MARÍA REINA

MARÍA REINA


   
Las tres divinas personas pusieron en la cabeza de María santísima una corona de gloria de tan nuevo resplandor y valor, cual ni se vio antes ni se verá después en pura criatura. Al mismo tiempo salió una voz del trono que decía: Amiga y escogida entre las criaturas, nuestro reino es tuyo; tú eres Reina, Señora y Superiora de los serafines y de todos nuestros ministros los ángeles y de toda la universidad de nuestras criaturas. Atiende, manda y reina prósperamente sobre ellas, que en nuestro supremo consistorio te damos imperio, majestad y señorío.

   Siendo llena de gracia sobre todos, te humillaste en tu estimación al inferior lugar; recibe ahora el supremo que se te debe y el dominio participado de nuestra divinidad sobre todo lo que fabricaron nuestras manos con nuestra omnipotencia. Desde tu real trono mandarás hasta el centro de la tierra, y con el poder que te damos sujetarás al infierno y todos sus demonios y moradores; todos te temerán como a suprema Emperatriz y Señora de aquellas cavernas y moradas de nuestros enemigos.
   Reinarás sobre la tierra y todos los elementos y sus criaturas. En tus manos y en tu voluntad ponemos las virtudes y efectos de todas las causas, sus operaciones, su conservación, para que dispenses de las influencias de los cielos, de la lluvia, de las nubes y de los frutos de la tierra; y de todo distribuye por tu disposición, a que estará atenta nuestra voluntad para ejecutar la tuya. Serás Reina y Señora de todos los mortales para mandar y detener la muerte y conservar su vida.
   Serás Emperatriz y Señora de la Iglesia militante, su Protectora, su Abogada, su Madre y su Maestra. Serás especial Patrona de los reinos católicos; y si ellos y los otros fieles y todos los hijos de Adán te llamaren de corazón y te sirvieren y obligaren, los remediarás y ampararás en sus trabajos y necesidades. Serás amiga, defensora y capitana de todos los justos y amigos nuestros, y a todos los consolarás y confortarás y llenarás de bienes conforme te obligaren con su devoción.
   Para esto te hacemos depositaria de nuestras riquezas, tesorera de nuestros bienes, ponemos en tus manos los auxilios y favores de nuestra gracia para que los dispenses, y nada queremos con ceder al mundo que no sea por tu mano y no queremos negarlo
si lo concedieres a los hombres.

   En tus labios está derramada la gracia para todo lo que quisieres y ordenares en el cielo y en la tierra, y en todas partes te obedecerán los ángeles y los hombres, porque todas nuestras cosas son tuyas como tú siempre fuiste nuestra, y reinarás con nosotros para siempre.
   En ejecución de este decreto y privilegio concedido a la Se ñora del universo, mandó el Omnipotente a todos los cortesanos del cielo, ángeles y hombres, que todos prestasen la obediencia a María santísima y la reconociesen por su Reina y Señora.
   Esta maravilla tuvo otro misterio, y fue recompensar a la divina Madre la veneración y culto que con profunda humildad había dado ella a los santos cuando era viadora y se aparecían siendo ella Madre del mismo Dios y llena de gracia y santidad sobre todos los ángeles y santos. Y aunque, por ser ellos comprensores cuando la purísima Señora era viadora, convenía para su mayor mérito que se humillase a todos, que así lo ordenaba el mismo Señor, pero ya que estaba en la posesión del reino que se le debía era justo que todos le diesen culto y veneración y se reconociesen vasallos suyos.
   Así lo hicieron en aquel felicísimo estado donde todas las cosas se reducen a su orden y proporción debida.
   Y todas estas demostraciones y coronación de la Emperatriz de las alturas fueron de admirable gloria para ella y de nuevo gozo y júbilo para los santos y complacencia de la beatísima Trinidad, y en todo fue festivo este día y de nueva y accidental gloria para
el cielo. Los que más la percibieron fueron su esposo castísimo san José, san Joaquín y santa Ana y todos los demás allegados a la Reina, y en especial los mil ángeles de guarda.


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  • *  De la "Mística Ciudad de Dios". Ven. Sor María de Jesús de Agreda

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