de amor por mí, porque sois mi Madre. También yo, si quiero, mediante la fe y la caridad puedo poseer a Jesús en mi corazón. Si sólo María ha engendrado a Cristo según la carne, todos los cristianos pueden engendrarle en sus corazones por la fe (San Ambrosio).
  
II. Desde hoy, Jesús es nuestro hermano; el amor que nos tiene lo hace semejante a nosotros, a fin de hacernos semejantes a Él. Viene a la tierra para que vayamos al cielo. ¡Os adoro, Verbo encarnado en el seno virginal de María! ¡Quien me diera el poder de haceros una merced tan preciosa como Vos me hicisteis! Oh Hermano amabilísimo, os ofrezco todas mis acciones, todo mi ser.
  
III. María es nuestra Madre, Jesús nuestro Hermano: ¿somos dignos hijos de María, dignos hermanos de Jesucristo? María es totalmente pura, humilde y obediente: ¿posees tu esas virtudes? Jesús en todo busca la gloria de su Padre y la salvación de las almas: ¿estás animado tú del mismo celo? ¿No tendría motivo Jesús para quejarse, y decir a su Madre: Los hijos de mi Madre han combatido contra mí? (Cantar de los Cantares).

La devoción a la Santísima Virgen 
Orad por las asociaciones marianas.

ORACIÓN
Oh Dios, que habéis querido que vuestro Verbo se encarnase en el seno de la bienaventurada Virgen María en el momento en el que al anunciarle el Ángel este misterio, Ella pronunció su fiat, conceded que nuestras plegarias, mientras honramos a la que firmemente creemos que verdaderamente es Madre de Dios, obtengan el auxilio de su intercesión junto a Vos. Por J. C. N. S. Amén.

24/III SAN SIMÓN DE TRENTO, Inocente y Mártir

24 de Marzo

SAN SIMÓN DE TRENTO, Inocente y Mártir

   De acuerdo con el Martirologio Romano, que en este día conmemora "la pasión de San Simeón, niño, cruelísimamente sacrificado por los judíos en Trento y después glorificado por sus muchos milagros". En 1475, un muchacho de tres años, llamado Simón, desapareció en el pueblo italiano de Trento; las circunstancias eran tales que la sospecha recayó en los Judíos. Esperando declarar sobre esta sospecha, uno de ellos "halló" el cuerpo del niño en una canalización, donde después confesaron haberlo tirado. El examen del cuerpo, reveló a todas luces que el muchacho no se había ahogado; había heridas extrañas en el cuerpo, de circuncisión y crucifixión. Según testimonios recogidos en Trento poco después de la tragedia, un médico judío atrajo con halagos y secuestró al pequeño con miras a la celebración de la Pascua judía. Después de crucificar al niño y extraerle la sangre, los oficiales de la sinagoga ocultaron su cuerpo por algún tiempo y, después lo arrojaron al canal. Se arrestaron aproximadamente a siete Judíos; fueron torturados y reconocieron que el muchacho había sido ritualmente asesinado con el propósito de obtener sangre cristiana para mezclar con el pan ázimo ceremonial; se hicieron estas confesiones separadamente y estuvieron de acuerdo en la totalidad de los detalles esenciales. Se juzgó a los Judíos y finalmente fueron ejecutados. El funcionario a cargo de la investigación del crimen fue Jean de Salis de Brescia, un Judío convertido, originalmente llamado Jean de Feltro, quien describió cómo su padre lo dijo que Judíos de su pueblo, Lanzhat, habían matado a un niño en una Pascua y de cómo mezclaron su sangre en el vino y en pasteles.

   ¡Nadie se ha atrevido alguna vez a reprobar y negar los eventos históricos de este caso; sólo los Judíos inventan "razones" de por qué no era un Asesinato Ritual!. Pero no hay ningún escape a la conclusión opuesta. En 1759, en respuesta a una apelación Judía de Polonia, la Inquisición envió al Cardenal Ganganelli (que más tarde llegó a ser el Papa Clemente XIV) para investigar e informar de todo este asunto, con referencia particular a los muchos casos que por entonces se informaron en Polonia. (Ver Informe del Cardenal Ganganelli, en el The Ritual Murder Libel and the Jew, de C. Roth, 1935, pág. 83): "admito entonces como verdadero el hecho del Bendito Simón, muerto a los tres años de edad, asesinado por los Judíos en Trento en el el año de 1475 en odio de la fe de Jesucristo (aunque sea discutido por Basnage y Wagenseil); por el famoso Flaminio Cornaro, un Senador Veneciano, en su trabajo "El Culto del Niño San Simón de Trento" (Venice, 1753) dispone de todas las dudas levantas por los mencionados críticos". Los Judíos tratan de tirar a descrédito a los jueces que condenaron a los asesinos Judíos. E Papa Sixto IV, enfrentó la posibilidad de sancionar el culto de San Simón; pero la razón de esto era que el culto no estaba aun autorizado por Roma, era un movimiento popular sin autoridad.  Este mismo Papa, más tarde, expresó su aprobación del veredicto sobre los Judíos en la Bula Papal XII Kal. Julio, 1478.

   No tenemos sólo el testimonio acerca de lo correcto de los procedimientos de Sixto IV; también de varios otro Papas; Sixto V, quien reguló el culto popular de San Simón al ratificarlo en 1588, como lo citado por Benedicto XIV en Libro I, Ch. XIV, Nº 4 de su trabajo En la Canonización de los Santos; también por el mismo Papa Benedicto XIV en su Bulla Beatus Andreas del 22 de febrero, I755, en que confirma a Simón como un santo, un hecho que omitió de los argumentos de ese abogado de los Judíos, Strack (The Jew and Human Sacrifice); Gregorio XIII reconociendo a Simón como un mártir, y también visitando la urna; y, como ya se declaró, se obligó a reconocer que era un caso de asesinato Judío en odio de Cristiandad según Clemente XIV.

   La urna de San Simón está en la Iglesia de San Pedro, en Trento; se muestran reliquias de él todavía, entre ellos el cuchillo sacrificatorio.

   Para resumir, el Asesinato Ritual de San Simón de Trento es apoyado por tal evidencia que quien dude de la condena, en consecuencia, lo hace sin razón de las altas autoridades jurídicas y eclesiásticas de cuya probidad e inteligencia no hay la más ligera excusa para ponerlas en duda.

24/III SAN GABRIEL ARCÁNGEL

24 de Marzo
SAN GABRIEL ARCÁNGEL


   San Gabriel había sido ya enviado a Daniel para anunciarle la época en que el Cristo había de nacer; y a Zacarías, cuando estaba ofreciendo en el templo el inciensopara avisarle del nacimiento del Bautista Precursor del Mesías. "Sólo San Gabriel, cuyo nombre significa Fortaleza de Dios, fue hallado digno, entre todos los Ángeles, de anunciar a María el plan divino respecto a Ella", dice San Bernardo.

   San Gabriel se acerca con un santo respeto a la Virgen escogida desde toda la eternidad para ser en la tierra la madre de Aquél de quien Dios es Padre en el cielo. Dícele, con las palabras que le fueron dictadas por el Altisimo y que la Iglesia gusta de repetir a menudo: "Dios te salve, llena de gracia; el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas ias mujeres".

   Y, como ve el Ángel que María se asombra de semejante salutación, explícale cómo ha venido a pedir su Fiat, para que se cumpla el gran misterio, que es la condición de la redención del humano linaje. "Yo soy Gabriel, el que estoy delante del Señor Dios, y que he venido a hablarte y a traerte esta feliz nueva".

   Pero Maria quiere permanecer siempre Virgen; y entonces el Ángel la ilustra acerca del misterio, y dícele cómo ha de concebir por obra del Espíritu Santo, Y que dará a luz un Hijo, al cual llamará Jesús, es decir, Salvador. Todo ello sin detrimento alguno del lirio virginal que ofreciera a Dios desde su más tierna infancia.

´   Maria entonces obedece sin titubeo y con la más profunda humildad, diciendo: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

   Y en este momento se obró el más estupendo de todos los milagros, elevando Dios hasta SÍ, en unión personal, al fruto bendito del seno de la Virgen. "Y el Verbo se hizo carne, habitando entre nosotros" ; se desposó con la humanidad, con nuestra pobreza, con nuestra nada, y en cambio de ellos nos dio su divinidad.

   Puesto que por la voz de Gabriel hemos conocido la Encarnación del Verbo, quiera Dios que, por su valimiento, consigamos los beneficios de esa misma Encarnación. Dispongámonos ya desde hoya la fiesta de la Anunciación, que mañana mismo
celebraremos con santo gozo, interrumpiendo por unas horas las tristezas cuaresmales.

24/III SAN PIGMENO, Mártir

24 de Marzo

SAN PIGMENOMártir

Caminad, pues, mientras tenéis luz, para que las
tinieblas no os sorprendan, que quien anda en tinieblas,
no sabe adonde va.
(Juan, 12, 35).

   Este santo, que había enseñado la Religión verdadera a Juliano el Apóstata, fue desterrado por este emperador por dar sepultura a los mártires. Durante su estada en Persia, quedó ciego y, por orden del cielo, volvió a Roma. Habiéndolo encontrado Juliano le dijo: Agradezco a los dioses por la felicidad que me conceden de ver a Pigmeno. -Y yo, replicóle el Santo, doy gracias al Dios del cielo por ahorrarme la vista de un emperador idólatra. Irritado el apóstata con esta respuesta, lo hizo arrojar al Tíber

MEDITACIÓN
SOBRE LAS TRES CLASES
DE CEGUERA

I. Es preciso ser ciego en este mundo sometiendo la razón a la fe, creyendo lo que no se ve, y lo que no se puede comprender. De este modo debes creer en los misterios de la Santísima Trinidad, de la Eucaristía y tantos otros que nos propone Dios por medio de su Iglesia. ¿Puedo acaso sorprenderme si no comprendo misterios tan elevados, si ni siquiera comprendo lo que soy, lo que tengo ante mis ojos, lo que pasa en mi interior? Dios no sería Dios si pudiésemos comprenderlo. Yo creo porque Dios lo ha dicho. La palabra divina es, para mí, prueba suficiente. (Salviano).

II. Debes ser ciego para no ver lo que sea capaz de conducirte al mal. Vigila tus ojos: ellos son los que introducen en tu alma la turbación, el fuego y el desorden. Jamás mires lo que no puedes desear ni poseer sin pecado. Los ojos son las puertas del corazón; por ellas penetran en él la mayoría de los vicios; y por ellas salen la devoción, la humildad y la pureza. Aparta mis ojos, Señor, a fin de que no vean la vanidad. (Salmo).

III. No mires las faltas ajenas, si a ello no te obligan los deberes de tu estado; no tengas ojos sino para sus buenas cualidades y para las gracias que Dios les hizo. Si sigues este consejo no te tentará el orgullo comparándote con los demás, y no los menospreciarás viendo sus defectos. Piensa en ti, examínate a ti mismo: no se te pedirá cuenta de la vida de los demás, sino de la tuya.

La Fe
Orad por los ciegos.

ORACIÓN

   Dios omnipotente, haced, os lo suplicamos, que la intercesión del bienaventurado Pigmeno, vuestro mártir, cuyo feliz nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro Santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.

23/III SAN VICTORIANO, Mártir

 23 de Marzo

SAN VICTORIANOMártir


En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero
tened confianza: Yo he vencido al mundo.
(Juan, 16,33).

   Hunerico, rey de los vándalos, queriendo ganar para la causa arriana a Victoriano, procónsul de Cartago, le mandó decir que si consentía en abandonar el cristianismo, lo colmaría de honores. Victoriano respondió a los emisarios: "Id a decir al rey que yo pongo mi confianza en Jesucristo y que los suplicios no me espantan. Nunca consentiré en abandonar la Iglesia católica, en la que he sido formado, y aun cuando no hubiese sino la vida presente, no quiero pagar con ingratitud a Dios que me ha colmado de beneficios. Furioso Hunerico con esta respuesta, lo hizo morir en medio de los más crueles tormentos, corriendo el año 484.

MEDITACIÓN
EN QUIÉN DEBEMOS PONER

NUESTRA CONFIANZA

I. No pongas tu confianza en los hombres, porque muy frecuentemente o no pueden o no quieren ayudar a los que penan. Tus amigos son inconstantes y no piensan sino en sus intereses; en el mejor de los casos no te pueden hacer bien sino en esta vida; no pueden darte el paraíso. A pesar de ello. ¿cuánto tiempo pierdes en procurarte amigos en la tierra? ten cuidado. Procúrate la amistad de Dios. Pon tu confianza en Él y no te quejes si el mundo te abandona, pues Dios está presente cuando el mundo está alejado. (San Pedro Crisólogo).
   
II. No confíes en ti, piensa por lo contrario que eres el más débil de los hombres. Sin el auxilio de Dios, sólo puedes ofenderlo; ten cuidado Él te negará ese socorro si pones tu confianza en tus propias fuerzas. ¿No experimentaste ya bastante tu debilidad? Que conozca yo mi fragilidad, a fin de desconfiar de mí; mas, que también conozca tu bondad, oh Dios mío, a fin de no dejarme llevar de la desesperación.
   
III. Ten confianza en Dios, Él quiere salvarte; nada te negará, puesto que te dio a Jesucristo, su Hijo unigénito. Ten confianza en Jesucristo, que tanto ha hecho y tanto ha sufrido por tu salvación; ¿crees que te abandona? Pídele, por los méritos de su Pasión, las gracias que necesitas. ¿Qué confianza tienes en Jesucristo? ¿Qué le pides? Muchos hombres piden a Dios tesoros y bienes de la tierra; en cuanto a ti, no pidas a Dios sino Dios mismo. (San Agustín).

La paciencia
Orad por los 
que os gobiernan.

ORACIÓN
   Dios omnipotente, haced, os lo suplicamos, que la intercesión del bienaventurado Victoriano vuestro mártir, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro Santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén. 

INTRODUCCIÓN

Acerca de la Santa Misa